Robado por nazis: encuentran un Stradivarius valuado en más de 8,5 millones de euros

El “Stradivarius de Mendelssohn”, fabricado en 1709, fue confiscado a una familia judía berlinesa y desapareció tras la Segunda Guerra Mundial. Su hallazgo en Japón reaviva el debate sobre el tráfico de bienes saqueados

Los Stradivarius, fabricados en el taller de Antonio Stradivari en Cremona, Italia, son piezas irrepetibles. Cada instrumento conserva un timbre particular que los hace codiciados por músicos de élite y coleccionistas. Se estima que sobreviven unos 500 ejemplares, muchos de ellos custodiados en museos, fundaciones o en manos de intérpretes famosos.
Su valor no se limita al precio de mercado —en este caso, unos 8,5 millones de euros—, sino a lo que representan como legado cultural de la humanidad.

El Stradivarius de 1709 fue adquirido por Franz von Mendelssohn, descendiente del célebre compositor Félix Mendelssohn Bartholdy, en la década de 1920. Durante años, animó veladas musicales en el salón familiar de Berlín y luego pasó a manos de la violinista Lilli von Mendelssohn-Bohnke, quien lo interpretaba en conciertos de cámara junto a su esposo, el director de orquesta Emil Bohnke.

La tragedia golpeó en 1928, cuando ambos murieron en un accidente automovilístico. El violín fue guardado en una caja de seguridad, acompañado de un certificado de autenticidad emitido en 1930.

Con la llegada de Hitler al poder, la familia Mendelssohn sufrió la persecución que alcanzó a tantas familias judías. Su banco fue liquidado en 1933 y el Stradivarius terminó en manos del Deutsche Bank. Desde allí, desapareció en 1945, en medio de la toma de Berlín por el Ejército Rojo.

El rastro en Japón y el hallazgo

Durante décadas, el Stradivarius de Mendelssohn figuró en los registros como “perdido”. Hubo rumores sobre su paso por colecciones privadas en Europa del Este y subastas discretas en Suiza, pero ninguna pista era concluyente.

En 2024, la investigadora Carla Shapreau, especialista en patrimonio musical saqueado, confirmó que el violín había sido localizado en Japón, en manos de un coleccionista privado. Una “pista inesperada”, según relató, abrió el camino para corroborar su autenticidad. El hallazgo sorprendió tanto al mundo académico como al musical: el instrumento se encontraba en perfecto estado de conservación.

Un símbolo del expolio cultural

El hallazgo del Stradivarius reaviva la memoria del saqueo sistemático de bienes culturales durante el nazismo. Miles de obras de arte, instrumentos, bibliotecas y objetos de culto fueron confiscados, muchos de los cuales aún no han sido restituidos a sus legítimos herederos.

En este caso, el violín funciona como un recordatorio palpable de cómo el patrimonio cultural se convirtió en botín de guerra. La sospecha de que pudo haber pasado por manos soviéticas antes de llegar a Japón añade otra capa de complejidad, ya que el expolio no fue exclusivo del Tercer Reich.

Reclamos y justicia pendiente

La familia Mendelssohn-Bohnke nunca dejó de reclamar la devolución del violín. Walther Bohnke, hijo de Lilli y Emil, comenzó en los años 50 a publicar avisos en medios especializados y a contactar instituciones internacionales en busca de su rastro. Sus descendientes continúan esa batalla legal, que ahora tiene un giro decisivo tras la confirmación del hallazgo.

Sin embargo, la restitución no está garantizada. Los procesos legales son lentos y dependen de la cooperación del poseedor actual, así como de la legislación japonesa e internacional sobre bienes saqueados en conflicto bélico.

Más allá de un violín

El caso del Stradivarius de Mendelssohn se suma a una larga lista de bienes culturales cuya recuperación se debate en tribunales y foros internacionales. Museos de renombre, colecciones privadas y casas de subasta enfrentan cuestionamientos sobre la procedencia de sus tesoros.

El violín, más allá de su incalculable valor artístico y económico, representa una historia de despojo, resistencia y memoria. Su retorno no solo sería un acto de justicia hacia los herederos de la familia Mendelssohn, sino también un paso en la reparación del expolio cultural más grande del siglo XX.
 

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