“Ser inclusivo conlleva confrontar con uno mismo”

Edición Impresa

Por DR. CHRISTIAN PLEBST
Psiquiatra infanto-juvenil
Consultor www.panaacea.org, www.atentosxnaturaleza.com y www.faustotambienfundacion.org

A través de los años, y en especial en los últimos diez, nuestra interpretación y comprensión del autismo ha ido ganando sutileza. De la definición de libro en la cual describíamos al autismo como una alteración crónica y relativamente fija del desarrollo temprano de un niño, hoy comprendemos que lejos de ser una condición estática, es muy dinámica. Esto significa que tiene altas posibilidades de recuperación y/o atenuación de su sintomatología si se interviene de manera precoz y con la adecuada experiencia, intensidad y calidad.

Desde el nacimiento un bebé debe poder integrar, procesar y organizar el “causa y efecto” de muchos estímulos de su entorno.

Estos estímulos socio emocionales provienen de los gestos, tonos de voz, movimientos, posturas, actitudes corporales sumados a los hechos del entorno que los generan que, a su vez, deben ser apareadas con una comprensión de un estado emocional interno.

En este escenario, un gran factor de riesgo para un bebé o un niño es la aparición precoz de pantallas. Largas horas ante una pantalla electrónica (celular, tablet, computadora, TV) puede ser la experiencia que lleve a una mayor desconexión con las experiencias humanas y a una alta conexión y exclusividad de preferencia por estímulos visuales altamente estimulantes.

Hace 20 años atrás la prevalencia era de 2 a 4 casos por cada 10,000 niños. Hoy las investigaciones de los países desarrollados indican uno por cada 80 a 150 niños.

Lo ideal es que todo niño tenga la oportunidad de contar con la posibilidad de estar con pares de desarrollo “típico” o “convencional”. El desafío es la capacidad que tenga el entorno de adaptarse al perfil de integración, procesamiento y organización de experiencias sensoriales, afectivas, cognitivas y motrices del niño.

La pregunta no es tanto si la integración beneficia a un niño con autismo, sino si los que estamos en la escuela tenemos la “capacidad” de lograr hacer todas las adaptaciones que un niño con autismo requiere para poder ofrecer una igualdad de oportunidades y respeto de su “zona de desarrollo próximo”. Sin lugar a dudas la inclusión es hacia donde toda la sociedad debe trabajar.

En los últimos 20 años han avanzado muchísimo en nuestro medio las experiencias de inclusión e integración. Falta mucho y, a la vez, las variables más importantes no son tanto técnicas sino humanas. La inclusión verdadera proviene de una actitud de vida, una manera de ser y vivir. El ser inclusivo es un ejercicio y confrontación con uno mismo. Es confrontarse con cuan fraterno, igualitario y justo es uno. La unidad en la diversidad es nuestro desafío humano más elevado. Obliga a trabajar el proceso y deja en evidencia lo que nace solamente de lo “políticamente correcto”.

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