El Corpus Christi convocó a una multitud en la Catedral

Tenía 27 años cuando llegó a La Plata con el objetivo de misionar en tierras desconocidas. Atrás habían quedado 20 días de viaje sobre el océano Atlántico y todas las promesas hechas a la hora de la oración nocturna en su viejo noviciado de Savona. Ayer, para celebrar los cien años de la llegada de Sor María Ludovica a la Ciudad, la tradicional procesión del Corpus Christi salió por primera vez en su historia del Hospital de Niños y convocó a centenares de fieles en la Catedral platense.

La celebración por el recuerdo de la beata platense comenzó al mediodía en el hospital que lleva su nombre. Allí se consagró una misa especial dedicada a la superiora que fuera beatificada hace cuatro años por Juan Pablo II y a las 15, cuando la capilla del lugar estaba colmada de fieles, la procesión partió rumbo al templo mayor de la Ciudad para participar de la tradicional homilía que la Iglesia Católica realiza durante cada Corpus Christi.

De la procesión, que estuvo encabezada por el arzobispo platense Héctor Aguer, participaron entre otros autoridades religiosas, seminaristas, colegios religiosos de la Ciudad, los directivos del hospital y el intendente Pablo Bruera, quienes marcharon por calle 14 desde 65 hasta las puertas de la Catedral.

Durante la peregrinación, los cantos y rezos de los fieles estuvieron dedicados a la figura de Ludovica y a su obra en el hospital platense, donde la monja que naciera en Italia en 1880 y muriera en La Plata en 1962 consagró toda su vida religiosa.

Cuando Ludovica llegó a La Plata, el hospital que hoy lleva su nombre eran apenas dos salas de madera donde iban a parar los chicos enfermos que no tenían que comer. Quienes la conocieron, no dudan en asegurar que fue el empeño de la monja italiana el que posibilitó que esas salas se multiplicaran con el paso del tiempo y llegaran a convertirse en lo que son actualmente.

"Fue muy importante que en este Corpus Christi se recordara la llegada de Ludovica a nuestra ciudad -contó el cura Fernando García Enriquez, párroco de la capilla del Hospital de Niños-. El Corpus Christi siempre se concentra en una iglesia y de ahí parte en procesión hacia la Catedral. Por eso fue una decisión acertada cambiar la modalidad de este año, sobre todo por lo que significó la tarea de la superiora en la vida social y religiosa de la ciudad. Y no sólo por su beatificación en el 2004, sino más que nada por su obra misericordiosa dentro del hospital".

Ya en el templo mayor, cerca de las 16, Aguer presidió la misa e invitó a todos los fieles a reflexionar sobre "el misterio de la eucaristía" y a "recuperar el verdadero significado de la comunión espiritual".

A esas horas, la nave central de la Catedral estaba repleta de autoridades religiosas y civiles y de feligreses que iban siguiendo en silencio las palabras de Aguer, quien recibió al final de la misa un inusual canto de feliz cumpleaños de parte de los curas que presenciaban la homilía.

"Sabíamos que era su cumpleaños y nos pareció que valía la pena festejarlo en ese momento, justo después de la misa -confió García Enriquez-. Este Corpus Christi fue diferente a otros, y en eso tuvieron que ver los cien años de la llegada de nuestra beata. Es importante para mantener vivo su recuerdo. Es importante para que todos sepan quién fue Ludovica".

UNA VIDA

Había llegado en diciembre de 1907 al país proveniente de Italia y fue recibida en Buenos Aires. Pero en 1908, a los pocos meses de su arribo, la congregación de Las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia la destinó al hospital de La Plata y allí se quedó hasta el día de su muerte.