Se debe preservar el rol que cumple la Biblioteca de la UNLP

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El anuncio de que un sector de la sala de lectura de la Biblioteca “Dardo Rocha” de la Universidad Nacional de La Plata debió ser clausurado porque una de las últimas tormentas se tradujo en filtraciones y severos problemas en el techo de ese ámbito originó una justificada preocupación, a pesar de que con posterioridad pudo saberse que ya se encuentra aprobada la licitación para concretar los arreglos. Nadie puede ignorar el enorme valor bibliográfico y documental que desde hace muchas décadas contiene esa institución.

Tal como informó la directora de la Biblioteca de la UNLP, ubicada en 7 y 60, la última granizada que cayó en agosto pasado rompió parte de la cubierta y el agua de las lluvias posteriores comenzó a filtrarse hacia el interior.

Como se recordará, hace diez años, otra granizada que azotó la Región destrozó el techo vidriado y el piso de roble de la tradicional sala de lectura de la Biblioteca. Ese hecho obligó a que ese sector del espacio cultural quedara inhabilitado al público durante algún tiempo.

En esa oportunidad, las piedras rompieron el techo de vidrio y las lucarnas del mismo material que están por encima de esa estructura. La zona central del piso quedó destruida por los grandes trozos de hielo más la catarata de agua que entró por los agujeros que provocaron el impacto.

Como se sabe, la Biblioteca de la UNLP remonta su origen al 18 de enero de 1887, cuando se creó la Biblioteca Pública Provincial con el objetivo de reunir un archivo documental que sirviera para futuras investigaciones en las diferentes áreas de producción de conocimientos.

El 12 de agosto de 1905 pasó a ser propiedad de la Nación y se integró a la Universidad platense. Ya en ese momento contaba con un caudal bibliográfico de 41.000 volúmenes, incluyendo la valiosa Colección Cervantina. El actual edificio, cuya piedra fundacional se colocó en 1934, se remodeló en el año 1998 para ajustarlo a las necesidades de estos tiempos.

Generaciones de estudiantes y profesores, de investigadores, de lectores ávidos por la mejor literatura, de historiadores que exploran en su valiosa hemeroteca, se han sucedido desde siempre y la Biblioteca de la UNLP -una de las más completas del país- sigue cumpliendo hoy un servicio valiosísimo, acentuado por la incorporación de tecnologías modernas que enriquecen su prestación.

A pesar del auge de Internet y del anterior apogeo de los medios audiovisuales que, como el cine y la TV, modificaron profundamente los comportamientos de la población, las bibliotecas renovadas mantienen en pie la rica tradición de cumplir con el rol primordial de ser difusoras y, a la vez, guardadoras, del conocimiento y de las obras literarias.

Como emblema del universo de bibliotecas populares y barriales que abundan en la Ciudad, casi todas ellas consecuencias de la unión de la política educacional sarmientina y de las inquietudes que llegaron a nuestro país de la mano de la inmigración- la tradicional biblioteca universitaria merece la mayor de las atenciones, destinándosele a ella los recursos que su debida preservación exijan.

 

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