Daniel Dadín
| 6 de Diciembre de 2010 | 00:00

Su fallecimiento
El fallecimiento de Daniel Dadín, a los 57 años, provocó hondo dolor en los círculos comerciales, sociales y deportivos con los que se vinculó tanto en su Ensenada natal como en nuestra ciudad, donde se encontraba viviendo desde hacen tres décadas.
Hijo de Nelva Cianciosi -docente- y Abel -trabajador de YPF-, hermano de Horacio, Daniel Marcelo nació el 4 de agosto de 1953. La calle Don Bosco, el barrio Cambaceres y el club Náutico, cuyos planteles integró como jugador de básquet amateur, fueron los escenarios de su infancia y adolescencia.
Tras cursar los estudios primarios en la Escuela Nº1 y completar los secundarios en la Escuela de Enseñanza Media Nº1, inició la carrera de Ciencias Jurídicas. Pero al tiempo dejó las aulas de la facultad de Derecho para volcarse de lleno a la actividad comercial: primero en el rubro de productos cosméticos y perfumería, y luego en el de alarmas y dispositivos domiciliarios de seguridad.
Casado en 1976 con Silvia Rolandelli -psicóloga de vasta trayectoria en el hospital ensenadense Horacio Cestino-, estableció su hogar en las inmediaciones del parque Saavedra. La pareja tuvo dos hijos: Jerónimo, ex rugbier del club La Plata actualmente radicado en Barcelona, y Agustina, quien falleció en 2002. Juan Bautista, hijo de Agustina, vive con sus abuelos desde entonces; para "Pino" Dadín -tal como lo conocieron sus afectos-, acompañarlo a sus entrenamientos y partidos en el club Atenas era uno de los momentos más esperados de cada semana.
Fanático de Estudiantes de La Plata en lo futbolístico, Daniel Dadín creía en el deporte como herramienta para crecer en la solidaridad y el trabajo en equipo. Apasionado por los viajes, los organizaba minuciosamente para disfrutar al máximo el descubrimiento de nuevos paisajes y expresiones culturales.
Temperamental, agudo y ocurrente, sus remates inesperados y su carisma lo convertían en animador de los encuentros que compartía con amigos entrañables como Raúl Giulietti y Hugo Marchioni; reuniones en las que solía lucirse como eximio cocinero. "El amor incondicional que sintió por sus hijos", lo recordaron los suyos, "también se extendió a los amigos de los chicos; siempre se brindó por entero a sus afectos, una cualidad que mantuvo siempre a pesar de las adversidades".
El fallecimiento de Daniel Dadín, a los 57 años, provocó hondo dolor en los círculos comerciales, sociales y deportivos con los que se vinculó tanto en su Ensenada natal como en nuestra ciudad, donde se encontraba viviendo desde hacen tres décadas.
Hijo de Nelva Cianciosi -docente- y Abel -trabajador de YPF-, hermano de Horacio, Daniel Marcelo nació el 4 de agosto de 1953. La calle Don Bosco, el barrio Cambaceres y el club Náutico, cuyos planteles integró como jugador de básquet amateur, fueron los escenarios de su infancia y adolescencia.
Tras cursar los estudios primarios en la Escuela Nº1 y completar los secundarios en la Escuela de Enseñanza Media Nº1, inició la carrera de Ciencias Jurídicas. Pero al tiempo dejó las aulas de la facultad de Derecho para volcarse de lleno a la actividad comercial: primero en el rubro de productos cosméticos y perfumería, y luego en el de alarmas y dispositivos domiciliarios de seguridad.
Casado en 1976 con Silvia Rolandelli -psicóloga de vasta trayectoria en el hospital ensenadense Horacio Cestino-, estableció su hogar en las inmediaciones del parque Saavedra. La pareja tuvo dos hijos: Jerónimo, ex rugbier del club La Plata actualmente radicado en Barcelona, y Agustina, quien falleció en 2002. Juan Bautista, hijo de Agustina, vive con sus abuelos desde entonces; para "Pino" Dadín -tal como lo conocieron sus afectos-, acompañarlo a sus entrenamientos y partidos en el club Atenas era uno de los momentos más esperados de cada semana.
Fanático de Estudiantes de La Plata en lo futbolístico, Daniel Dadín creía en el deporte como herramienta para crecer en la solidaridad y el trabajo en equipo. Apasionado por los viajes, los organizaba minuciosamente para disfrutar al máximo el descubrimiento de nuevos paisajes y expresiones culturales.
Temperamental, agudo y ocurrente, sus remates inesperados y su carisma lo convertían en animador de los encuentros que compartía con amigos entrañables como Raúl Giulietti y Hugo Marchioni; reuniones en las que solía lucirse como eximio cocinero. "El amor incondicional que sintió por sus hijos", lo recordaron los suyos, "también se extendió a los amigos de los chicos; siempre se brindó por entero a sus afectos, una cualidad que mantuvo siempre a pesar de las adversidades".
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