La tradición criolla late con fuerza en el interior bonaerense

Exposición de recados y piezas gauchas en Necochea. Rodolfo Quevedo, un sabio de la cultura campera. La falta de promoción de lo nuestro en las grandes ciudades

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Por MARCELO ORTALE

marhila2003@yahoo.com.ar

Las tradiciones criollas laten aún con fuerza en muchos pueblos y ciudades del interior bonaerense y es claro que se eclipsan en las metrópolis más pobladas de la Provincia, por falta de interés de las generaciones jóvenes, atraídas, entre otros factores, por la globalización de los conocimientos, usos y costumbres. Sin embargo, algo de ese amor por el pasado subyace en el corazón de cada nacido en estas tierras y basta un estímulo para que aparezca.

Ocurre que en Necochea, donde el maridaje entre ciudad y campo se da con naturalidad, se realizó en las últimas jornadas el “Primer Encuentro de Recados y Pilchas Criollas”, que contó además con exposición de cuadros, danzas con pañuelos en alto, charlas y una muestra gastronómica.

Necochea actuó como epicentro de una zona tradicionalista, vertebrada con los distritos de Ayacucho –el único nombrado en el Martín Fierro de José Hernández- Balcarce, Benito Juárez, Gonzales Chaves, Coronel Vidal, Mar del Plata, Lobería, San Cayetano y otros del sudeste provincial.

 

En la zona metropolitana existe un declive marcado para las tradiciones criollas

 

“Nunca la habíamos hecho y el lugar se llenó con personas de toda edad. Seis recados completos, platería, soguería, cuchillos, cabezas de caballo, lazos, ponchos, cintos, boinas, botas, todo creado por artesanos. Estuvo muy bueno”, dice la abogada Cristina Azcueta, presidenta del “Centro Cultural Necochea y Biblioteca Popular Andrés Ferreyra”, donde se gestó y realizó la muestra.

Es innegable que, en cambio, en las zonas metropolitanas existe un declive pronunciado para las tradiciones criollas. Alejamiento del medio natural, falta de valoración y promoción, desarraigo cultural que impone una sociedad cosmopolita, falta de apoyo y casi nulo aporte de una educación equilibrada –que incluya este patrimonio en sus programas y lo difunda en las aulas- forman parte de esa declinación.

RODOLFO QUEVEDO

Pero el centro y sur de la Provincia –al igual que las otras zonas del campo bonaerense- rinden crecido culto a los usos y costumbres gauchas, a partir de la presencia de hombres como Rodolfo Quevedo (81), un criollo hecho y derecho que organizó la muestra de Necochea. Hijo de padres que vivían en San Luis al este de la Villa de la Candelaria, “en donde se hacía obligatorio hacerse al paisaje y en donde ser criollo era necesario”, tuvo una vida errante por varios sitios de la pampa.

Entre esos lugares Quevedo vivió en el pueblo de Jacinto Arauz, en donde el médico René Favaloro transitó sus primeros años como médico rural. “Resulta que Favaloro ya se había ido de Arauz y había vendido la casa donde residió, que los que la compraron la convirtieron en pensión. Y yo, viví en una de las piezas de esa pensión”.

Rodolfo Quevedo, organizador de la muestra

Siempre Quevedo quería tener su caballo y sus pilchas de criollo, porque así se sintió. Ahora vive en Necochea desde 1970 y tiene dos caballos, que son cuidados en un campo a pocos kilómetros de la ciudad. “Hay forestación protectora en ese lugar. Yo tomo mis caballos y vuelvo a pasear por las playas, médanos y bosque de Necochea, con otros criollos amigos”.

¿De qué depende que exista una mayor vivencia o sentimiento en la población por las tradiciones criollas?, se le preguntó a Quevedo. “La fórmula es la educación. En mi opinión falta apoyo de las escuelas. Estas piezas que exponemos son algunas de mucho costo y de mucha historia. Habría que acentuar todo esto en el Día de la Tradición. Por suerte, aquí en la muestra de Necochea no sólo vino gente grande, sino también juventud. Pero es la parte oficial la que debiera ocuparse más en promover lo nuestro”, respondió.

