Urge impulsar acciones y obras para revertir el pésimo estado de las veredas

El pésimo estado que exhibe la mayoría de las veredas de la Ciudad no es un dato nuevo. Pero lo cierto es que, su persistencia de muchos años atrás, lo agrava y además deja a la vista un desinterés preocupante de varias y sucesivas administraciones municipales ante las cuestiones básicas que plantea un debido mantenimiento urbano.

Tal como se informó en un reciente informe resulta casi imposible caminar por las veredas de la ciudad más de cien metros sin toparse con un desnivel, un pozo o baldosas flojas. Desde hace mucho tiempo se ven, aquí y allá, espacios peatonales rotos, con una enorme falta de baldosas, con superficies anfractuosas que, prácticamente, se vuelven en tramos intransitables. Sólo por mencionar unos pocos ejemplos, tal panorama puede verse en calles como la 46, desde la avenida 1 hasta la 3; ó en las veredas que rodean la manzana del ex Mercado, entre muchas otras.

Desde el área de Planeamiento municipal se aludió a un programa de mejoramiento de las áreas de mayor circulación, relacionadas los centros comerciales, acentuándose asimismo los controles sobre las empresas que desarrollan obras en las veredas. Por otra parte, se comunicó que se sumará a la facultad de Arquitectura de la UNLP para trabajar con el soporte de distintos estudios que hizo esa casa de altos estudios.

Cabe señalar que el Código de Espacio Público (ordenanza 9.880) establece que el mantenimiento de la vereda le corresponde al propietario de la vivienda donde se sitúe ese sector peatonal, con excepción, se aclara, cuando los deterioros existentes provengan de trabajos realizados por la Municipalidad o empresas prestatarias de servicios. En esos casos será responsabilidad de quien que haya levantado las baldosas, volver a poner la vereda en condiciones.

La Ciudad enfrenta, sin dudas, un problema de características crónicas, derivado del escaso valor que los ciudadanos y el poder público municipal le asignan al uso y preservación de los espacios públicos. Hacen falta, por consiguiente, intensas campañas de concientización, sin perjuicio de las fiscalizaciones y eventuales intimaciones que la Municipalidad debiera hacer y no hace.

Luego de tantos años de desinterés y, consiguientemente, de desinversiones privadas y públicas, las deficiencias han llegado a extremos tales que resulta indispensable una pronta reacción de todos los involucrados. Algo hay que hacer para subsanar definitivamente un cuadro negativo para lo cual no sirven las declamaciones, sino que es necesario poner manos a la obra.

Cualquier recorrida alcanza para confirmar que transitar por las veredas –cuyo mantenimiento es responsabilidad de cada frentista- constituye una verdadera aventura dominada por abruptos desniveles, hundimientos y “cicatrices” de viejas obras de infraestructura, sin perjuicio del uso desnaturalizado que realizan de esos espacios los titulares de algunos comercios, vendedores ambulantes, mecánicos de automóviles y tantas otras personas que se consideran con derechos para convertir en privados estos bienes que son de excluyente naturaleza pública.

La Municipalidad no debiera permitir que esta cuestión quede librada a su propia inercia y, por el contrario, debe actuar en forma enérgica para que las veredas y todos los espacios públicos puedan ser transitados sin riesgos.

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