Radiografía de un oficio de riesgo

"Dale, dale, dale..." El grito, repetido una y otra vez, tiene tanto de indicación como de palabra de aliento. Corriendo, Julio Lemos, junta las bolsas de basura de la vereda y, desde el camión, el sonido de su voz se oye ir y venir constantemente. Del otro lado de la calle, Oscar Canteros, su compañero, se apura para seguir el ritmo. Cada vez que se "descuelgan" del camión, vuelve a escucharse el mismo grito, que también es la señal para que Alberto Villegas, el chofer, no detenga la marcha. Ya llevan una hora trabajando a ese ritmo y aún tienen por delante otras seis. Cuando el cansancio aparece, vuelve a escucharse el mismo grito: "Dale, dale, dale...".

Lemos, Canteros y Villegas conforman uno de los 42 equipos que, noche tras noche, recorren las 7.500 cuadras del Casco Urbano platense para recoger toneladas de residuos, en una tarea que les insume no menos de siete horas y para la cual deben afrontar constantemente el riesgo de sufrir accidentes de tránsito o heridas con vidrios, chapas o jeringas que la gente descarta en las bolsas de residuos.

Por ese trabajo, los recolectores, que están afiliados al sindicato de Camioneros, perciben sueldos del orden de los 8.000 pesos mensuales, que pueden variar dependiendo de la jerarquía y la antigüedad de cada trabajador.

La rutina de cada día comienza alrededor de las 19 horas. A partir de ese momento, choferes y peones comienzan a llegar al predio que la empresa Esur -concesionaria del servicio de recolección de residuos de la Ciudad- posee en 72 y 138 y, mientras algunos se cambian en el vestuario, otros eligen charlar al costado de los camiones. Cada uno busca a sus compañeros, que siempre son los mismos, en algunos casos desde hace años.

Cerca de las 20, todos se alistan para salir. La fila de camiones comienza a formarse tras el portón y todos esperan con ansiedad el momento en el que se da la señal para partir rumbo al destino prefijado. "Todos quieren salir temprano para que no se atrase el trabajo, pero nunca podemos largar antes de las ocho de la noche, porque es el horario antes del cual le pedimos a los vecinos que saquen las bolsas", explica Ricardo Díaz, director municipal del área de Residuos e Higiene Urbana.

Junto a él, un equipo de supervisores controla a las distintas dotaciones durante todo el tiempo que dura la recolección. El objetivo es estar alerta para solucionar cualquier imprevisto que pudiera ocurrir.

Tras salir de la base de la empresa, cada equipo se dirige a la zona que tiene asignada. Siempre es la misma cuadrícula de calles y, salvo alguna excepción, suele hacerse siempre el mismo recorrido, para que tanto peones como choferes puedan familiarizarse con el barrio que deben "limpiar" diariamente.

UN RITMO IRREGULAR

Con las modificaciones introducidas en las últimas semanas en el sistema de recolección (ver aparte), los trabajadores debieron adaptarse a un nuevo esquema de trabajo, que contempla recorridos más cortos pero con un ritmo más irregular.

Atrás quedaron las corridas continuas levantando bolsas. Ahora, en cambio, esa tarea se mantiene pero sólo durante unos metros. En cuanto aparecen grandes bultos, como restos de podas, el camión debe estacionarse para esperar a que se cargue todo el material. Para ello, los peones se ayudan con horquetas y canastos. El objetivo es siempre el mismo: tratar de apurar la tarea para proseguir el viaje.

Mientras comentan los pormenores de su trabajo, las cifras que arrojan los trabajadores impresionan: cada noche llegan a cargar con sus brazos hasta 19.000 kilos de basura en el camión, que es capaz de comprimir en su caja hasta cinco veces su propio volumen.

ACCIDENTES

Aunque suelen estar atentos a todo lo que pueda ocurrir y cuentan -según afirman ellos mismos- con una vasta experiencia como para poder detectar a tiempo los riesgos a los que se exponen, los recolectores saben que no están exentos de sufrir algún percance durante la noche.

Autos que intentan pasar al camión por la derecha y motos que se cruzan entre los peones son, por ejemplo, algunas de las escenas riesgosas que pueden observarse durante el recorrido.

Pero el tránsito no es sólo una preocupación para quienes cargan las bolsas. "Le tengo que prestar más atención a la calle que a ver dónde están mis peones, porque nunca falta alguna bicicleta o moto sin luces que quiere pasar por donde no puede y se termina produciendo un accidente", indica Villegas, mientras conduce por la zona de 11 y 68.

Más riesgosa aún parece ser para los trabajadores la presencia de materiales cortantes o punzantes en las bolsas, que pueden provocar lesiones a pesar de la protección que ofrecen los guantes.

"Vivimos recomendando que se reciclen los vidrios y que residuos peligrosos, como las jeringas, se dispongan adecuadamente, pero así y todo siempre estamos expuestos a sufrir accidentes. El principal problema lo tenemos en los geriátricos, que sacan las bolsas a la calle con esos elementos. En algunos casos, hasta tuvimos que hacer la denuncia policial, porque son elementos que no pueden sacarse con los residuos habituales", destaca Raúl Benítez, delegado de los trabajadores de Esur.

MADRUGADA

Tras unas siete horas de recorrido, ya de madrugada, el final de la jornada de trabajo todavía exige el viaje hacia la planta de la Ceamse en Punta Lara. Allí, los camiones son descargados para poder regresar a la base de la empresa.

Ya en el predio, los vehículos serán lavados y controlados para volver a estar en condiciones para la tarea del día siguiente, cuando miles y miles de kilos de basura vuelvan a ser recogidos de las calles platenses.