Laguna Willimanco: truchas en un pesquero de Esquel
En este ámbito, las mejores capturas se dan con vientos fuertes
| 8 de Febrero de 2007 | 00:00

Hace unos 6 años, viajando con Pablo Bizzozzero, decidimos incluir dentro de nuestro itinerario de pesca, a la pequeña laguna Willimanco, cercana a Esquel, ya que ninguno de los dos lo conocíamos y otro buen amigo, Alejandro Inzaurraga, nos había hablado muy bien de ella.
Para ello, cuando llegamos a Esquel, nos conectamos con su permisionario, el Señor Raúl Assef, quien se encarga de conceder los accesos a este pequeño espejo de agua por un valor de 30 pesos por pescador.
Contratado el día de pesca, el acceso es muy fácil pues queda muy cerca de Esquel y sobre la ruta, a corta distancia de la estación de servicio que hay a su entrada.
Al hacer contacto visual con la laguna lo que nos llamó la atención fue la forma de los pocos árboles que había en la costa. Nos encantó la espectacular plataforma de arena clara junto a la cual se puede estacionar bajos los árboles.
Todo estaba muy lindo, pero de pescar ni hablar porque huimos con el rabo entre las patas por un muy fuerte viento, y para colmo en contra. A la vuelta, si había tiempo y estaba más calmo probaríamos (cosa que nunca hicimos pues regresamos con el tiempo justo).
DE REGRESO
Cinco años al menos pasaron hasta que regresamos, esta vez con Hugo, otro amigo; las condiciones del día eran distintas ya que casi no había viento, y nuestro guía, Juancho Cammisa, pudo acompañarnos en su gomón remando sin inconvenientes. La pesca fue buena y sin complicaciones.
La mañana siguiente parecía mejor que el día anterior, pero una cosa es mirar las hojitas del arbolito (en este caso un maitén), que está pegado a la cabaña y otra estar junto a la costa caña en mano. En la estación de servicio nos encontramos con Cammisa, a quien acompañaban Alejandro Cantón y Pablo Fuentes, y su camioneta que enganchaba un hermoso trailer con un catarraf sobre el cual pescaríamos.
Unos veinte minutos bastaron para divisar a corta distancia la Laguna Willimanco. Todos estacionamos con la camionetas mirando hacia la laguna y por el fuerte viento costaba abrir las puertas.
Bonitos corderitos reventaban en la parte azul profundo de la laguna y en la plataforma de grava blanca, por ser muy baja, sólo había olitas continuas y pequeñas arrugadas por las ráfagas de un viento realmente fuerte y parejo.
LA PRIMERA TRUCHA
Desde ya que de remar ni se habló y una vez vestidos para la pesca, Juancho Cammisa dijo que nos haría pescar. Nos llevó hasta un hueco en los juncales que estaban a unos cien metros a la derecha y nos indicó que lanzáramos las pequeñas ninfas hacia una punta donde se terminaban los juncos; bastaron unos tres "complicados" lances y una bonita arco iris de algo más de un kilo salió disparada por el aire.
Seguimos caminando con Juancho por esa zona del juncal mientras Alejandro y Pablo probaban sobre el banco de grava clara, pero salvo un pique aislado y errado, nada más sucedió entre los juncos y pasado un rato regresamos a los vehículos para decidir si seguíamos o no pescando. Y la decisión fue la de continuar probando, ya que hacer una nota sin pescados no se luce tanto. Y de todos modos ya estábamos allí.
Todos con cara de mucho frío; Patricia y Hugo se metieron en la camioneta atentos a que alguien tuviera algún pique. No valía la pena quedarse afuera pues nos pusimos a pescar los cuatro a menos de 30 metros sobre el banco.
Y allí vimos algo que no habíamos visto jamás: era un continuo desfilar de sombras que iban y venían; la agitación del agua movía el fondo seguramente impidiendo que cualquier organismo vivo se pudiera refugiar, de modo que las truchas aprovechaban esa situación para patrullar y buscar este alimento hasta en zonas donde el agua no tenía más de 30 cms.
