Qué se sabe del autismo: las evidencias vs. el alerta de Trump

Un estudio de Oxford sugiere que genes clave en la evolución del cerebro humano podrían estar detrás de la alta prevalencia del trastorno, mientras especialistas refutan la advertencia del presidente estadounidense

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El anuncio llegó con estridencia desde la Casa Blanca y encendió una polémica mundial. “Se notificará a los médicos que el uso de paracetamol durante el embarazo puede asociarse con un riesgo muy alto de autismo”, dijo Donald Trump el 22 de septiembre último flanqueado por Robert F. Kennedy Jr, su secretario de Salud.

Tratándose de uno de los analgésicos más utilizados por embarazadas en todo el mundo, las reacciones de la comunidad médica no se hicieron esperar. El Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos calificó de “irresponsable” la declaración presidencial y hasta la propia agencia de medicamentos del su país, la FDA, aclaró que no existe una relación causal. En una carta abierta el organismo reconoció que el paracetamol sigue siendo el analgésico más seguro durante el embarazo, más que la aspirina o el ibuprofeno, que sí pueden provocar problemas renales o cardíacos en el bebé.

Los fabricantes de Tylenol (nombre comercial del paracetamol en Estados Unidos) recordaron que más de una década de investigaciones rigurosas descartan cualquier vínculo con el autismo. “Sin este medicamento, las mujeres se verían obligadas a soportar fiebres potencialmente dañinas o a recurrir a alternativas más riesgosas”, salieron a alertar tras las afirmaciones de Trump.

UN ENIGMA

La polémica advertencia presidencial surge en medio de un aumento de casos de autismo en su país que nadie termina de explicar. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), en Estados Unidos uno de cada 31 niños —el 3,2 %— es diagnosticado con trastorno del espectro autista (TEA).

Hace 25 años la proporción de casos de autismo en el país era muy inferior; de hecho se asemejaba a la media global que, según la Organización Mundial de la Salud, se ubica en un niño afectado por cada cien.

¿Por qué hay más casos? La mayoría de los expertos señala una combinación de factores: mejores herramientas de diagnóstico, criterios más amplios y mayor conciencia social. Lo cierto es que no hay consenso que respalde una causa en particular.

GENES EVOLUTIVOS

Mientras Trump agita sospechas sobre un medicamento de venta libre y probada seguridad, la ciencia avanzaba en otra dirección. Un trabajo reciente publicado en Molecular Biology and Evolution por Oxford University Press, una de las editoriales más prestigiosas a nivel mundial, plantea que la alta prevalencia del autismo podría ser un “intercambio evolutivo”.

Investigadores analizaron la secuenciación de ARN de célula única en varias regiones del cerebro de mamíferos y hallaron que ciertos tipos de neuronas humanas —en particular las llamadas L2/3 IT, ubicadas en la corteza cerebral— evolucionaron con una rapidez inusual respecto de otros primates. Llamativamente, esas mismas células están vinculadas a genes relacionados con el autismo.

El estudio sugiere que los cambios que dieron a los humanos capacidades únicas, como el lenguaje y un desarrollo cerebral más prolongado, podrían haber incrementado también la diversidad neurológica, incluido el autismo. “Algunos de los mismos cambios genéticos que hacen único al cerebro humano también nos volvieron más neurodiversos”, explicó el autor principal, Alexander L. Starr.

Aunque no está claro qué ventajas adaptativas otorgó esta evolución, los científicos sospechan que un desarrollo cerebral más lento favoreció un pensamiento más complejo y la adquisición del habla. En otras palabras, los genes que posibilitaron la comunicación sofisticada y la creatividad pudieron traer consigo la predisposición al autismo.

En cualquier caso, la controversia por el paracetamol expone el choque entre la velocidad de la política y el ritmo más pausado, pero firme, de la evidencia científica. Estudios amplios y de largo plazo —como el que siguió a 2,5 millones de niños en Suecia durante 25 años— no hallaron vínculo entre el uso de paracetamol en el embarazo y trastornos del neurodesarrollo de los bebés.

Sin embargo, el clima enrarecido en Estados Unidos desalienta a muchos investigadores a pronunciarse. La toxicidad en redes sociales y la presión política, con recortes a la financiación de la ciencia, han creado un ambiente hostil.

“Es fundamental que los científicos sigan defendiendo la evidencia, incluso cuando el debate público se vuelve agresivo”, advirtió la Autism Science Foundation en un comunicado que se conoció días atrás

Lo que queda claro es que para la ciencia el autismo sigue siendno hoy un fenómeno complejo, con raíces genéticas y evolutivas profundas, no un efecto secundario de un medicamento común.

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