Trump, Cristina y la tormenta del feriado
| 29 de Enero de 2017 | 01:53

Lleva apenas ocho días en la Casa Blanca. Pero Donald Trump se ha encargado de mostrar, en una semana, que está dispuesto a llegar tan lejos como había dicho. Más que un recambio presidencial, Washington parece asistir al vértigo de un huracán. Con gestos aparatosos, retórica encendida y decretazos ampulosos, el nuevo presidente norteamericano concentra la atención del mundo.
Trump es, por supuesto, mucho más que el tema de esta semana. Es un fenómeno que, probablemente, vaya a condicionar el curso de la próxima década no sólo en el país más poderoso de la Tierra. Lo cierto es que en estos días hasta los vecinos de la pampa bonaerense han mostrado interés por el excéntrico y audaz sucesor de Barack Obama.
Las decisiones de Trump pueden afectar la vida de hombres y mujeres de cualquier rincón del mundo. Lo pueden decir, por ejemplo, los productores tucumanos de limones, que se esperanzaron con la apertura del mercado estadounidense y que se amargaron esta semana con la marcha atrás -al menos provisoria- del nuevo presidente.
Por estas costas, sin embargo, no todo pasa por Trump. El audio en el que Cristina Kirchner trata de “pelotudo” a Parrilli fue -como era previsible- una “comidilla” durante toda la semana. Es algo más que anecdótico. Revela una forma de concebir y ejercer el poder; desnuda la psicología de un Gobierno; expone los mecanismos de conducción y subordinación que rigieron el sistema de decisiones durante más de una década.
“Soy yo, pelotudo...” es, si se quiere, más que una frase condenada al recuerdo. Admite el humor, la ironía, el chiste fácil... Pero admite también un análisis de fondo sobre la calidad de la dirigencia política, o al menos de una parte de ella. Porque el “pelotudo” fue durante doce años uno de los funcionarios más poderosos e influyentes de la Argentina. Porque ese trato no tuvo como destinatario únicamente a Parrilli. Porque lo que ese diálogo revela -en definitiva- es una forma de conducir que el peronismo acató sin chistar durante más de una década.
Lo anecdótico muchas veces refleja algo más profundo. Algo de esto ocurre con la polémica del 24 de marzo. No parece haber allí un tema de fondo. Un feriado que cae viernes se muda al lunes: ¿qué cambia? Sin embargo, el revuelo -previsible- que ha desatado la medida muestra cierta impericia de fondo: ¿Era necesario exponerse y abrir este frente de polémica por cambiar algo que no cambia nada? ¿A nadie se le ocurrió evaluar los costos por anticipado con un tema que, en lo simbólico, es de obvia y extrema sensibilidad? ¿con la misma ligereza e imprevisión se toman otras decisiones? ¿no hay una lógica similar a la que condujo, el año pasado, al conflicto por el tarifazo? Avanzar sin medir consecuencias, sin evaluar sensibilidades políticas, sin hacer un cálculo de costos innecesarios... Muchas veces se desemboca así en conflictos que podrían y deberían evitarse.
En este contexto empieza a despuntar el año electoral. Cualquier improvisación podrá convertirse en una tormenta. Cada uno intentará hacer su “negocio” y descuidar el arco se puede convertir en un peligro. También deberían tenerlo en cuenta Gimnasia y Estudiantes.
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