Belgrano, Roca, Rosas... se reavivan las pasiones en torno a la historia nacional

LA POLICÍA DE BARILOCHE INTENTA IMPEDIR QUE MANIFESTANTES DERRIBEN LA EMBLEMÁTICA ESTATUA DE ROCA EN EL CENTRO CIVICO DE LA CIUDAD. AL CUMPLIRSE EL CENTENARIO DE SU MUERTE DIAS ATRÁS, NO HUBO ACTOS RECORDATORIOS POR PARTE DE ORGANISMOS OFICIALES.

Dos episodios recientes lograron reavivar viejas pasiones en torno figuras de la historia nacional. Por un lado la llamativa ausencia de actos y menciones oficiales en relación al centenario de la muerte del ex presidente Julio Argentino Roca, que pasó inadvertido días atrás; por el otro, el lanzamiento de un nuevo libro sobre Manuel Belgrano (el prócer favorito de la presidenta Cristina Fernández) que pinta por primera vez al creador de la Bandera como un funcionario y militar incompetente y un egocéntrico sin sentido común.

Mientras que la ausencia de homenajes oficiales a Roca fue denunciada por algunos medios enfrentados al gobierno como una clara manipulación de la historia; la publicación de “El Enigma Belgrano” fue recibida con fuertes criticas por intelectuales afines a él. Tanto Pacho O`Donnell, presidente del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico, como Horacio González, director de la Biblioteca Nacional y líder de Carta Abierta, no tardaron en acusar al autor del libro, Tulio Halperín Donghi, de incurrir en “una cadena de subjetividades, preconceptos y psicologismos sin sustancia”, así como en un “ensayismo moral”.

Mientras que la falta de homenajes oficiales a Roca fue denunciada por medios enfrentados al gobierno, la publicación de “El Enigma Belgrano” fue recibida con criticas por intelectuales afines a él

Las reacciones desatadas por ambos episodios evocan de algún modo la disputa que se produjo hace cuatro años luego de que el gobierno convirtiera al 20 de noviembre, fecha de la batalla de la Vuelta de Obligado, en un nuevo feriado nacional. Así como algunos historiadores salieron entonces a apoyar la medida por considerarla una reivindicación de la defensa de la soberanía; otros la señalaron como un absurdo por “la escasa relevancia histórica” que aquel enfrentamiento de criollos contra una escuadra anglo-francesa habría tenido a su entender.

Y lo mismo podría decirse de la decisión del Poder Ejecutivo, ratificada este año por el Congreso, de remover la estatua de Cristóbal Colón ubicada frente a la Casa Rosada para reemplazarla por la de Juana Azurduy, una patriota del Alto Perú a quienes algunos consideran una heroína de la Independencia y otros una figura menor.

Lo cierto es que si bien, como señala el historiador Claudio Panella, “casi todos los gobiernos explicitan su mirada sobre la historia nacional como una forma de reconocerse dentro de tal o cual tradición”, pocos han llegado a preocuparse tanto por ello como el gobierno actual; lo que parece proyectar sobre nuestro pasado muchas de las tensiones que también se viven hoy.

UN “INTOCADO”

Entre los próceres de nuestra historia, acaso ninguno haya sido menos cuestionado que Manuel Belgrano, a quien los historiadores de las más diversas ideologías siempre han descripto como un símbolo de las virtudes cívicas. De ahí que la publicación de “El Enigma Belgrano”, donde Halperín Doghi lo pinta como una suerte de niño mimado que no duda en asumir responsabilidades que lo exceden y resulta incompetente para muchas de las funciones que le toca cumplir, haya sido vista por algunos como provocación.

Profesor en la Universidad de Berkeley, California, donde vive desde 1971, y un reconocido crítico de la corriente revisionista histórica tan afín al peronismo, Halperin Donghi se basa en los textos de Mitre y José María Paz, así como en la autobiografía del propio creador de la Bandera, para presentar un Belgrano diferente al de la historiografía tradicional: un militar revolucionario que provoca un sangriento motín entre sus soldados al ordenarles que se corten las trenzas, un funcionario colonial que propone construir chimeneas hogareñas con materiales inaccesibles para la época, un hombre que comete errores y los atribuye una y otra vez a la injusticia o la estupidez del mundo...

“¿Cómo alguien tan imperfecto, tan privado de virtudes, pueda ser tan bien considerado por las distintas versiones de la historia argentina?”, constituye el enigma que Halperín Donghi parece plantear desde el título de su libro y que Pacho O`Donnell, uno de los primeros en salir a cuestionarlo, responde atribuyendo ese hecho a la propia “aproximación prejuiciosa” que emprende el autor.

