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Revista Domingo |LITERARIAS

A BOCA DO INFERNO

El domingo próximo pasado, se omitió en la edición de la nota "Aleister Crowley, su satánica majestad" (Ocultismo y misterio en torno a Fernando Pessoa) Tercera Sección, Literarias (Séptimo Día), pág. 6, la mención a las fuentes empleadas para elaborar la citada nota, de donde se consignaron datos y párrafos. Las mismas son: "Papel en blanco", de Magali Urcaray; "Fernando Pessoa/ A boca do inferno", rara-avisblog.blogspot.com; "El regreso de la gran bestia 666", de Xavier Theros; "Pessoa y Crowley" ("Milenio"), de Ariel González Jiménez y "Pessoa estaba fascinado por el ocultismo", de Leo Schlafman. Salvada la omisión, reproducimos hoy una de esas fuentes, la contenida en rara-avisblog.bolgspot.com. Por Ignacio Caballero y Blanca Gago

A BOCA DO INFERNO

A BOCA DO INFERNO

28 de Diciembre de 2008 | 01:00
En septiembre de 1930, el famoso ocultista y renegado de la Golden Dawn Aleister Crowley arriba al puerto de Lisboa con la intención de conocer a otro gran iniciado: Fernando Pessoa. Hacía tiempo que ambos mantenían correspondencia, desde que el poeta portugués, gran conocedor de las disciplinas astrológicas, descubriera con acierto un error de cálculo en la carta astral que el propio Crowley hizo de sí mismo. Pessoa no sólo era un erudito y admirador de las artes mágicas, sino que también se declaraba abiertamente miembro de la Orden de Cristo, sucesora de los Templarios en Portugal. Los grados de iniciación que en ésta u otra orden llegó a alcanzar el famoso poeta portugués nunca han quedado del todo esclarecidos. No es difícil intuir la intensidad hermética a la que llegaron las veladas entre estos dos hombres a lo largo de la famosa estadía en la capital lusa.
A finales de octubre se denuncia en Lisboa la desaparición del mago inglés y el veinticinco de este mismo mes aparece su pitillera en Cascais, una localidad costera cercana a Lisboa. El objeto fue hallado en lo alto del acantilado A Boca do Inferno, junto a lo que a todas luces parecía una nota de suicidio que rezaba:
No puedo vivir sin ti, la otra boca del infierno me agarrará, no será tan caliente como la tuya
Ni las autoridades portuguesas ni, por supuesto, el gobierno de Su Majestad, que envió a Lisboa una patrulla de hombres de Scotland Yard, quedaron conformes con la teoría del suicidio. Se interrogó a todos los que tenían relación con Crowley; Pessoa se convierte en el principal sospechoso. Un registro en la casa del poeta arrojó resultados que apoyaban la teoría del crimen pasional después de que los agentes de Scotland Yard encontraran en su estudio un poema que, según escribió en su informe el oficial de la investigación, era un "...certero y milimétrico mapa sentimental de las abigarradas y malévolas motivaciones que han empujado al señor Fernando Pessoa a cometer tan terrible crimen". Según entendieron los policías el texto encontrado narraba la relación que, desde hacía años, Pessoa mantenía con una misteriosa desconocida.
El largo poema se abre en 1928, con una declaración de rechazo al persistente recuerdo de Ofélia, un antiguo amor, más tarde el encuentro con la dama, cuyo nombre nunca mencionará, en una librería del Chiado. A partir de entonces, más con vocación de diario que de obra poética, Pessoa escribe con semanal puntualidad los pormenores de esta nueva y vibrante relación. Los primeros capítulos versan sobre los torpes acercamientos, las dudas, el rubor y la confusión; con el tiempo celebra el establecimiento de la relación, los cuidadosos avances permitidos y administrados por la innombrada desconocida, la asunción de ridículos diminutivos; la parte final es en la que con más esmero intentó penetrar Scotland Yard. En ésta, Pessoa narra cómo el y su amada ejercen de cálidos anfitriones de Therión en Lisboa, nombre que se otorga en el texto a Aleister Crowley. Un mes y medio después de la llegada de Crowley, Pessoa escribe en el poema-diario su última entrada en la que, apenas contenido el dolor, expone una terrible realidad; el oscuro mago ha seducido a su amada.