 

Se realizó en las últimas jornadas el “Primer Encuentro de Recados y Pilchas Criollas”

 

Nunca se había hecho una muestra de estas características en Necochea, dijo. “Sin embargo , la gente de acá sabe que es un recado, que piezas tiene”. Entonces se le consulta “y qué piezas tiene un recado...”, porque el entrevistador no lo sabía.

“Bueno, primero la sudadera que va sobre el lomo del caballo para absorber el sudor, dijo. Después vienen los mandiles, de cuero o tela que se usan para proteger al caballo. Encima las matras o blanduras, que son de lana gruesa para dar mayor comodidad, las coronas que son piezas de cuero crudo y que evitan el roce con las argollas de la cincha, los bastos que son la estructura principal de la montura, rellenos de paja o juncos, que se apoyan en los riñones del caballo y sobre los cuales se sienta el jinete. Y después, sobrepuesto o Cojinillo que es la pieza de cuero o tela que se coloca sobre la encimera y bastos, brindando mayor comodidad al jinete y protegiendo la montura, detalló.

Toda una artesanía lujosa. Y al hablar de artesanos Quevedo dice que “los principales, que están activos, “son los Gómez, de Ranchos, mientras que en Rauch están Santiago Biondi y sus hijos. También hay artesanos criollos en el Sur del país y en Jujuy está Juan Tolaba”.

“Para un artesano, hacer un recado completo lleva seis meses de tiempo, como mínimo. Imagínese lo que le cuesta vivir a una persona y a su familia seis meses... No pueden meterle ocho horas por día, por razones de la vista... Así que lo siguen al otro día y les lleva seis meses o más. El artesano tiene que elegir el cuero, del mismo color, lo tiene que sobar... Lo tiene que cortar, haga esa cuenta y después hacerle la parte fina, con la lonja que es cuero de caballo... Hay que hablar de unos 15 millones de pesos”, estimó para agregar que “para el dueño no hay dinero que lo pague... Los estribos, las caronas, algunos se han vendido en 30 millones de pesos”...

Una boina como la gente, sigue, tejida por artesano vale entre 80 y 100 mil, Las boinas criollas valen eso. El poncho de telar y de telar tiene que ser, no de tienda, el mandado a hacer, el poncho ranquel o un poncho jesuítico, hechos con lana hilada a mano y teñido con anilinas de yuyos naturales anda entre 800 mil y un millón de pesos”.

NUESTRA ZONA

Hace pocos días se inauguró en la vieja y ex estación de Trenes de Bartolomé Bavio un monumento al granadero Miguel de los Santos Cajaraville y a su caballo Decano, ambos nativos de esa zona. Hubo mucha gente del lugar, criollos ellos y algunos de La Plata, Quilmes y otros distritos. Entre los presentes se encontraba el tradicionalista Carlos Risso (1952), que condujo durante años la entidad de escritores tradicionalistas bonaerenses y que es autor de varios libros, entre ellos de El guapo de San Martín, que narra la vida de Cajaraville y su caballo que fueron protagonistas de las batallas libertadoras de San Martín. Sobre esta obra se hablará en futuras ediciones.

 

Hubo exposición de cuadros, danzas, charlas y una muestra gastronómica

 

Dedicado desde la infancia a cultivar la tradición criolla, Risso, sin conocimiento de lo que había declarado el necochense Quevedo sobre el tema, coincidió en que la educación escolar debiera inculcar el amor a la tradición criolla desde los primeros grados. “El tema tendría que ser incorporado en las cartillas educativas de la primaria y del secundario, los chicos tendrían que conocer las artesanías, las danzas, la platería, la gastronomía criollas y, desde luego, las contenidos de ese gran fenómeno histórico”, sostuvo.

 

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