La culpa es de los pibes

“LA HUÉRFANA” SE VERÁ ESTA NOCHE A LAS 22, POR SPACE

Por AMILCAR MORETTI

“La huérfana”, esta noche en horario central. ¿Por qué será que a Hollywood -a los norteamericanos, a su cultura- tanto los atrae el asunto de los niños malvados que introducen lo macabro en el hogar? Es como una infección: la idea del virus al que se le abre la puerta por buena voluntad y, sin saberse ni quererlo, pasa a inficionar el centro de la célula familiar, desata todos los conflictos, alcanza los centros neurálgicos en conflictiva latencia, desarrolla y estimula el odio y trae consigo la destrucción, la muerte, el horror, el miedo y el “terror”, palabra que tiene que ver con “terrorismo”, algo que desde hace unos años le vuela la cabeza al ciudadano medio de USA y parece ser estimulado oficialmente para justificar algunas acciones bélicas, digamos, “preventivas”.

No es que sea de ahora, ni siquiera desde el 11 de Setiembre del 2001. Durante casi todo el siglo XX el cobijo inocente e ingenuo del Mal venía del lado del comunismo. Nunca se sabía cuándo alguien podía ser comunista, es decir, atentar contra la libertad y el hogar, aunque la libertad no fuera tal ni tanta y el hogar de modo colectivo -una idea de hogar, de familia- se la pasó dando señales de crisis e incontinencias durante la centuria.

En los años 50 comenzaron a reproducirse algunos síntomas en novelas y posteriores películas sobre estos niños, extraterrestres o fantásticos, sobrenaturales, que traen el mal consigo. “El pueblo de los malditos”, de 1960, es un clásico de verdad, aunque es inglesa y la dirigió un alemán. La novela de base es de John Wyndham, narrador más que destacado en la ciencia ficción con resonancias muy serias. En 1995, John Carpenter hizo una remake buena con el fallecido Christopher Reeve (“Superman”). Una epidemia de chicos todos iguales, masificados y respetuosos… pero “diabólicos”, o extraterrestres, que en cierta imaginación ideologizada y racista es lo mismo.

Puede hacerse una larga lista, desde los recordados chicos o nacimientos y embarazos con Polanski en “El bebé de Rosemary”, otro clásico que habla de muchas cosas, y “Demián”, la primera entrega con el chico del triciclo que le mueve la escalera a la madre para que caiga al vacío. No está mal para hablar de la paranoica “infección” de chicos “invitados” o, en el fondo, no imaginados. O no queridos. Al fin y al cabo, a alguien hay que echarle la culpa, y qué mejor que al más débil: los niños, los hijos…

Hoy, “La huérfana”

“La huérfana” no recibió las mejores críticas pero tuvo bastante público. Como dice la letra de Ferrer en el tango: “tiene un no sé qué…”, por momentos logrado. Casi todos de los 150 comentarios subidos a FilmAffinity, el sitio digital español, dicen cosas como estas, ambivalentes: por un lado, “la película se encuentra llena de tópicos típicos de estas narraciones, y por momentos se notan y hacen que sea algo previsible. Además, los sustos, la mayoría de ellos por golpes de sonido, ni son demasiado buenos ni lo suficientemente inesperados (en su mayoría) para que resulten efectivos.”

Acto seguido, viene resaltado lo que vale la pena en la película: “Por otro lado, en la parte positiva, empezaré mencionando los numerosísimos momentos de tensión con los que cuenta la película de Collet-Serra. Uno tras otro sin parar, el espectador logra ponerse de los nervios, llegando a odiar a la pequeña pero matona Esther. La película goza de escenas espeluznantes y perturbadoras, así como momentos emotivos y tristes. (…) Su última media hora es simplemente sensacional. Desde que se descubre el secreto de Esther (tan inesperado como original) hasta que aparecen los créditos finales el espectador no puede dejar de agarrarse a la butaca con todas sus fuerzas, sufriendo y disfrutando al mismo tiempo de un espectáculo de lo más tenso.”

A mi entender, el comentarista exagera por ambos extremos, sobre todo el generoso, pero algo de esos valores destacados contiene “La huérfana”. Pero, en una programación donde no sobresalen películas -todas reposiciones- de inimitables virtudes, esta de terror merece ser tenida en cuenta.

Y una última acotación. Refiere a “Otra vuelta de tuerca”, novela de la cual ha dado el cine y la televisión varias versiones. Se trata de la joyita literaria de Henry James, maestro absoluto de la novela, y el que instaló la renovación del género (la novela, aclaro) antes de toda la revolución del siglo XX. Henry James era inglés. Bueno, no. Era norteamericano, pero se fugó a Gran Bretaña porque Estados Unidos era un país rústico. Y escribió como un británico. Otra aclaración: bueno, no como un inglés puro, sino como un norteamericano que alcanzó un refinamiento puramente británico. De la combinación, irrepetible, salieron novelas magistrales donde el punto de vista introduce una ambigüedad inquietante. En “Otra vuelta de tuerca”, repito, pequeña obra maestra (y no soy de tirar a la marchanta dicha calificación), los dos hermanitos a cargo de la institutriz pueden ser “demasiado” terrenales, formados en la visión prematura que deriva en perversión sexual; pueden ser producto de otra perversión: la histeria sexualizada de la institutriz; o pueden ser, religiosamente diabólicos. O repito: simplemente, víctimas de los adultos, sus acciones o sus miradas.

“La huérfana”, Space a las 22.

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