Un recuerdo criminal a la vista de nadie

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Entre las paredes gruesas y en una desconexión total con lo que pasa afuera, la impresión es que adentro de las celdas de la comisaría Novena no había ningún respeto a la ley ni al encierro en condiciones mínimas de salubridad. Clausurados para los presos, los 13 calabozos hoy persisten como un recuerdo necesario para la memoria. Una suerte de museo cerrado, sumido en el abandono. Y también como un recordatorio del camino necesario hacia un país donde las fuerzas de seguridad sean reconocidas por su profesionalismo y no por sus delitos.

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