Tras acusar Halperín Donghi de describir la figura de Belgrano “por medio de anécdotas conocidas (...) e inferencias audaces sin abordar las circunstancias sociales y políticas de la época, lo que condena al texto a una cadena de subjetividades, preconceptos y psicologismos sin sustancia”, el director del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico dice que “lo que más impresiona es su tono, entre la burla y la impiedad insólitas, que adjudica al prócer aventurados defectos como la egolatría, la irresponsabilidad intelectual, la ausencia de sentido común”.

“Esta bizquera ideológica -agrega O`Donnell- hace que quede soslayado en este libro el compromiso de Belgrano con los desposeídos como es evidente en su propuesta de escuelas para pobres, también la inclusión de mujeres y de afrodescendientes en las aulas, lo que lo erige como el pionero de la educación popular entre nosotros. Puede decirse que don Manuel fue lo más avanzado en ideales progresistas que se podía ser en su época”.

ERRORES Y PARCIALIDADES

“Como secretario del Consulado (de Comercio de Buenos Aires), Belgrano impulsó una gran cantidad de reformas muy valiosas; creó la Escuela de Náutica, la Escuela de Matemática, alentó el desarrollo de estudios científicos...; entre 1810 y 1820 siempre estuvo en cargos importantes sin que sus contemporáneos le hayan criticado especialmente su actuación. Por supuesto que no era un militar, pero cuando le tocó serlo asumió esa función con gran responsabilidad”, señala el historiador Fernando Barba tras excusarse de opinar sobre el libro de Donghi, el cual dice no leyó.

Para Barba, que dirige el Centro de Historia Argentina y Americana y es docente de la UNLP, el caso de Belgrano es sin embargo distinto al de Roca, la otra figura que ha sido objeto de polémica en los últimos días. “ A Roca se lo condena hoy por un montón de cuestiones, muchas veces desde una mirada parcial. Se lo acusa por ejemplo de haber sido el responsable del ‘genocidio” del pueblo mapuche, cuando genocidio es un concepto que aparece después de la Segunda Guerra Mundial y que no se ajusta a la realidad de las conquistas de territorios que se vivía por esos años en todo el mundo, lo que equivale a cometer el error de juzgar el pasado desde una mirada actual”.

“Por otra parte, hay que señalar que no fue Roca sino el presidente Avellaneda quien firmó la Ley de Avance de Fronteras, y que para entonces el indio ya había sido en gran medida exterminado. Sólo Rosas, en la primera campaña, había terminado ya con 10 mil indios de lanza, aunque nadie ve hoy a Rosas como un `genocida de aborígenes`. Y tampoco fue Roca quien le vendió las tierras conquistadas a unos pocos terratenientes”, comenta el historiador.

A su entender, “es un error muy común esto de personificar acciones y procesos cargando todo su responsabilidad sobre un solo personaje-. Lo mismo se ha hecho con Colón, a quien hoy se le achaca haber sido el gran iniciador del exterminio de los pueblos americanos, cuando nada había pasado aún con los indios al morir Colón”. “Cuando se busca bajar algunas figuras históricas para subir otras siempre se cae en una mirada parcial”, dice después.

También Claudio Panella, ex director del Archivo Histórico de la Provincia y docente de la UNLP, menciona la decisión de reemplazar la estatua de Colón por la de Juana Azurduy y la reivindicación de la batalla de la Vuelta de Obligado como dos ejemplos de que el actual gobierno parece ir más allá del revisionismo tradicional.

“En la misma línea se entiende la crítica a la figura del general Julio Roca, a quien se lo identifica con el exterminio de los aborígenes a partir de la denominada Campaña al Desierto como así también con el aumento significativo del poder terrateniente. Pero se le reconoce, por parte de algunos revisionistas inclusive, su contribución a la construcción del Estado y a la sanción de leyes trascendentes como la de Educación Común, que establecía la enseñanza elemental como obligatoria, gratuita y laica”, explica el historiador.

“En mayor o menor medida casi todos los gobiernos explicitan su mirada sobre el pasado nacional; algunos, como el actual, con más intensidad que otros, como una forma de reconocerse dentro de tal o cual tradición”, dice Panella, quien reconoce que si bien está de acuerdo en que un gobierno se inspire o tome ejemplos del pasado para legitimar sus acciones en el presente”, “la realidad histórica suele ser más compleja de lo que parece”.