“Sólo queremos que se pongan diez minutos en nuestro lugar”

Al chico lo mataron en 2014 en Tolosa y el acusado firmó un acuerdo de culpabilidad sin que la familia de la víctima supiera nada

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“Estafados”, “defraudados”, “engañados”. Así dijeron sentirse los padres de un joven asesinado en Tolosa en 2014, que volvieron a renovar su discurso crítico hacia la Justicia, justo en un momento en donde la intervención de los magistrados en los procesos penales está en el centro del debate (ver aparte).

Se trata de Silvia y Carlos La Valle, los padres de Hernán, que murió de una puñalada en el corazón cuando intentaron asaltarlo en la calle 120 entre 526 y 527.

“Después de esperar tres años, con todo el dolor a cuestas, nos estábamos preparando para el juicio oral, conseguimos los testigos que la fiscalía no había podido ubicar y, cuando le pasamos los datos, se nos vino el mundo abajo”, graficó Silvia (58), que es médica.

La mujer se refirió así a la inesperada noticia de que no iba a haber ningún juicio oral, porque ya se había firmado un juicio abreviado, en el cual el acusado aceptó la culpabilidad a cambio de 10 años y seis meses de cárcel, pena que hoy está firme.

“Lo hicieron a nuestras espaldas. Nunca nos dijeron nada. Sabían que nosotros estábamos colaborando para que el asesino tenga el juicio que correspondía, pero nada. La Justicia no es humana, no tiene sensibilidad. Somos un simple papel”, agregó conmovida.

A su lado, Carlos, que tiene un taller de chapa y pintura, indicó: “A la jueza y a la fiscal les pido que se pongan 10 minutos en nuestro lugar. Sólo queremos eso. Ahí sabrán cómo nos sentimos. Parecía que tenían todo cocinado”, se quejó.

Hernán tiene dos hermanas. Daiana (27), que está en el mundo de la Medicina como su mamá, y la otra, Anabel (19), que estudia Licenciatura en Informática.

“Ellas también han sufrido mucho”, contó Laura. “La familia quedó muy golpeada y más cuando nos enteramos de que el asesino dentro de poco tiempo tendrá la oportunidad de elegir lo que quiera para su vida y Hernán, no”, añadió.

“Ese es mi karma. No haber podido darle a mi hijo lo que necesitaba. Cerrar esto y tratar de seguir adelante. Pero ahora la herida está abierta”, concluyó.

EL CASO

Hernán Páez La Valle estudiaba Ingeniería Electrónica. Entre el fútbol y los circuitos eléctricos se debatían sus sueños y ambiciones. Había jugado en las inferiores de Gimnasia, pero después se abocó de lleno al trabajo en el taller de su padre y en una empresa de electricidad.

Toda esa llama de proyectos a futuro se apagó el 17 de septiembre de 2014. La muerte sorprendió al joven en una de sus rutinas, cuando guardaba el auto en un garage a la vuelta. De su chalet sólo se llevó las llaves del Fiat Uno y el celular de la empresa para la que trabajaba. Nada más. Los trapitos que cuidan los coches en la parrilla de enfrente lo vieron pasar con el auto, como siempre.

Pocos segundos después volvieron a verlo, pero ya malherido. Hernán se desplomó en la vereda de la cochera, empapado en sangre y con una puñalada a la altura del corazón. Sólo le faltaba el celular.

Un patrullero lo trasladó al hospital Rossi, donde los médicos no pudieron salvarlo.

Los testimonios posteriores permitieron identificar a un sospechoso, que cayó detenido a las 48 horas. El mismo que acaba de pactar su condena, aprovechándose del sistema, mientras la familia de Hernán quedó esperando el verdadero alcance de la palabra “justicia”.

 

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