Scotland Yard no necesitó más para inculpar a Pessoa del asesinato de Crowley. Además, encontraron cartas escritas por el poeta a Alvaro de Campos en las que narraba su desdicha y desataba su furia contra el malvado Mago. En los interrogatorios Pessoa no negaba ni confirmaba nada: "...se limita a mantener una actitud fría y distante, sazonada con la característica sonrisa de autocomplacencia que todo asesino de gélida sangre suele exhibir", escribía el oficial al cargo. De nada sirvieron las declaraciones de varios amigos e intelectuales de la época explicando a las autoridades que la misteriosa amada, causa de toda la situación, nunca existió fuera de la imaginación del poeta, ya que se trataba de uno más de sus heterónimos, y por ende el poema-diario no era más que un experimento literario. La negativa de Pessoa a aceptar que aquella dama formaba parte de su Drama em Gente no ayudó a disipar las dudas de los investigadores.
Sólo cuando Aleister Crowley apareció en Alemania y la policía hubo comprobado su identidad, el poeta portugués quedó libre de cargos. Haciendo gala una vez más de su extraño sentido del humor, Crowley aseguró que en su ausencia se había fugado con una dama evanescente. Esta, por miedo a las represalias, había acabado suicidándose en uno de los peñascos del Rhin, desde donde los románticos solían dar rienda suelta a sus ansias vitales en el siglo XIX. El inglés se negó en rotundo a dar más detalles sobre la identidad de la dama, cuyo cadáver nunca fue hallado. La investigación se cerró y el poema inculpatorio quedó en los registros de Scotland Yard, que nunca acabó de creer totalmente en la inocencia de Pessoa. La huella de la dama era, quizá, demasiado fuerte para tratarse de una pura invención, y la policía inglesa nunca pudo comprender del todo el concepto de "heterónimo", a pesar de las maneras de gentleman que exhibía el portugués. Sin embargo, lo cierto es que Pessoa había inventado a su dulce amada para refugiarse del desengaño que le produjo la ruptura con la bella Ofélia, una mujer de carne y hueso que se cansó de esperar que la pidiera en matrimonio.
Contrariamente a las mujeres reales que había conocido Pessoa, esta dama imaginaria se caracteriza por su total entrega al amado, su aceptación de él tal y como es y su mezcla perfecta de sensualidad y bondad infinitas. El poeta escribió así los más dulces versos de amor hacia un ser, el único, que podía apreciarlo y comprenderlo tal y como era. Con ella, que nunca exigía nada, que adivinaba sus deseos y se esforzaba por cumplirlos, el poeta fue probablemente mucho más feliz que con cualquiera de las mujeres reales que conoció. Así, mediante la escritura y la interiorización del otro imaginario Pessoa resolvió, una vez más, su permanente conflicto con la sociedad y los desengaños sufridos por culpa de unos semejantes poco dispuestos a coexistir satisfactoriamente con él. Pero la aparición de Crowley precipitó la ruptura y desaparición de esta mujer ideal por causas aún desconocidas, ya que el poema, a pesar de haber sido rescatado de los archivos policiales, no especifica los motivos del alejamiento de los amantes ni del verdadero papel de Crowley en la historia. No obstante, es fácil suponer que el ocultismo y sus misteriosos designios tuvieron algo que ver. Quizá la historia con esa dama sin nombre que acabó despeñada habría tenido un final feliz si Crowley no se hubiera interpuesto entre ambos. Aunque, pensándolo bien, Pessoa nunca se habría permitido un final feliz... y Crowley sólo le hizo un favor llevándose a su amada.

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