Detectan un aumento de casos de chicos golpeados por sus padres
Edición Impresa | 29 de Junio de 2014 | 00:00
La violencia contra los niños no es un tema nuevo y suele mostrar datos preocupantes ante cada nuevo análisis de la problemática. Frente eso, la propia Organización de las Naciones Unidas recomendó leyes específicas contra todo tipo de maltrato infantil. Porque aún hoy, se asegura, millones de padres de todos los estratos sociales, económicos y educativos siguen pegándoles a sus hijos como parte de la crianza cotidiana. Y el límite entre el simple reto y el maltrato, se apunta, se pasa de manera cada vez más frecuente.
“En el 85 por ciento de los casos de menores maltratados que atendemos, el agresor se encuentra dentro de la propia familia. Y la mayoría de las veces son los propios padres”. Quien lo dice es Carlos Dabalioni, a cargo de la Dirección General de Niñez y Adolescencia de la Municipalidad de La Plata. Según sus dichos, en los últimos 2 años y medio (de diciembre de 2013 a junio de 2014) “se duplicaron los casos que llegan a la Dirección, especialmente los casos de violencia intrafamiliar”.
Palizas, insultos que se repiten de día y de noche o una imperdonable indiferencia son solo algunas de las postales comunes en la triste historia de los miles de chicos convertidos en víctimas, paradójicamente, de las mismas personas que las trajeron a este mundo: sus padres. Si bien nunca terminan de reflejar el drama en su justa y real dimensión, sobre todo porque muchos casos jamás se denuncian y se pierden en el silencio y el dolor de infinidad de niños, los últimos números oficiales revelan la punta del iceberg: desde el 1 de junio de 2013 al 31 de mayo pasado, según datos de la Secretaría provincial de Niñez y Adolescencia de la Provincia difundidos esta semana, se intervino un total de 9.172 chicos por padecer situaciones de maltrato infantil, generalmente en el seno de su hogar. De ese universo de chicos agredidos, casi 6 de cada 10 fueron niñas y adolescentes mujeres.
Pero no son las únicas cifras: de acuerdo a los datos del Registro Estadístico Unificado de Niñez y Adolescencia, del total de intervenciones registradas durante el 2013 en nuestra región, el 37% estuvieron vinculados al maltrato físico; el 26% a la negligencia familiar, entendida como la falta de cuidados básicos; el 24% con el abuso sexual y el 13% con el maltrato psicológico.
Sobre los datos relevados, desde la propia Secretaría se asegura que “en general, la violencia contra los chicos y adolescentes se produce en el seno familiar”. Por ello, consideran fundamental que “todo el entorno del niño se involucre y alerte sobre estas situaciones: abuelos, tíos, vecinos, amigos, docentes, médicos, en fin, todos quienes puedan detectar comportamientos que pueden llamarles la atención deben comunicarse con los profesionales para recibir asesoramiento”.
Si estos episodios conmueven de tal manera a la sociedad es por una causa muy concreta. Se dan en el marco de un aumento de los casos de maltrato infantil, así como también en el marco de un crecimiento sostenido de los registros de chicos perdidos, la mayoría de los cuales (81%, según Missing Children) abandonan voluntariamente sus hogares, donde sufren alguna forma de violencia.
“La principal causa por la cual los equipos profesionales adoptan medidas de abrigo (una protección excepcional de derechos con la idea de brindar al chico un ámbito alternativo al grupo de convivencia) es el maltrato infantil dentro del ámbito familiar”, sostiene Dabalioni, quien, al igual que las autoridades provinciales, no duda en asegurar que los ataques a menores por parte de sus tutores es cada día más significativa.
“El resto de las situaciones que llegan representan el 15 por ciento del total de casos -apuntan desde la dirección municipal-, y son por consumo de sustancias tóxicas, falta de escolarización o falta de responsabilidad parental, entre otros motivos”.
Cuando se le pregunta sobre el tema a quienes trabajan en la problemática, la mayoría no duda en responder que, a diferencia de lo que sucede con la violencia contra la mujer, que ha sido visibilizada en los últimos tiempos, “el maltrato contra los chicos sigue siendo invisible”.
FORMAS DE VIOLENCIA
Argentina tiene la ley 26.061 de Protección de la Infancia. El artículo 9 reconoce el derecho de los niños a su dignidad e integridad física, establece las obligaciones de los organismos del Estado así como de las personas que tomen conocimiento de situaciones de malos tratos. Deja expresa la prohibición del castigo corporal, aún cuando no provoque lesiones visibles.
“Dar chirlos o tirones de oreja de manera constante revela que los padres no saben poner límites”, opina la psicopedagoga Leticia Agüero, para quien es cada vez más visible que “a los padres actuales les cuesta muchísimo imponer la autoridad y ejercer su rol”. Según la profesional, lo ideal “es saber poner límites desde pequeños y de manera simple, con mucha claridad, para que de esa manera los chicos reconozcan la autoridad de sus padres como algo natural”.
Los expertos coinciden en que no es políticamente correcto decir que una cachetada dado a tiempo y de manera oportuna no le hace mal a nadie. Incluso aseguran que hasta puede ser aleccionador cuando un bebé está a punto de meter los dedos en el enchufe. Pero insisten en que la violencia física y verbal es el peor camino para disciplinar al niño.
“Intentar razonar con el chico puede ser bueno si no se buscan resultados inmediatos -aclara Agüero-, dado que las charlas reflexivas no siempre ayudan a cambiar un comportamiento. Está comprobado que la razón no cambia la conducta, pero eso no significa que se debe tomar el camino de la violencia. Al contrario. Gritar, dar chirlos o imponer castigos excesivamente severos, por ejemplo, también está probado que es algo que fracasa. La mejor manera es el diálogo, pero el diálogo tiene que ser una característica de base en la relación y estar siempre presente. Usarlo sólo para castigar o aleccionar no alcanza”.
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