Lo dejé que se vaya y ahora lo extraño

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Mariana H., Casco Urbano

El día que cerró la puerta con su valija en la mano, me quedé parado en el pasillo como si algo se hubiera roto en la rutina.

Lo cierto es que durante años mi vida giró alrededor suyo: horarios, comidas, tareas mínimas. De pronto, silencio. Me repito que es lo natural, que es señal de que hice las cosas bien. Pero la casa ahora tiene un eco extraño. Paso por su cuarto y lo encuentro demasiado ordenado, como un museo de infancia.

A veces me agarra la tentación de llamarlo todo el tiempo, de preguntarle si comió, si está abrigado, si necesita algo. Y me freno: tengo que dejarlo hacer su camino.

Lo curioso es que no es solo él quien se fue.

También me toca a mí mudarme, aunque me quede en el mismo lugar.

Aprender a ocupar el tiempo distinto, a armar mi propia vida sin que todo gire alrededor suyo. Entender que criar también es soltar. Y que soltar, aunque duela, es otra forma de amar.

 

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