Una causa plagada de escándalos

La investigación de la muerte del fiscal Alberto Nisman debería estudiarse en las carreras de Derecho y criminalística como un modelo de lo que “no” se debe hacer. Desde el principio, ha estado plagada de ineficacias, torpezas, contradicciones y puntos oscuros. Ha sorprendido tanta chapucería frente a uno de los casos más conmocionantes y graves de las últimas décadas.

La secuencia de escándalos y sospechas en torno a la investigación, sumó ayer un nuevo capítulo; quizá el más grave. La jueza que había tomado el caso a su cargo -y que ahora se declaró incompetente- denunció penalmente a la fiscal Feinn por un supuesto ocultamiento de pruebas. Lo peor, es que a esta altura, muchos de los que han seguido la causa con atención, ni siquiera se sorprenden.

Hay que recordar que este no es el primer escándalo que surge en el caso Nisman. Hace unos meses apareció una testigo que describió un manejo completamente irregular en la escena de la muerte; la querella ya había denunciado arbitrariedades de todo tipo y diligencias que no se realizaban y quedaban trabadas.

Trascendieron cosas insólitas, como que las cajas de seguridad del fiscal nunca fueron inspeccionadas.

En esa madeja, hay que digerir ahora que se haya omitido un “pequeño detalle” en la primera declaración de Stiuso. El ex jefe de Inteteligencia había dicho que a Nisman lo asesinaron. Pero -según la jueza- la fiscal hizo como que no escuchaba.

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