Perfil de un trabajo muy particular
Edición Impresa | 24 de Julio de 2017 | 01:29

Lidiar con cuerpos, a veces en estado inicial o avanzado de putrefacción, implica la posibilidad de una pestilencia penetrante e insoportable. Es lo que suele ocurrir cuando un cadáver recién es llevado a la morgue a temperatura ambiente. Lo mismo, cuando son retirados de las cámaras de enfriamiento para emplazarlos en la mesa de autopsias, para la operación. También influyen las eventualidades en las que, por ejemplo, se corta la luz en esa zona de Los Hornos. “Salvo eso, el olor que puede haber es el que hay en una carnicería, no mucho más. Hoy no traigo olor, pero ante la duda me perfumo”, se ríe Grubisa.
“De todas maneras, con mucha agua el olor se va. Y el ser humano se acostumbra a todo. Tuvimos momentos de mucho trabajo y por eso nos tocó tener que comer un sanguche ahí, parados”, dice Cassinelli.
En la ruta, en la mitad del campo, puede ocurrir que a uno lo asalte la pestilencia penetrante de un animal atropellado al costado del camino. “Si ese cuerpo de cinco o siete kilos se detecta a 20 metros de distancia, un cuerpo humano de 90 kilos es capaz de contaminar a la mitad del barrio. No se puede permitir que eso pase”, sostiene el jefe de la morgue.
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