El cine independiente vive: tiempo de revancha para las pequeñas historias
Edición Impresa | 26 de Febrero de 2018 | 04:29

Al cine lo han matado cien veces, y al cine independiente aún más. Lo mataron ante el cambio de modelo de los grandes estudios, que desde 2010 se concentraron en las franquicias y dejaron de producir películas “medianas”; lo mataron antes con el advenimiento de Netflix; y aún antes, cuando el videocasete se instaló en las casas. La televisión, el cable, fueron otros sospechados de un crimen que nunca existió. En 1962, François Truffaut, todavía crítico de cine, dijo que el lanzamiento de “Dr. No”, de James Bond, marcaba la hora exacta de la muerte del cine. La hora exacta de la muerte del cine independiente, en esta ruleta de vaticinios apocalípticos, la dio el crítico de Variety Peter Bart: en 2008, con el lanzamiento de “Iron Man” y la elección de los estudios de sobrevivir a fuerza de “tanques”, las pequeñas películas ya no tendrían quien las haga ni quien las mire.
Para estos agoreros, la temporada de alfombra roja opera como una especie de tiempo de revancha, un momento donde su cine, el cine pequeño y mediano (quizás, dirían algunos, el verdadero) aparece ante el gran público y brilla por un puñado de semanas. Quizás por eso los Premios Óscar todavía despierten pasiones y debates entre los especialistas, a pesar de su evidente “vista corta” y su larga lista de olvidados y ninguneados monumentales: los votantes de la Academia son especialistas del séptimo arte y a pesar de algunas concesiones a las películas taquilleras, históricamente nominan y premian al cine “mediano” e independiente.
El cine mediano, este año representado en los Óscar por las películas de Spielberg, Anderson y Nolan, es hoy una rara avis en la industria: películas personales de más de 20 millones de dólares, donde los directores mantienen el control creativo que está desapareciendo en el marco de una industria que invierte fuerte en cada “tanque” que produce y no quiere perder de vista su inversión, pero que no garantizan una recuperación del dinero en el marco de una audiencia que a nivel global y masivo va al cine mayoritariamente a ver los grandes espectáculos. Quizás desde allí se explique cómo el cine independiente ha copado las listas de nominaciones en los últimos años de los Premios de la Academia.
Este año no será la excepción: sobre ocho cintas que optarán por el premio a mejor película, habrá cuatro nominadas realizadas por debajo de 15 millones de dólares, y dos de ellas (“Huye” y “Llámame por tu nombre”) por debajo incluso de los 5 millones. Se suman a un listado de producciones “indies” nominadas y premiadas en años pasados, como “The kids are all right”, “Dallas Buyer’s Club”, “Boyhood”, “Whiplash”, “Room”, “Hell or High Water”, “Manchester junto al mar” o “Luz de Luna”.
Varias de ellas no pasaron por los cines, pero algunas dieron grandes ganancias gracias al prestigio ganado por los premios y las críticas y al boca en boca. “Llámame por tu nombre”, en cartel en La Plata ahora, ya lleva recaudados casi 30 millones de dólares, cerca de multiplicar por diez sus ganancias (fue producida por 3.8 millones). “Lady Bird”, que durante unos meses fue la cinta mejor calificada en el agregador de críticas Rotten Tomatoes, está cerca de quintuplicar su inversión de 10 millones de dólares (se estrena este jueves en la Ciudad). Los casos de “Huye” y “Tres anuncios por un crimen” son paradigmáticos: la primera fue realizada por 4.5 millones de dólares y recaudó 176 millones; la segunda fue realizada por 12 millones y lleva 114 millones ganados en las boleterías.
Es que si bien la inversión de los estudios grandes en proyectos chicos se redujo, aparecieron nuevos jugadores (el on demand es una poderosa ventana para estas películas: en los últimos años se estrenaron joyitas indie como “Manchester” o “The Meyerowitz Stories”) y, a la vez, se redujo el costo de las producciones gracias a las tecnologías digitales. El director de “The Florida Project”, Sean Baker, realizó su primer filme, por ejemplo, con un iPhone. Entre estas nuevas pantallas y la democratización (debatible, pero al menos parcialmente real) de los medios para realizar filmes, el cine independiente, lejos de morirse, vive un presente fuerte, esplendoroso y, probablemente, oscarizado.
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