Falta una política hídrica integral para resolver el drama de las inundaciones
Edición Impresa | 13 de Abril de 2017 | 02:42

Una vez más funcionarios de la provincia de Buenos Aires -en este caso, personal de Vialidad bonaerense, de defensa civil y de cuerpos de bomberos- decidieron romper dos tramos de las rutas 188 y 226 para permitir el escurrimiento de las grandes masas de agua que inundan el partido de General Villegas y aliviar así la dramática situación de cuatro localidades que permanecen aisladas por las inundaciones.
Se reiteró así el caso registrado en noviembre de 1985 cuando el entonces intendente de la ciudad de Bolívar, que se veía amenazada por el agua, tomó la drástica decisión de dinamitar dos tramos de la ruta nacional 226, logrando que el agua fluyera hacia campos linderos situados al otro lado de la vía, salvándose el casco urbano del ingreso de agua que, en esos mismos día, anegaba por completo a Epecuén, Guaminí y Carhué.
Al confirmarse ahora la rotura de las dos rutas, funcionarios de Hidráulica provincial aludieron a la muy negativa combinación que se presenta en la zona, aludiendo así a obras que no se realizaron y al cambio climático que se traduce en la caída de lluvias intensas. Destacaron que la rotura de ambas carreteras se realiza para construir alcantarillas bajo ellas, aprovechándose la ocasión para desobstruir y limpiar canales y otros cursos de agua.
Se adelantó, asimismo, que en estas horas se reunirán autoridades nacionales con funcionarios de las provincias de Buenos Aires y Córdoba, por el pretérito problema que causa el ingreso de agua que llega a territorio bonaerense proveniente de la provincia mediterránea. Asimismo, se puso de relieve que hay varias ciudades bonaerenses amenazadas seriamente por el agua que puede drenar desde Villegas, además de la grave afectación que sufren unas 500 mil hectáreas bajo el agua, a partir de las lluvias y las crecidas del Río V.
Al margen de que los períodos lluviosos -como las sequías- constituyen fenómenos naturales, obviamente inmodificables para el hombre, sí corresponde formular consideraciones referidas a la previsión y manejo que pueden hacerse con estos ciclos de alternancia climática que se presentan en la pampa húmeda y especialmente en nuestra provincia.
Existen obras estructurales, por caso, previstas desde hace más de un siglo, que pueden morigerar el impacto de los dictados de la Naturaleza y librar a los campos productivos, en buena medida, de los caprichos del tiempo. Lo cierto es que desde hace décadas no se puede seguir actuando a impulsos, con medidas parciales y sólo cuando problemas se vuelven críticos, desplegándose acciones puntuales y estrategias de corto plazo o, a lo sumo, aptas para paliar mínimamente algunas emergencias, pero muy alejadas, por cierto, de la política integral que la Provincia necesita desde muy antiguo para el campo.
Esa política debiera ser la que permita corregir la vieja alternancia entre sequías e inundaciones, y eso requiere naturalmente, como lo postuló hace más de un siglo Florentino Ameghino, la existencia de lugares en donde pueda guardarse el agua de los períodos lluviosos para mitigar las necesidades cuando el clima determina que se reduzcan las precipitaciones. Ameghino proponía crear enormes reservorios de agua, de los cuales poder abastecerse en los períodos de sequía, diagramándose el riego mediante canalizaciones secundarias.
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