En pleno auge de las redes, crece el interés por desconectarse
Edición Impresa | 8 de Marzo de 2017 | 02:52

Movimientos de “desintoxicación digital”, bodas “desconectadas”, discotecas donde la propuesta pasa por dejar el teléfono inteligente en la entrada, tours analógicos y hasta una reciente ley que en Francia prohibe a las empresas obligar a los empleados a revisar mails fuera del horario de trabajo. La tendencia a buscar formas parciales de desconexión de los dispositivos electrónicos y su creciente número de redes se expande en el mundo a medida que el auge de la vida conectada muestra algunos de sus bemoles, como la nomofobia (miedo patológico a la desconexión celular), la adicción a Internet y la presión social a estar permanentemente conectados.
En los últimos 20 años, el vertiginoso crecimiento de las nuevas tecnologías hicieron que del placer de la conexión se pasara a un deseo latente de desconexión. Un deseo que dista de ser generalizado, pero que cada vez encuentra nuevas expresiones, tantas que algunos especialistas ya hablan de una tendencia a la que llaman “despertar desconectivista” o “nuevo naturalismo”.
ABSTINENCIAS
Aunque algunas de estas expresiones vengan acompañadas de pomposos manifiestos, lo más común es que no apunten a la desconexión total, ni mucho menos. Proponen, en lugar de eso, espacios de desconexión donde recuperar el encanto del encuentro cara a cara o el silencio necesario para la reflexión. Y hasta el aburrimiento, un estado defendido por muchos especialistas como la puerta a la creatividad.
Un repaso de los principales movimientos surgidos en esta dirección no puede omitir el organizado por la ONG estadounidense Reboot, creadores del Sabath Manifesto, que propone la desconexión por 24 horas para conectarse con los seres queridos, la naturaleza y nuestros propios pensamientos. Ese día de abstinencia digital, que coincide con el impulsado por el Slow Movement, se recordó este año el 3 de marzo.
En la misma sintonía se enrola The Digital Detox Manifesto, otro movimiento independiente que destaca que “la presión cultural para chequear constantemente los mensajes y mantenernos al día con las noticias, a menudo nos abruma y frustra. Las cosas deben cambiar”.
Hasta las propias empresas tecnológicas parecen atenta a esta tendencia. En la última cumbre de operadores de celulares, en Barcelona, Nokia presentó una nueva versión de su clásico modelo 3310, que lanzó por primera vez al mercado hace 15 años y que es sólo para mensajes de voz y de texto.
LEYES PARA LA PRIVACIDAD
Otro paso resonante en este camino se produjo en Francia recientemente, cuando se convirtió en ley un proyecto que protege el derecho de los trabajadores a estar desconectados fuera del horario de trabajo y establece que las empresas no pueden enviar mails ni exigir que sus empleados se conecten o lean correos fuera del horario de trabajo. Esta norma, que rige desde el primero de enero en un país que siempre ha sido pionero en legislación laboral, instaló una pregunta: ¿es necesario legislar para proteger el derecho a la desconexión y a la privacidad?
Estas tendencias son crecientes, pero minoritarias en un mundo donde la conexión es la regla. Un estudio recientemente realizado por el centro Internacional para Medios de Comunicación y Asuntos Públicos y la Academia de Salzburgo sobre Medios de Comunicación y Cambio Global, concluyó que de mil universitarios consultados en diez países, la mayoría consideraba al móvil como una parte de sus cuerpos.
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