Destellos de su gran calidad hasta que se quedó sin nafta

Se ubicó del centro a la derecha y realizó un gran desgaste hasta los trece del segundo tiempo

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Por Nicolas Nardini Analisis

La vuelta oficial de Juan Sebastián Verón al fútbol profesional no fue en el contexto que hubiera preferido. El equipo no jugó nada bien, mostró severos errores en varios aspectos del juego y sufrió una dura derrota en condición de local, con todo lo que ello implica en la fase de grupos de la Copa Libertadores. Sin embargo, en ese partido aparte que significa el ida y vuelta de la Brujita con su gente, el idilio se mostró intacto, así como la categoría del mediocampista a la hora de jugar a un toque, una de sus virtudes más destacadas en la noche copera para el “11” pincharrata.

El “olé, olé, olé, olé, Bruja, Bruja...” sonó con la misma intensidad cuando saltó al terreno de juego a realizar la entrada en calor, un rato más tarde cuando salió a disputar el partido y, también, en el minuto trece de la parte final, cuando fue suplantado por Nelson Vivas en el instante en que sus reservas energéticas habían quedado en cero. En ese momento, el equipo ya perdía por la mínima, pero el público separó claramente los tantos: la bronca por la derrota parcial quedó de lado y una ovación, entre aplausos y cánticos, bajó desde los cuatro costados del Ciudad de La Plata para despedir al ídolo. Esa empatía entre el emblema de los últimos títulos oficiales para el club y su gente, se mantuvo inalterable, va mucho más allá de las vicisitudes puntuales de un partido de fútbol. Se trata de algo mucho más amplio. Hubo una corriente de afecto desde las gradas, que el jugador respondió desde el campo con palmas por encima de su cabeza.

Un aprobado en el manejo del balon

En lo estrictamente futbolístico, Juan Sebastián Verón se ubicó en la segunda línea del módulo que armó Vivas en la mitad de la cancha. Con un dibujo 4-1-4-1, el León tuvo a Santiago Ascacibar como mediocampista más retrasado, una especie de “volante tapón” en la terminología futbolera más clásica. Por delante del Rusito, se ubicó Solari como extremo en el sector derecho, Verón como interior desde el centro hacia ese andarivel, Lucas Rodríguez en una función similar hacia el otro costado, e Iritier como extremo por la banda izquierda.

La Brujita se dedicó a distribuir, tanto en el juego corto como en el juego largo. En este último rubro, se destacaron dos buenas pelotas entre líneas para Otero, que el colombiano no supo aprovechar.

Cuando se adelantó en el campo o a la salida de las acciones de pelota parada que no ejecutó (alternó en ese sentido) también tuvo un par de remates interesantes de media distancia, con fuerza y dirección, aunque encontraron bien parado al golero de la visita.

En los balones parados en defensa, Verón quedó en el entramado de la zona (no fue al hombre) cubriendo el borde del área chica. En ataque, se encargó de varios tiros desde la esquina izquierda, con dispar precisión.

Lo mejor de su repertorio se vio en el juego rápido y práctico a un toque. Estuvo certero en las triangulaciones, supo hacer jugar en varios pasajes del partido a sus compañeros. La contrapartida, como era de esperar, pasó por las dificultades para saltar líneas en alguna salida rápida o para anticipar al momento de contener, cuestiones que supieron ser su fuerte en sus años de brillo inconmensurable en el Calcio y en el Pincha. La Brujita se sacó un aprobado. Gastado, por la lógica del paso de los años, en lo físico, aunque regalando destellos de su gran calidad en la quema de los últimos cartuchos de su larga carrera.

 

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