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Información General |ARGENTINA SE CONVIRTIO EN EL TERCER ESTADO DEL MUNDO EN REGULAR LAS GRASAS TRANS

Un veneno oculto en los alimentos que a partir de ahora está restringido en el país

El miércoles pasado terminó de entrar en vigor la limitación de uso de grasas trans, una ley que busca salvar miles de vidas

7 de Diciembre de 2014 | 00:00

Clic para ampliarArgentina acaba de convertirse en el tercer país del mundo y el primero de América Latina en limitar por ley el uso de las grasas trans, un producto utilizado por la industria para mejorar el aspecto y la duración de muchos alimentos pero responsable de un fuerte aumento en la mortalidad por accidentes cerebrovasculares e infartos de corazón.

Desde el miércoles pasado, fecha en que terminó de entrar en vigencia la medida, ningún producto alimentario vendido en nuestro país podrá superar el 5% de grasas trans sobre el total de grasas utilizadas para su elaboración, lo que viene a sumarse al límite del 2% impuesto en aceites vegetales y margarinas desde 2012 por la misma ley.

Con la aplicación plena de esta norma, que sigue los pasos de leyes similares aprobadas en Suiza y Dinamarca, “se estima que puede haber en nuestro país una reducción de 1.500 muertes anuales asociadas a enfermedades coronarias y unos 5.000 eventos vasculares menos, como infartos, anginas o ACVs”, asegura Jaime Lazovsky, el viceministro de Salud de la Nación.

Las proyecciones hechas por las autoridades sanitarias argentinas en torno a los efectos que tendría la medida coinciden con las de un estudio realizado por el Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria, cuyo director, Adolfo Rubinstein, considera que sus beneficios serían especialmente significativos en las poblaciones de nivel socioeconómico más bajo, donde el consumo de grasas trans es mayor.

El reemplazo de grasas trans por aceites más saludables permitiría prevenir 3.000 infartos y más de 1.000 casos de angina inestable al año, lo que equivale a un ahorro de U$100 millones para nuestro sistema de salud

De acuerdo con esa investigación, la primera de su tipo hecha en un país en desarrollo, el reemplazo de grasas trans por aceites más saludables, como el de oliva o el de girasol, permitiría prevenir casi 3.000 infartos y más de 1.000 casos de angina inestable al año, lo que equivale a un ahorro en atención sanitaria cercano a los 100 millones de dólares para nuestro sistema de salud.

RICO Y BARATO, PERO FATAL

El uso de las grasas trans en la industria alimentaria se remonta a cincuenta años atrás, cuando se descubrió que los aceites vegetales se volvían más espesos y ganaban estabilidad a través de un proceso de hidrogenación. Gracias a las grasas resultantes era posible lograr que los productos tuvieran una mejor apariencia, una consistencia más firme y un tiempo de conservación más prolongado, pero además a un costo bastante menor.

Con semejante ventajas, el uso de grasas trans no tardó en extenderse al punto de que llegaron a ser utilizadas en la gran mayoría de los alimentos por una u otra razón. Galletitas, alfajores, golosinas, productos de copetín (papas, chizitos y palitos), margarinas, pizzas, tapas de hojaldre, masas, facturas, pochoclos para microondas y cremas para el café son algunos de los alimentos que llegaron a incluirlas en mayor concentración.

Hace una década comenzaron sin embargo a sonar las primeras voces de alerta cuando se descubrió que estas grasas artificiales tenían efectos más perjudiciales que las grasas de origen animal y que podían llegar a ser muy nocivas para la salud.

El motivo por el cual resultan tan peligrosas se debe a que provocan un incremento en sangre del colesterol LDL (el llamado “colesterol malo”), que al estar en exceso tiende a adherirse a las paredes de arterias y venas entorpeciendo la circulación. Esto ocasiona a su vez una disminución del colesterol HDL (conocido como “colesterol bueno”), lo que lleva al organismo a perder progresivamente su capacidad para regular, eliminar y reciclar el colesterol.

Estudios realizados por la Organización Mundial de la Salud muestran que la ingesta diaria de apenas 5 gramos de grasas trans (una cantidad equivalente a la que contiene un pequeño paquete de papas fritas) es suficiente para aumentar en un 25% el riesgo de desarrollar una enfermedad cardiovascular. Pero ése no seria el único riesgo: otras investigaciones muestran que su consumo regular hace que la posibilidad de desarrollar diabetes y distintos tipos de cáncer también sea mayor.

DIFICULTADES PARA CONTROLAR

Si bien el hecho de conocer el riesgo asociado al consumo de grasas trans hizo que algunas empresas alimentarias comenzaran ya por entonces a dejar de utilizarlas en sus productos, el Congreso resolvió restringir su utilización por ley en el año 2010. La norma aprobada preveía un plazo de adecuación que comenzó limitando su uso en aceite vegetales y margarinas en diciembre de 2012 y terminó por extender las restricciones al resto de los alimentos el miércoles pasado.

“A partir de ahora, ya no se pueden fabricar alimentos que contengan más del 5% de grasas trans”, señaló días atrás Jaime Lazovsky, quien aclaró sin embargo que “todo los productos que se han elaborado con ellas hasta la fecha van a seguir circulando en góndolas de supermercados y permanecerá hasta abril”.

Durante los últimos cuatro años, “las empresas, el Estado y las organizaciones de la sociedad civil hemos estado trabajando en un proceso participativo para regular la utilización de grasas trans. A partir de ahora nos vamos a focalizar en las tareas de vigilancia, auditoria y laboratorio para asegurar el cumplimiento de la Ley”, agregó el viceministro de Salud de la Nación.

Pero lo cierto es que dado el uso extendido que ha venido teniendo este tipo de grasas y su mayor rentabilidad, muchas de las organizaciones civiles que acompañaron la norma prevén dificultades para lograr su cabal aplicación, sobre todo en el sector minorista y en productos tan masivos como las facturas y el pan.

Así lo advierte entre otros la doctora Verónica Schoj, directora de la Fundación Interamericana del Corazón en nuestro país. “Si bien las panaderías y las Pymes productoras de alfajores, golosinas o galletitas son los sectores más complicados para controlar -dice-, resulta fundamental prestarles mucha atención porque suelen ser a su vez los que ofrecen los productos más baratos del mercado, que son los más consumidos por los sectores vulnerables de nuestra población”.

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