Ignacio Correas, el pueblo abatido por una matanza de perros sin fin
Edición Impresa | 29 de Junio de 2017 | 04:07

Desde noviembre del año pasado hasta ayer fueron envenenadas unas 200 mascotas en Ignacio Correas, un apacible pueblo atravesado por la ruta 30, a 19 km del centro platense, en el que viven poco mas de cien personas. Nadie se explica la razón de tanto odio, mientras crece el temor de que los chicos tomen contacto con el potente veneno que se utiliza en esa salvajada. “Aparecieron otras cinco mascotas muertas, el asesino no se imagina el dolor que le causa a tantas familias, ni tiene en cuenta el riesgo que significa para nuestros niños si llegan a tomar contacto con esa sustancia”, señala Simón Petrucci, un vecino que perdió un caballo de 600 kilos en uno de esos ataques.
Ajenos al peligro que los acecha, los “cuscos” atraviesan las medianeras de las casas y ganan las calles polvorientas para salir a correr, husmear por los pastizales o entreverarse con los chicos que salen de la escuela.
Es así desde siempre, los perros tienen la entidad de cualquier vecino, se los conoce y ellos se manejan por las calles pachorrientos o briosos, según las circunstancias.
Sin embargo, desde hace un par de años alguien desató un odio sin límites contra los animales y amparado en las sombras de la noche arroja en los espacios públicos albóndigas de carne rebosadas en carbofurano, uno de los pesticidas más tóxicos que se conoce.
“Evo fuiste un sol en nuestras vidas. Te amamos”, se lee en el cartel que muestra un cachorro blanco, otra de las víctimas del asesino de perros.
“Hace 6 años que estoy en Ignacio Correas y el pueblo entero repudia estos ataques, quien lo hace no sabe el dolor que le causa a toda una familia”, cuenta Natalia Catalí, una mujer que dos años atrás perdió dos mascotas a causa de los envenenamientos.
Para ella la tristeza fue tan grande que decidió a modo de tributo colocar en los postes que están en la vereda de su casa fotos de sus animales muertos.
VIVOS EN LA MEMORIA
Eso es algo que se repite a lo largo de la calle principal del pueblo, donde unas 20 fotos de animales constituyen una especie de memorial, monumentos planos con los que se recuerda a los perros y gatos asesinados.
A esos retratos se les sumarán seguramente los de cinco perros mas que ayer aparecieron envenenados, uno de ellos, “Manchitas”, el perrito que desde hace tres meses los nenes de la escuela adoptaron como propio.
“Estaba cuidado, para los chicos era parte de la escuela, lo habíamos castrado y nos encargábamos de darle de comer, abrigarlo y ponerle un lugar para dormir”, asegura apesadumbrada una maestra.
Es que el animal se había transformado en un personaje con el que los chicos jugaban en los recreos, un “peluche” de mirada inocente que movía la cola cada vez que alguien se acercaba a acariciarlo.
“Los chicos lo encontraron muerto en la zanja, los impactó mucho y están muy tristes”, asegura la docente.
Simón Petrucci atraviesa la impotencia que le produce el envenenador de perros y sentencia: “el veneno que usan es tan potente que podría matar a un chico en unos pocos minutos y esta vez esa sustancia la tiraron muy cerca de la escuela, todos están en riesgo”.
El vecino lleva contabilizada la muerte de más de 300 animales, muchos de ellos en cadena como los pájaros que murieron por el picoteo del carbofurano y, al ser comidos por un gato, también lo envenenaron.
En la lista de víctimas, además de los perros y gatos, hay liebres, comadrejas y aves.
Además de la tristeza que causa la muerte de los animales, los vecinos de Ignacio Correas extrañan la época en la que los chicos podían jugar por las calles sin que sus padres temieran que tomaran contacto con una sustancia tan tóxica.
“Si a mi perro que pesaba cerca de 50 kilos el veneno lo mató en 15 minutos, no quiero pensar lo que podría causarle a un niño que toque cualquier cosa del suelo y se lleve la mano a la boca”, dice con temor Natalia.
A raíz de la matanza de ayer se radicó una denuncia en la comisaría de Arana y se anticipó que se analizará si el veneno empleado en esta oportunidad fue el mismo que se utilizó en anteriores ocasiones.
La gente también destacó que las autoridades comunales recorrieron la zona y limpiaron las banquinas en busca de cualquier elemento que pudiera ocasionar daños en los animales o riesgo para las personas.
“Nuestras calles están envenenadas, queremos que todo esto se frene antes de que ocurra una tragedia mayor”, afirma una mujer que recuerda la dramática escena que se vivió en su hogar cuando sus hijos se enteraron que su gatito había muerto.
Además se solicitó que en la escuela se realice un relevamiento exhaustivo para descartar que el “demente” que envenena perros haya arrojado esa sustancia tóxica en los terrenos por los que se manejan los chicos.
“Hay gente que desconoce todo esto que está pasando, la justicia investiga, pero se tiene que encontrar a la persona que está detrás, antes de que pase algo mas grave; el pueblo tiene que recuperar la calma”, reclama un vecino.
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