Una cuestión de status
Edición Impresa | 21 de Mayo de 2017 | 02:49

Sería simplista decir que una moto robada solamente es usada para continuar en el circuito de la delincuencia. También entran en juego el status y la seducción, sobre todo en adolescentes y jóvenes de 20 años o menos.
“Si antes el sueño del pibe en los barrios de la periferia de Buenos Aires era jugar al fútbol en primera división, ser boxeador o ídolo de cumbia, hoy ese sueño se reduce a tener una moto. En barrios como estos, la moto es salida laboral y objeto de lujo y distinción; motivo de ostentación y, también, herramienta para el delito”, analizó el periodista Javier Sinay en un informe especial publicado en la revista Rolling Stone.
Ese reporte se centró en el caso de Axel Lucero, un adolescente que, después de intentar robarle la moto a un policía en 7 y 80, fue asesinado a tiros por el agente, en el verano de 2013.
Una moto grande y flamante o la capacidad de “colgarla” -andar sobre la rueda trasera- son “llamadores” para las chicas, sobre todo en verano, según coinciden las distintas fuentes consultadas para esta nota, sean mecánicos, policías o simples chicos de barrio, que ven cómo tener un modelo más o menos marca los escalafones.
Los jóvenes que ingresan en el camino del delito a veces actúan con el mismo desparpajo y violencia que los adultos. De ahí los testimonios de mujeres o víctimas indefensas que se ven sorprendidas cada vez que un menor con un arma las maltrata o les pega por una cartera.
No es descabellado adjudicarles esas actitudes violentas a cierta voluntad de “tener algo” a edad temprana, en un contexto de fragilidad socioeconómica.
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