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Pronto a cumplirse los 30 años del último avistaje del cometa más famoso de todos -que algunos recuerdan haber visto con claridad y otros, todo lo contrario-, un repaso de uno de los fenómenos astronómicos que, durante los primeros meses de 1986, marcó una época
Halley: el gran cometa
Por DIEGO BAGÚ (*)
Mail: diegobagu@gmail.com
Con los cometas ocurre algo realmente curioso. Su belleza es directamente proporcional a su mugre. En otras palabras, cuanto más sucios son, más hermosos se presentan a nuestros ojos. ¿Y por qué ocurre ello? Los cometas son básicamente cuerpos de hielo conteniendo distintos tipos de gases y polvo. La mayoría de ellos se encuentran en un colosal cinturón el cual representa el límite físico, el borde, del sistema solar. Denominado Cinturón de Kuiper en honor al astrónomo holandés que esgrimió tal hipótesis en la década del 60, esta zona está formada por decenas de miles de objetos denominados “transneptunianos” (OTN’s), es decir, objetos que se encuentran más allá de la órbita de Neptuno. De los OTN’s conocidos hasta la fecha (un poco más de 800), el más grande y famoso es Plutón.
A este mismo cinturón pertenecen los cometas periódicos, como por ejemplo, el Halley. Al observar la presencia de este tipo de cometas, Gerard Kuiper se preguntó acerca del origen de los mismos. Supuso que debía existir una zona en el mismo sistema solar, hasta ese entonces inobservable, desde donde estos cometas proviniesen. O sea, una especie de “parque de estacionamiento espacial” a partir del cual diversos objetos se acercasen hacia el interior del sistema. Fue así que nació la idea del Cinturón de Kuiper, siendo 1992 el año en el cual se descubrió por vez primera un OTN.
“Con los cometas ocurre algo realmente curioso. Su belleza es directamente proporcional a su mugre. En otras palabras, cuanto más sucios son, más hermosos se presentan a nuestros ojos”
Pero volvamos a la extraña relación belleza-suciedad que atañe a los cometas. Cuando pensamos en estos objetos, la primer idea que asalta nuestra mente es un cuerpo muy brillante acompañado de una cola (o dos para ser más precisos). Es interesante tener en cuenta que durante la mayor parte de su vida, un cometa no posee cola, sino que se trata de ese cuerpo helado con gas y polvo al cual hicimos referencia en párrafos anteriores. Sólo en caso en que el cometa se acerque hacia el interior del sistema solar, y por ende al Sol, es que comenzarán a aparecer sus colas como consecuencia del aumento de la radiación solar que recibe del astro rey, produciendo su descongelamiento. Sus dos colas, una conformada básicamente por gas y otra por polvo, son consecuencia de este derretimiento. Y es aquí en donde radica la correspondencia directa belleza-suciedad.
Cuanto más sucio sea el cometa (más polvo contenga), presentará una mayor cola y por consiguiente, más imponente será.
De todos los cometas conocidos, sin duda alguna Halley es el más famoso. Bautizado con el nombre de quien calculó por primera vez el período de su órbita en 1705, Edmund Halley halló que “su” cometa daba una vuelta completa alrededor del Sol cada 76 años aproximadamente. Vale mencionar que se tienen registros de su acercamiento a la Tierra desde el año 239 A.C.
La anteúltima vez que nos visitó fue en 1910, y desde nuestra ciudad pudo ser observado por el entonces Director del Observatorio Astronómico de La Plata (hoy Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la UNLP).
“Si bien yo era pequeño, recuerdo muy bien la última visita del Halley. Todos hablaban de él. En mi querida ciudad de Tandil hasta una casa de videojuegos fue bautizada con su nombre”
En estos días recordamos la última de las visitas del Halley, ocurrida en nuestro verano de 1986, hace exactamente 30 años. En aquellos años y por primera vez en la historia, pudimos enviar una nave semiautomática para que viaje a las cercanías del cometa y estudiarlo desde una perspectiva hasta ese entonces nunca alcanzada.
Un hecho realmente histórico. Fue la nave espacial Giotto, de la Agencia Espacial Europea, la encargada de alcanzar semejante logro, acercándose a Halley a tan sólo 596 kilómetros de su núcleo. Hoy en día y teniendo en cuenta el increíble logro de Rosetta al descender sobre un cometa en 2014, la misión Giotto no parece asombrarnos en gran manera.
Pero hace 30 años, semejante logro fue algo colosal en la historia de la ciencia espacial. Si bien yo era pequeño, recuerdo muy bien la última visita del Halley. Todo era una gran novedad. Todos hablaban de Halley. En mi querida ciudad de Tandil hasta una casa de videojuegos fue bautizada con su nombre. Muchos niños jugábamos al Packman o volábamos el 1942 yendo a “Halley”.
En varias oportunidades, las plazas eran lugares de reunión con telescopios de por medio con el fin de observar a nuestro visitante. Será 2061 el año en que Halley vuelva a mostrarnos su “sucia belleza”. ¡Espero tener esa segunda oportunidad! Tenga o no esa fortuna, de lo que estoy seguro es que nuevamente será un acontecimiento, literalmente, de otro planeta. Y quizás, así como Giotto y Rosetta quedaron en la historia de la investigación espacial, puede que algunos astronautas puedan visitarlo personalmente y quedar para siempre en la memoria colectiva.
(*) Director de Gestión Planetario Ciudad de La Plata
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