Dilemas de la nueva Europa

Edición Impresa

Por JUAN PABLO PETTORUTI (*)

Hechos que parecieran tener poco en común se entrelazan: una tragedia, la independencia de un país y el intento de colonizar el mundo árabe.

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Tal como sucede luego de cada tragedia, sea en Alemania, en Francia o, en este caso, en Inglaterra, la información sobre los hechos comienza a desprenderse muy lentamente, no tanto por sigilo sino porque la elucubración requiere de un clamor popular, ansias de escuchar lo que desde hace ya hace mucho tiempo se sugiere: hay una guerra y ellos nos están atacando. Cada atentado sucedido en alguna de las capitales centroeuropeas pareciera ordenarse en un mismo grupo: el terrorismo. Lo cierto es que esta agrupación es sólo producto de un devenir informativo que en muchos casos no llega a esclarecer el asunto. Habría que recordar el “atentado” en el mercado navideño de Berlín de fines del año pasado, del cual no recordamos (tal vez porque nunca lo hubo) el parte final, ¿quién y por qué motivo? Son interrogantes que todavía flotan en derredor de dicha tragedia.

Algo similar pareciera estar sucediendo con el tratamiento mediático de la tragedia sucedida en Londres. Cuesta encontrar el vínculo entre el agresor, el terrorismo y los enemigos de turno: el islam. Vale aclarar, que en tanto un hasta el momento ciudadano inglés revela profundas problemáticas que poco tienen que ver con el islam, Inglaterra vuelve al ruedo con las negociaciones por un brexit definitivo. Y aun más al norte, con un escueto tratamiento mediático, Escocia presiona por independizarse del Reino Unido, lo cual poco agrada a la contradictoria Inglaterra independista-colonialista, que no puede imaginar una Gran Bretania sin sus hermanos escoceses.

Todo toma otro color cuando recordamos que el mayor reservorio de petróleo del Reino Unido se encuentra en Escocia, bienes que Inglaterra ya no podría usufructuar, de efectuarse la independización total del pueblo Caledonio. Tampoco podemos olvidar que la reciclada guerra religiosa que las potencias bélicas pretenden instalar, tiene sus anales en el ya olvidado avance de estos países sobre el mundo árabe durante el siglo pasado; intervención que, como todo intento de colonización, se ha fundamentado en un interés económico, en este caso y nuevamente, el petróleo. Nos encontramos de repente ante tres sucesos que en principio parecieran tener nada en común, cuando en realidad son unos producto de los otros. Está claro que en el siglo XXI el colonialismo (o neocolonialismo) sigue vigente y que muchas de las a veces difíciles de entender reacciones llamadas terroristas provienen de las varias crisis socioculturales (tanto locales como a distancia) que el colonialismo ha generado. Suponiendo que la separación de Escocia se efectuara, sólo quedará por saber de qué región de oriente medio o del sur latinoamericano sacará Inglaterra su tan ansiado petróleo.

En un principio, sin convenientes vínculos terroristas, el agresor inglés en la pasada tragedia londinense, fue llamado en algunos medios de difusión “lobo solitario”, en un intento de apartarlo del grupo al que pertenece: el pueblo inglés y todas las minorías y problemáticas que lo conforman. Horas después el agresor resultó ser un convertido al islam y como esto seguía sin significar terrorismo (aunque pretendía sugerirlo), luego de otras tantas horas el grupo de marketing y propaganda ISSIS se adjudicó desde la lejanía la gestación del ahora sí atentado.

La guerra no es religiosa, sino codiciosa. Sólo sirve para obtener dinero, generar dinero y destruir familias

A todo esto, y amén de las tragedias, los representantes de extrema derecha centroeuropea continúan declarando y hasta apoyando e impulsando políticas segregacionistas. Este fenómeno que pareciera ser cíclico en la Europa Central, ha tomado una pequeña pero contundente porción de la escena política no sólo de Alemania, sino también de Holanda (y su prueba de fuego electoral en el último tiempo), Francia, Austria, Polonia, Bélgica, Dinamarca y España entre otros. En cada caso el accionar de las campañas es similar: aferrarse de la forma más extrema a las problemáticas regionales y expresar una suerte de falacia argumentativa recurrente, legitimada en un rumor popular generado, a su vez, por las constantes y desafortunadas apariciones de los representantes de extrema derecha en los medios de difusión locales. Se hace difícil entonces encontrar la génesis de una opinión generalizada: ¿se trata esta de un reflejo popular o es producto del populismo?

Por otra parte, los planteos cortoplacistas para solucionar de la forma más inhumana posible los añejos problemas migratorios, dejan de lado en todos los casos la abolición de la actividad bélica intervencionista de Europa en oriente medio, que es, en definitiva, una de las principales causas de la miseria de las cuales las masas migratorias se refugian. Tal vez así, luego de esta entreverada revisión de hechos en apariencia disociados, podamos entender mejor lo insólito: el fundamento, o la razón por la cual una persona pudiera querer crear campos fronterizos de contención para refugiados, o señalar a una cultura como principal productor de actos terroristas, mientras que hace escasos días en Mossul- Irak, una de las “ciudades islámicas“ centrales de la milicia terrorista organizada, en una explosión por una ofensiva contra el grupo terrorista IS, mueren 100 civiles no pertenecientes a IS y sí seguramente musulmanes. La guerra no es religiosa, sino codiciosa. Sólo sirve para obtener dinero, generar dinero y destruir familias.

 

(*) Músico platense. Vivió durante varios años en Alemania

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