Oliver Sacks: entretelones de un genio

Poco tiempo después de su muerte, en agosto de 2015, apareció en nuestro país la autobiografía En movimiento de Oliver Sacks, el famoso autor de Despertares o El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, pionero en contar historias sobre ese territorio entonces casi inexplorado del cerebro humano, que él mismo indagó a través de sus observaciones en pacientes neurológicos

El abordaje de la ciencia que Oliver Sacks hizo a través de la escritura se tradujo desde un principio en la posibilidad de divulgación de un área que todavía no había tomado el impulso imparable que tiene en estos días.

“La vida hay que vivirla hacia delante, pero sólo se puede comprender hacia atrás”, dice la frase de Kierkegaard, que precede el texto, una ajustada síntesis del escenario general donde se ubica Sacks para traer al lector retazos de una experiencia vital, que siempre supera el marco cronológico y sumergirlo en esa idea de movimiento, presente en todo momento.

Su pasión por las motos, el levantamiento de pesas, su homosexualidad -rechazada de manera cruel por su madre (cirujana y anatomista)-, su viaje a Israel y luego a Ámsterdam, para finalizar sus cuatro años en Oxford antes de comenzar sus estudios de medicina, carrera que finalizó en septiembre de 1958.

“Visitar pacientes, escucharlos, intentar penetrar en sus experiencias y problemas (o al menos imaginarlos), interesarme por ellos, responsabilizarme de ellos, era algo completamente nuevo para mí. Los pacientes eran reales, a menudo individuos irascibles con problemas -y a veces dilemas- auténticos y a menudo angustiosos...”, evoca Sacks de aquella época inicial.

Pero su estadía en Inglaterra no habría de durar y pronto emprende un viaje a Canadá y los Estados Unidos. Cuando desembarca en San Francisco a inicios de los 60 consigue un trabajo informal en el Hospital Monte Sión y cuando no estaba de guardia se iba en moto a recorrer el norte de California.

“De día era el simpático doctor Oliver Sacks, enfundado en una bata blanca, y por la noche cambiaba la bata por un traje de cuero de motorista y anónimo, como un lobo salía del hospital para merodear por las calles o ascender por las sinuosas curvas del monte Tamalpais”, apunta el neurólogo.

Publicado por Anagrama, el libro está profusamente ilustrado con fotografías de Sacks, de sus amigos -entre los que destacan el poeta Thom Gunn y Carol Burnett- de algunos pacientes, miembros de su familia e incluso los actores Robert de Niro y Robin Williams, protagonistas de “Despertares”.

Refiriéndose a Williams, Sacks relata que el actor llegó a compenetrarse totalmente con él: “No me imitaba; en cierto modo, se había convertido en mí; de repente me estaba saliendo un gemelo más joven”.

Su uso de diferentes drogas es un tema que el autor despliega en el relato: “Los nuevos descubrimientos acerca de las drogas psiocoactivas y sus efectos sobre los neurotransmisores del cerebro se acumulaban rápidamente a principios de la década de 1960, y yo deseaba experimentarlas por mí mismo”. Creía que podrán ayudarlo a comprender lo que sentían sus pacientes.

Así es como tomó enormes dosis de anfetaminas, LSD, todo tipo de drogas que agudizaban sus percepciones, pero también lo hicieron caer en un estado de delirium tremens.

El lazo que estableció siempre con sus pacientes y que lo llevó a describir las enfermedades con las que se topaba no fue tomado bien por muchos de sus colegas, que lo consideraban algo poco serio. Sin embargo, esta difusión rescató del anonimato muchas dolencias y permitió mejores tratamientos y comprensión de las mismas.

Casi de casualidad en el otoño de 1966 en el hospital del Beth Abraham encontró a unos ochenta pacientes, dispersos que eran supervivientes de la pandemia de encefalitis letárgica (enfermedad del sueño) que se había extendido por el mundo a principios de la década de 1920. Luego de varios pasos pudo administrarles L-dopa a esos pacientes “su ‘despertar’ no fue sólo físico, sino también intelectual, perceptivo y emocional”, cuenta el propio Sacks de esa enfermedad retratada en la película “Despertares”.

Otras enfermedades lo llevaron a investigar el Síndrome de Tourette; el autismo y el síndrome de Aspeger (ambos vistos hoy “no como déficits fisiológicos, sino como una manera distinta de existir que posee sus inclinaciones y sus necesidades especiales”), el lenguaje de signos de los sordos, las migrañas o “el sistema visual del cerebro y cómo nuestra capacidad de reconocimiento visual podía verse socavaba por una lesión o enfermedad, o engañada por las ilusiones visuales”.

El autor de El tío Tungsteno y La isla de los ciegos al color recién en 2008 conoció a Billy un escritor que acababa de mudarse en Nueva York. “Yo, que toda la vida he sido tímido e inhibido, dejé que la amistad y la intimidad brotaran entre nosotros, quizá sin acabar de comprender del todo hasta que punto”, escribe Sacks sobre su compañero hasta el final de sus días.

A quien de niño llamaban ‘Tintero’ por la cantidad de hojas que borroneaba, siguió con esa costumbre de escribir de manera constante, diarios, cuadernos, los dorsos de los sobres, los menús “a cualquier otro trozo de papel”, al igual que la correspondencia, una costumbre que hace hoy tan medular y completa esta autobiografía.

 

EN MOVIMIENTO. UNA VIDA
Autor: Oliver Sacks
Editorial: Anagrama
Páginas: 456
Estados Unidos
Nueva York
Oliver Sacks
Robin Williams
San Francisco

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