Horacio Raúl Cid de la Paz

A los 90 años falleció Horacio Raúl Cid de la Paz, un ingeniero de la Ciudad que se caracterizó por su empuje profesional y por sus consecuentes gestos solidarios en entidades como el Hospital Noel Sbarra.

Había nacido el 11 de enero de 1924 en la ciudad de Wheelwright, Santa Fe. Sus padres fueron Clorinda Aurelia y Horacio y creció junto a sus tres hermanos. En esa etapa le gustaba remar con asiduidad, una actividad deportiva que compartía con su hermano.

Horacio cursó sus estudios primarios y secundarios en la ciudad de San Nicolás y, al completar ese ciclo, se mudó a La Plata para concretar su formación profesional en la Universidad Nacional de La Plata, de donde se graduó como ingeniero.

Luego de obtener su título universitario fundó su propia empresa constructora.

Además fue el responsable de muchos emprendimientos desarrollados en la Patagonia, algunos vinculados a la actividad agrícola.

Consideraba como un logro importante generar puestos de trabajo y por eso adquirió la gimnasia profesional de ser un constante impulsor de actividades productivas. Según señalaron sus allegados, fue un amante del Sur argentino y a través de proyectos que puso en marcha en Río Negro y Tierra del Fuego, logró aunar trabajo con placer.

Su espíritu inquieto también se desarrolló en tareas altruistas vinculadas a la solidaridad; en ese orden, fue uno de los fundadores de Pro Infancia, grupo que junto a distintas empresas de la Región, promovió la remodelación del Hospital Noel Sbarra - ex Casa Cuna-.

Llevar adelante proyectos de toda índole fue algo que siempre lo entusiasmó.

En 1952 se casó con Beatriz Señorans y su familia creció con los nacimientos de sus hijas Marcela y María Beatriz, quienes con los años lo hicieron abuelo de Chiara y Vera. Le encantaba transmitir a las nuevas generaciones los conocimientos que le dejó su constante contacto con la naturaleza.

En su tiempo libre cultivó el hábito de la lectura y se apasionó por los temas relacionados con la historia del Siglo XX, en particular la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial.

Además le gustaba organizar salidas para pescar truchas en el sur; encontraba en ese medio, su lugar en el mundo, el ámbito ideal para disfrutar de un silencio casi sacramental en paisajes tan agrestes como bellos.

Su forma de ser, introvertida y solitaria, no le impedía estar atento a cada uno de los requerimientos y necesidades de su círculo familiar y laboral; para todos encontraba siempre una respuesta pragmática y la palabra justa.

Horacio Cid de la Paz fue por sobre todas las cosas un hombre de inquebrantables valores y de acción. Entre sus virtudes se destacó el hecho de que siempre lo albergó un espíritu positivo que lo llevaba a pensar que nada era un impedimento si hacía con esfuerzo y dedicación.