Las sorprendentes costumbres sexuales del Antiguo Egipto

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Hay muchos que aceptan la idea de que cada día que pasa, la sociedad es más depravada, ya que la revolución sexual o el porno (o ambas cosas) nos ha llevado a hacer cosas que en otras circunstancias no nos habríamos planteado. No hace falta ni recurrir al Kamasutra para descubrir la falsedad de dicha hipótesis y recordar que la historia de las convenciones sexuales no es lineal, sino más bien cíclica.

Eso quiere decir que hace milenios ya se realizaban prácticas que hoy parecerían salidas de un atrevido vídeo ‘gonzo’; por ejemplo, en el Antiguo Egipto, cuya larga historia nos ha llegado a cuentagotas.

La última reina de Egipto, Cleopatra, ha sido representada vinculada al sexo. No solo por sus relaciones de igualdad con poderosos íconos como Julio César o Marco Antonio, sino también por atribuírsele el primer vibrador (al parecer, un rollo de papiro con abejas dentro) o sus supuestas habilidades feladoras. No obstante, como recuerda la historiadora Mary Beard, premio Princesa de Asturias, es probable que el carácter manipulador y promiscuo de la última ptolemaica fuese una invención de la propaganda romana, una idea de “Augusto después de la guerra con Marco Antonio para desacreditarlos a ambos”.

Lo que no es un producto de la propaganda es una mitología con muchos más episodios sexuales que otras tradiciones posteriores como la cristiana. El dios Atum, “el que existe por sí mismo”, surge del océano (Nun) creándose a sí mismo, algo que ha sido interpretado como una posible autofelación, algo reforzado por la creencia de que el semen era el agua que recorría los ríos. También Seth y Horus se adelantaron a la sensibilidad LGTBI+: tras una brutal pelea y repetidas humillaciones del segundo al primero, ambos dioses terminarían unificándose e incluso Seth alumbraría un hijo de su pareja. Por lo general, la sociedad aceptaba al activo (supuestamente “masculino”) y repudiaban al pasivo (“femenino”).

Mientras que hoy en día es impensable presentar a mandatarios o monarcas haciendo el amor, era algo al

parecer no tan raro en el Antiguo Egipto. Como explica el experto en arqueología egipcia Ethan Watrall, la imagen de Tutankamón apuntando a su esposa arrodillada con un arco probablemente sea una metáfora de una relación sexual, puesto que “disparar”, en egipcio (y en otros idiomas…) equivale a eyacular.

Algo semejante ocurre con el grafiti que supuestamente representa a Hatshepsut y Senenmut en una posición que no deja lugar a la imaginación. Sean ellos o no, desde luego se trata de un dibujo pornográfico. Y ni siquiera, el más famoso.

FAMOSO PAPIRO

Si hablamos de sexo en el Antiguo Egipto, es obligado referirse al Papiro Erótico de Turín (1279-1213 a.C.), un rollo de aproximadamente 260 centímetros de largo por 25 de ancho que muestra 12 relaciones sexuales diferentes en otras tantas estampas. Fue encontrado por primera vez en Deir el-Medina (en una de las márgenes del Nilo, muy cerca de Luxor) y dejó horrorizado a Jean-François Champollion, el hombre que descifró la piedra Rosetta, y que dijo que se trataba de “una imagen monstruosa y obscena, que me ha dado una impresión muy extraña acerca de la sabiduría y la compostura egipcia”. Desde luego, tenía mucho más que ver con su compatriota el Marqués de Sade de lo que podía imaginarse.

 

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