El payaso de las mil valijas

Por NICOLAS ISASI

Un aeropuerto, un payaso y un carro lleno de valijas. En un transpirado monólogo ayudado por varios números musicales donde el intérprete toca, actúa o baila coreografías, creando un personaje desvariado que mezcla la desesperación, el temor, la violencia, lo cómico y lo trágico en un tono absurdo y muy particular. Un clown que aprovecha la reacción del público para interactuar con él, y así mezcla temas de actualidad nacional.

Gabriel Chamé Buendia, como el payaso Mr. Piola, es el autor, actor y director de este proyecto que le llevó 7 años de preparación. Es la segunda parte de una obra que se titulaba “Llegué para irme”, precuela que le daría pie a Mr. Piola para -irse al aeropuerto-.

Alain Gautre (actor y director) define a Gabriel como “un genio de la improvisación (…). Encontramos en él, además de un humor extremo y vertiginoso, melancolías porteñas donde el espíritu del tango matiza la risa”. Es ese contraste el que permite un espectáculo de casi 2 horas donde lo gestual y lo físico, pesan más que las palabras. Y aquellas pocas que aparecen juegan con la parodia de ser transformadas del castellano al inglés, igual que los niños en la escuela. Así escuchamos con frecuencia una serie de gags que se repiten una y otra vez, como por ejemplo Check in/Chicken o Gate/Gay. El mismo programa de mano califica la obra de tragicomedia física, hablada en un idioma internaciogutural.

Good People es la frase que arremete el payaso durante toda la obra para que no lo detengan cada vez que hace algo comprometido en el aeropuerto (interrumpido por las sirenas del orden y el control que no dejan de sonar). Es con calma y resignación que logra escapar de las miradas externas y se relaja con algunos números musicales que lo invitan a danzar. Cabe resaltar el baile que realiza junto a su partenaire el carro de las valijas, con gracia y soltura, al estilo rock & roll de los años 50. Sin embargo la inesperada participación como músico sorprende al público, cuando aparece tocando el clarinete bajo (en la jerga musical conocido como el clarón) entre otros instrumentos, acompañado por diversas bases musicales mientras improvisa al tiempo que actúa.

Jorge Pastorino es el encargado de una lograda escenografía (además de la iluminación) que se adapta a la Sala Luisa Vehil, creando la ilusión del aeropuerto con pocos recursos. Muy ingenioso el efecto final, latente durante toda la obra.

Con mucha mímica y escasas palabras se despide el clown, habiendo escuchado el último llamado desde lo profundo del cielo.

PARA TENER EN CUENTA

Viernes y Sábados, a las 19, y domingos a las 18.30. Teatro Nacional Cervantes, Libertad 815. Sala Luisa Vehil. Entrada $60.

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