La Tierra pierde agua dulce: se está agotando a un ritmo nunca visto
Edición Impresa | 30 de Julio de 2025 | 02:32

La Tierra está perdiendo sus reservas de agua dulce a una velocidad que los científicos califican de inédita. Un estudio reciente advierte que vastas zonas del hemisferio norte están experimentando una disminución acelerada de sus fuentes subterráneas y superficiales, un fenómeno que pone en riesgo la disponibilidad de agua para miles de millones de personas. La tendencia estaría vinculada al calentamiento global, a sequías cada vez más prolongadas y a décadas de uso excesivo de acuíferos sin una adecuada reposición.
La investigación, liderada por la Universidad Estatal de Arizona (ASU) y publicada en “Science Advances” días atrás, analizó más de veinte años de observaciones satelitales. Sus resultados muestran que los continentes pierden agua dulce a un ritmo superior al del derretimiento de hielo en Groenlandia y la Antártida, algo que marca un cambio drástico en el balance hídrico del planeta.
Los datos revelan que las zonas que se secan se expanden el doble de rápido que aquellas que se humedecen, alterando patrones hidrológicos que habían permanecido estables durante siglos.
Cuatro regiones concentran el problema: el suroeste de Norteamérica y Centroamérica, Alaska y el norte de Canadá, una extensa franja que abarca Medio Oriente y el norte de África, y buena parte de Rusia y Eurasia. Estas áreas incluyen polos agrícolas como el norte de India, Ucrania o la llanura norte de China, así como grandes metrópolis como Los Ángeles, Ciudad de México, Berlín, Teherán y Beijing.
Los investigadores estiman que, desde 2002, cerca del 68% de la pérdida de agua corresponde a acuíferos subterráneos, mientras que el resto proviene de ríos, lagos y nieve que desaparecen sin posibilidad de recuperación.
Desde 2015, la pérdida de agua dulce en los continentes ha contribuido más a la subida del nivel del mar que el deshielo de Groenlandia o la Antártida por separado. Esta combinación de factores amenaza no solo la disponibilidad de agua potable, sino también la producción de alimentos y el equilibrio de ecosistemas clave.
DESDE EL CIELO
Para medir estos cambios, el equipo utilizó los satélites GRACE y GRACE-FO, operados por Estados Unidos y Alemania, que pueden detectar variaciones mínimas en el campo gravitacional terrestre. Esto les permitió identificar un punto de inflexión en 2014 y 2015, coincidente con un fuerte evento de El Niño, desde el cual las sequías extremas y la extracción de agua subterránea se intensificaron drásticamente.
“Los continentes se están secando y el aumento del nivel del mar se acelera. Si seguimos extrayendo agua subterránea al ritmo actual, la seguridad alimentaria y del agua se verán seriamente comprometidas para miles de millones de personas”, advirtió el profesor Jay Famiglietti, autor principal de la investigación.
El impacto no se limita al ambiente. Según Hrishikesh Chandanpurkar, coautor del estudio, la pérdida de acuíferos profundos “es como gastar un fondo heredado que debería usarse solo en emergencias. En lugar de recargar los acuíferos en años lluviosos, los hemos explotado de manera constante y ahora enfrentamos una quiebra hídrica”.
El análisis también detectó un cambio geográfico sorprendente: mientras que en el pasado las zonas más secas se concentraban en el hemisferio sur, ahora el déficit hídrico avanza sobre todo en el norte. Por el contrario, las regiones tropicales son las únicas que muestran un aumento sostenido de humedad, un patrón que los modelos climáticos del IPCC no habían anticipado.
Ante este panorama, los investigadores insisten en la urgencia de adoptar políticas globales para gestionar el agua subterránea de manera sostenible. Esto implica regular su extracción, invertir en tecnologías de recarga de acuíferos durante periodos lluviosos y promover un uso más eficiente en la agricultura y las ciudades.
“Una gestión inteligente de los acuíferos podría tener beneficios inmediatos”, sostuvo Famiglietti. “A diferencia de las medidas contra el cambio climático, cuyos efectos llevan décadas en notarse, cuidar el agua dulce puede generar mejoras visibles en poco tiempo”.
El mensaje de la ciencia es claro: sin cambios profundos, el planeta enfrentará una crisis hídrica sin precedentes que afectará la salud, la producción de alimentos y la estabilidad de sociedades enteras.
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