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Revista Domingo |TURISMO

El Camino Real, un espectacular e imperdible circuito en México

Hace más de tres siglos los pasos de los pueblos indígenas y de los españoles trazaron una ruta comercial de casi tres mil kilómetros que la UNESCO ha declarado Patrimonio de la Humanidad

13 de Marzo de 2011 | 00:00

Desde la capitalina plaza de Santo Domingo partía el Camino Real, una vereda, que surcó Zacatecas, Querétaro, Guanajuato, Aguascalientes, San Luis Potosí y Chihuahua hasta la ciudad estadounidense de Santa Fe, en Nuevo México, sembrando a su paso los cimientos de algunas de las más bellas e importantes urbes coloniales del país.

A partir de ese camino, fueron los indígenas quienes dieron a los españoles las pistas en su periplo en busca de la plata de México.

El descubrimiento en el siglo XVIII de minas en Zacatecas, estado aún responsable de que México se dispute con Perú el título de primer productor de plata en el mundo, ejerció de brújula de este itinerario.

Por él se transportó también el mercurio importado de Europa y se cruzaron las distintas clases sociales, costumbres y visiones del mundo que configuraron el México mestizo actual.

UN CAMINO DE PLATA Y DE FE

Esos españoles impulsados por lo que los indígenas llamaban "lágrimas de la luna", consideraban, según los historiadores, como una primera necesidad contar con lugares de culto donde celebrar sus misas y rezar, y fue a través de las iglesias, como crearon poblaciones "reales" en aquel vasto territorio que aún no conocía asentamientos urbanos.

Esos mercados, escuelas, teatros y casas hicieron "real" al Camino que los españoles seguían, inspirados por el tránsito de los indígenas pero ansiosos por convertirlo en algo que resultase tangible para su perspectiva del mundo.

El mundo español católico dependía las iglesias, y por eso, según descubrían yacimientos de plata en su periplo hacia el norte, los colonos reclamaron la presencia de constructores y escultores de primera categoría, que se coordinaron con las distintas tradiciones locales de maestros y artesanos para establecer sus asentamientos y edificar los templos y viviendas.

De esa manera, el Camino Real fue el escenario de intercambios únicos entre distintas culturas de ambos lados del Atlántico, que se tradujo en una proliferación de cúpulas y bóvedas decoradas por manos indígenas, de las cuales muchas se conservan aún en buen estado.

En su senda, los españoles se dejaron guiar por las rutas con las que ya contaban los primeros pobladores de México para comercializar turquesas, cerámica y plumas. Ellos, inspirados por sus ancestros norteños, fueron los primeros artífices de que se conquistase ese Nuevo México que hoy es forma parte del territorio de Estados Unidos.

En aquella lejana época, los movimientos que se iniciaban desde la capital mexicana no sólo tuvieron que ver con los conocimientos de los indígenas, sino también con sus necesidades.

Pueblos como los conchos, los zacatecos y los chichimecas mostraron a sus invasores dónde estaban las fuentes de agua y alimento que les permitirían a ellos y a sus animales seguir su camino hacia el norte.

POSTALES MINERAS

Fue así, huyendo del desierto y buscando la plata, como, por ejemplo, se colocaron las primeras piedras de San Miguel de Allende, una de las postales mexicanas favoritas de los turistas estadounidenses o del que probablemente sea uno de los más importantes edificios de la Nueva España, la catedral de Zacatecas.

Sus imponentes torres, casi encajadas en esta ciudad laberíntica, son un emblema de la ornamentada arquitectura churrigueresca, digna de la aristocracia que surgió en torno a las minas cercanas, y, al mismo tiempo, del desorden con el que estas poblaciones crecieron.

Un caos demográfico que todavía recuerdan hoy las pintorescas aglomeraciones de casitas de colores que salpican otras ciudades del Camino Real, como la hermosa Guanajuato.

Los templos, las haciendas y las caballerizas brotaron al paso de los españoles, como también sucedió en Chihuahua, cuya catedral continúa siendo el edificio colonial más vistoso del norte, y en la vecina San José de Parral, la localidad que posee la única parroquia con bóveda del México norteño.

Pero los parralenses no son conscientes del "tesoro" con el que cuentan y no lo divulgan a nivel turístico como una segura fuente de ingresos.

TESTIGO DE LA HISTORIA

Algo parecido ha sucedido siempre con este Camino Real, cuya trascendencia ha sido omitida, a pesar de que comprenda cinco sitios inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial que no habrían existido de no ser por esta ruta.

Es la primera vez que México, que ya cuenta con otros treinta lugares señalados así por la Unesco, obtiene este reconocimiento de ese organismo para un itinerario cultural, y muchos en ese país esperan que este paso sea definitivo para la protección y la promoción del Camino Real por parte de las autoridades gubernamentales mexicanas.

Para realizar, por ejemplo, un viaje desde el Distrito Federal hasta la norteña Ciudad Juárez se debe transitar por el Camino REal, que hoy ocupa la carretera federal 45, conocida como la "Panamericana".

El Camino Real atestigua cómo la Historia a veces se repite y que por lo general no se recorre en una sola dirección, porque después de sentir los pies descalzos de los indios, el Camino Real soportó el peso de los carruajes de los conquistadores que doblegaron a esas etnias para explotar los yacimientos mineros.

Pero lo que los españoles construyeron para vertebrar sus dominios sirvió también para desmantelarlos, ya que se dice también que, hace ahora dos siglos, el cura Miguel Hidalgo y sus insurgentes utilizaron esta misma ruta en los albores de la lucha por la Independencia mexicana.

En la actualidad, los inmigrantes mexicanos y centroamericanos que buscan un futuro mejor en Estados Unidos siguen pisando, muchos quizás sin saberlo, el suelo del Camino Real, capaz de responder a las preguntas que el país se hace, para saber de dónde viene.

Todavía hoy, quien en suelo mexicano quiere expresar que queda una gran distancia en adelante lo hace diciendo "de ahí para el Real": los miles de kilómetros que México recorrió en busca de su norte.

INFORMACION COMPLEMENTARIA

Hospedaje

En la capital mexicana, el costo de una habitación doble de hotel (tres estrellas), con desayuno incluido, arranca de los 24 dólares diarios (Hotel Amassador México; Humboldt Nº 38).

En el Distrito Federal, la tarifa diaria de una cama en un hostel, con desayuno, parte de los 14 dólares (Hostel Amigo; Isabel La Católica Nº 61).

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