Antes de irnos sacamos cinco truchas en menos de una hora y media, poniéndoles la mosca al frente y viéndolas cómo a veces giraban para tomarla.
Servicios: Raúl Assef, (02945) 1568-2831; Juancho Cammisa, (02945) 45-4185.
Para ello, cuando llegamos a Esquel, nos conectamos con su permisionario, el Señor Raúl Assef, quien se encarga de conceder los accesos a este pequeño espejo de agua por un valor de 30 pesos por pescador.
Contratado el día de pesca, el acceso es muy fácil pues queda muy cerca de Esquel y sobre la ruta, a corta distancia de la estación de servicio que hay a su entrada.
Al hacer contacto visual con la laguna lo que nos llamó la atención fue la forma de los pocos árboles que había en la costa. Nos encantó la espectacular plataforma de arena clara junto a la cual se puede estacionar bajos los árboles.
Todo estaba muy lindo, pero de pescar ni hablar porque huimos con el rabo entre las patas por un muy fuerte viento, y para colmo en contra. A la vuelta, si había tiempo y estaba más calmo probaríamos (cosa que nunca hicimos pues regresamos con el tiempo justo).
DE REGRESO
Cinco años al menos pasaron hasta que regresamos, esta vez con Hugo, otro amigo; las condiciones del día eran distintas ya que casi no había viento, y nuestro guía, Juancho Cammisa, pudo acompañarnos en su gomón remando sin inconvenientes. La pesca fue buena y sin complicaciones.
La mañana siguiente parecía mejor que el día anterior, pero una cosa es mirar las hojitas del arbolito (en este caso un maitén), que está pegado a la cabaña y otra estar junto a la costa caña en mano. En la estación de servicio nos encontramos con Cammisa, a quien acompañaban Alejandro Cantón y Pablo Fuentes, y su camioneta que enganchaba un hermoso trailer con un catarraf sobre el cual pescaríamos.
Unos veinte minutos bastaron para divisar a corta distancia la Laguna Willimanco. Todos estacionamos con la camionetas mirando hacia la laguna y por el fuerte viento costaba abrir las puertas.
Bonitos corderitos reventaban en la parte azul profundo de la laguna y en la plataforma de grava blanca, por ser muy baja, sólo había olitas continuas y pequeñas arrugadas por las ráfagas de un viento realmente fuerte y parejo.
LA PRIMERA TRUCHA
Desde ya que de remar ni se habló y una vez vestidos para la pesca, Juancho Cammisa dijo que nos haría pescar. Nos llevó hasta un hueco en los juncales que estaban a unos cien metros a la derecha y nos indicó que lanzáramos las pequeñas ninfas hacia una punta donde se terminaban los juncos; bastaron unos tres "complicados" lances y una bonita arco iris de algo más de un kilo salió disparada por el aire.
Seguimos caminando con Juancho por esa zona del juncal mientras Alejandro y Pablo probaban sobre el banco de grava clara, pero salvo un pique aislado y errado, nada más sucedió entre los juncos y pasado un rato regresamos a los vehículos para decidir si seguíamos o no pescando. Y la decisión fue la de continuar probando, ya que hacer una nota sin pescados no se luce tanto. Y de todos modos ya estábamos allí.
Todos con cara de mucho frío; Patricia y Hugo se metieron en la camioneta atentos a que alguien tuviera algún pique. No valía la pena quedarse afuera pues nos pusimos a pescar los cuatro a menos de 30 metros sobre el banco.
Y allí vimos algo que no habíamos visto jamás: era un continuo desfilar de sombras que iban y venían; la agitación del agua movía el fondo seguramente impidiendo que cualquier organismo vivo se pudiera refugiar, de modo que las truchas aprovechaban esa situación para patrullar y buscar este alimento hasta en zonas donde el agua no tenía más de 30 cms.
Antes de irnos sacamos cinco truchas en menos de una hora y media, poniéndoles la mosca al frente y viéndolas cómo a veces giraban para tomarla.
Servicios: Raúl Assef, (02945) 1568-2831; Juancho Cammisa, (02945) 45-4185.
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