No es el clima, es tu cuerpo: cómo saber si es alergia y por qué no ignorarla
Edición Impresa | 10 de Agosto de 2025 | 05:12

Todo empieza con un estornudo. Después, una congestión que no se va. Pasan los días, aparece la tos, una picazón en los ojos que se vuelve rutina, una sensación rara en la garganta. En general, se le echa la culpa al clima. Al cambio de estación, al aire acondicionado, al polvo del colectivo. Pero lo que muchas personas en Argentina no saben es que detrás de esos síntomas puede haber algo mucho más concreto y más persistente: una alergia.
Las alergias, lejos de ser un problema menor, son una de las principales causas de consulta médica en el país, y están en aumento. Según datos de distintas entidades de salud, más del 20% de la población sufre algún tipo de reacción alérgica respiratoria, cutánea o alimentaria. Sin embargo, la mayoría de los casos no se diagnostica o se trata mal, lo que puede derivar en complicaciones como asma, dermatitis o incluso anafilaxias severas.
“Cuando el sistema de defensa se confunde, reacciona de forma intensa ante algo que no es peligroso y genera inflamación. Ese error, si no se atiende, se va fortaleciendo y volviéndose más molesto. Por eso es fundamental diagnosticar a tiempo”, explica Hélida Silva, directora de Medical Affairs para América Latina en Siemens Healthineers.
UNA AMENAZA SILENCIOSA
Las alergias no son otra cosa que una reacción exagerada del sistema inmunológico. En lugar de ignorar sustancias que son inofensivas -como el polen, el polvo, el pelo de los animales o ciertos alimentos-, el cuerpo las identifica como peligrosas y desata una batalla interna. Esa “confusión” inmunológica produce inflamación y libera histamina, lo que genera los síntomas típicos: estornudos, secreción nasal, picazón en la piel, ojos llorosos, tos seca, dificultad para respirar o molestias gastrointestinales, según el tipo de alergia.
El problema es que muchas personas naturalizan esas molestias. Crecen con ellas, las arrastran de estación en estación, las tapan con descongestivos, sprays nasales o antihistamínicos sin prescripción médica. Lo que no saben es que, a la larga, eso puede afectar seriamente su calidad de vida.
“Las alergias no tratadas no sólo limitan la vida cotidiana -dormir mal, rendir menos, evitar ciertas comidas o espacios-, sino que también pueden empeorar con el tiempo. En niños, por ejemplo, una rinitis puede derivar en asma, o una dermatitis atópica puede volverse crónica”, apunta Silva.
MÁS COMUNES DE LO QUE SE CREE
Hoy se sabe que hay un componente hereditario fuerte: si uno de los padres es alérgico, el hijo tiene entre un 30 y un 50% de posibilidades de desarrollar alguna alergia. Si ambos padres lo son, el riesgo sube al 70%. Pero también hay factores ambientales que influyen: la contaminación del aire, el sedentarismo, la exposición temprana a alergenos o incluso la alimentación industrializada.
Las alergias respiratorias -como la rinitis alérgica o el asma bronquial- son las más frecuentes. Le siguen las alergias cutáneas (dermatitis) y las alimentarias. Estas últimas, en particular, están en franco crecimiento: cada vez hay más diagnósticos de intolerancias o alergias a la leche, el huevo, los frutos secos, el marisco o el gluten.
En los últimos años, además, se sumaron condiciones como la urticaria crónica o el síndrome de alergia oral, que pueden pasar desapercibidas pero generan un gran impacto en la vida cotidiana.
¿RESFRÍO O ALERGIA?
La línea que separa un resfrío de una alergia puede ser muy delgada, pero hay algunas pistas. Un resfrío suele durar entre 5 y 10 días, y puede incluir fiebre, dolor muscular y malestar general. En cambio, los síntomas alérgicos aparecen de forma repetida, en determinadas circunstancias (por ejemplo, al barrer, al estar en contacto con un animal o al comer algo específico), y no mejoran con reposo o analgésicos comunes.
Los expertos recomiendan consultar a un especialista si los síntomas respiratorios persisten por más de dos semanas, si se repiten en determinadas épocas del año o si hay antecedentes familiares. En niños, además, se debe prestar atención si el menor duerme mal, ronca, respira por la boca o tiene ojeras marcadas.
DIAGNÓSTICO Y TRATAMIENTO
Afortunadamente, los métodos para detectar alergias han avanzado mucho. Ya no es necesario interrumpir medicamentos ni someterse a pruebas incómodas. Hoy existen pruebas serológicas que, a partir de una muestra de sangre, permiten identificar de manera precisa a qué sustancias reacciona el organismo. Estas pruebas se pueden realizar en cualquier momento del año, incluso durante una crisis alérgica, y son aptas tanto para adultos como para niños.
“Lo importante es dejar de convivir con los síntomas como si fueran normales. Hay soluciones, pero primero hay que saber qué está causando la reacción”, insiste Silva.
El tratamiento dependerá del tipo de alergia, pero suele incluir antihistamínicos, corticoides tópicos o inhalados y, en algunos casos, inmunoterapia, que ayuda a “reeducar” al sistema inmunológico para que deje de reaccionar frente a ciertos alergenos.
ALERGIA NO ES DEBILIDAD
Uno de los grandes desafíos es cultural. Todavía hay cierta resistencia a reconocer una alergia como un problema serio. Muchas veces se minimiza, se oculta o se interpreta como una debilidad. Pero aceptar la condición es el primer paso para mejorar la calidad de vida.
“Tenemos que dejar de decir que somos ‘resfriados crónicos’ o que somos ‘alergiquitos’. No se trata de un defecto, se trata de una condición médica que, si se atiende correctamente, puede controlarse y no limitar la vida de nadie”, concluye Silva.
En un contexto donde la salud respiratoria se volvió una prioridad global, prestar atención a estas señales del cuerpo es más importante que nunca. Porque no, no es el clima. Es tu cuerpo hablándote. Y ya es hora de escuchar.
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