La historia de una madre abnegada que dio su vida por salvar la de sus hijos

"¿Griselda? Era una leona capaz de ponerse la casa al hombro y salir adelante siempre que fuera por sus hijos". La definición se escucha en boca de una vecina en un barrio ganado por la consternación y por el dolor, donde nadie parece disentir con ese juicio. Un barrio -el de 28 entre 56 y 57- donde persiste la conmoción causada por el siniestro en el que murió Griselda Leiva mientras intentaba salvar a sus hijos, después de que se desatara un incendio en la casa, provocado por un accidente hogareño.
El siniestro, del que diera cuenta EL DIA en su edición de ayer, se registró en el departamento E del número 1172 de la calle 28. Eran alrededor de las 22 del martes y la familia, integrada por Leiva, su esposo, la madre de éste y los cinco hijos de la pareja -de entre 8 y 18 años- se disponía a cenar en el comedor. Afuera apretaba el frío, mitigado en el interior del departamento por dos estufas a querosene, ubicadas una en el comedor, la otra en una de las habitaciones.

La versión policial dice que Griselda estaba en la cocina cuando se produjo un accidente mientras uno de los chicos intentaba recargar querosene en la estufa de la habitación, donde una de sus hijas miraban televisión. La estufa estalló, las llamas se propagaron con velocidad y Griselda no dudó en internarse en el fuego en el afán de rescatar a sus hijos atrapados. Todos los intentos de rescate que se intentaron después resultaron vanos. La última vez que la vieron, Griselda pedía ayuda con desesperación a través de una de las ventanas del fondo, comentan los vecinos. El resultado de la autopsia, que se conoció a última hora de ayer, determinaba que la mujer había muerto por asfixia.
El gesto de Griselda no sorprendía ayer a dos barrios profundamente afectados por la noticia del accidente. Tanto en 28 entre 56 y 57 -la calle donde desde hacía más de 10 años vivía la familia- como en 54 y 23 -la esquina donde Griselda atendía un puesto de flores- los vecinos la recordaban como un modelo de abnegación y tesón.
Y viajaba de boca en boca su historia. Una historia que supo del dolor y del abandono, situación que Griselda había alcanzado a revertir formando una familia a la que había convertido en el motor de su existencia y buscando refugio en su devoción por María Rosa Mística y en su trabajo como vendedora de flores, principal sostén económico de los suyos.
Griselda había llegado del interior siendo una niña y desde sus primeros días en La Plata su vida se planteó como una sucesión de desafíos y sacrificios sin solución de continuidad, según apuntan vecinos que agregan que "siempre supo enfrentarlos sin bajar la guardia y conservando intacto su buen humor".


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