Un duro golpe para el relato K sobre los Derechos Humanos

La detención del ex jefe del Ejército durante el kirchnerismo representa, en términos simbólicos, un duro golpe para un sector político que convirtió a los Derechos Humanos en parte importante de su relato.

Las acusaciones y sospechas sobre César Milani no son nuevas, como no son nuevos los relatos que lo ubican, exactamente, en la escena de secuestros y torturas cometidos durante la dictadura. Sin embargo, Cristina Kirchner no sólo lo encumbró a la jefatura del Ejército (con amplios poderes y fuerte influencia) sino que se empeñó en defenderlo a rajatabla. Fue aún más lejos: logró que los referentes de agrupaciones de Derechos Humanos alineados con su gobierno, como Hebe de Bonafini y Estela de Carlotto, también lo defendieran y hasta se expusieran en la estrategia cristinista para sostenerlo contra viento y marea.

La causa de La Rioja -que no es la única que enfrenta el general retirado- deja al kirchnerismo con pocos argumentos para defenderlo. De hecho, ayer fue notorio el silencio de ese sector político frente a la noticia de su detención.

Milani no fue un general “típico”. Cultivó fuertes lazos con el kirchnerismo , al punto de haber formado -ya fuera del Ejército- una sociedad comercial con uno de los íconos de la era K: Guillermo Moreno. Se asociaron -como es sabido- para montar una cadena de pancherías, aunque Milani también enfrenta una causa por presunto enriquecimiento ilícito, además de las imputaciones por supuestos delitos de lesa humanidad. Moreno ayer ensayó una defensa, pero muy tibia.

Pero hubo más: muchos le atribuyeron a Milani el manejo de un aparato de inteligencia paralelo al de la AFI. Inclusive, se cree que el desplazamiento de Stiuso tuvo que ver con el rol que Milani había asumido en las tareas de Inteligencia. Fue, por lo tanto, un poderoso jefe militar, con influencia y poder político, además de una directa llegada a la Casa Rosada.

Desde el actual Gobierno se ocuparon también de mantener silencio. “Es un tema de la Justicia”, se limitan a decir los funcionarios cuando se los consulta. Sin embargo, está claro que en el oficialismo evalúan la detención de Milani como una “buena noticia”.

Hace diez días, Macri estaba atrapado en la polémica que se armó por el cambio del feriado del 24 de marzo. Tuvo que dar marcha atrás, mientras intendentes kirchneristas amagaban con una especie de rebelión contra aquella medida, declarando asuetos en sus jurisdicciones. Ayer, esos mismos intendentes no dijeron nada sobre la detención de Milani.

La caída de Milani golpea al kirchnerismo en un frente distinto. Ya no se trata sólo de causas por corrupción, sino de una que, de alguna forma, emparenta al anterior Gobierno con la protección y promoción política de un general involucrado en delitos de terrorismo de Estado.

El arresto se produjo en momentos en que tanto la ex Presidenta como otros altos ex funcionarios de su administración enfrentan un delicado y complejo frente judicial. Cristina Kirchner está citada para el 7 de marzo por una de las causas más sensibles de las que la involucran: la que investiga supuesto lavado de dinero a través de su cadena de hoteles en el Sur.

Lo de Milani tuvo, por otra parte, el impacto de la sorpresa. Su probable detención no figuraba en la agenda mediática de estos días. Para el kirchnerismo fue una noticia tan mala como inesperada.

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