Un líder indiscutible y poderoso en una nación conquistadora

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BEIJING

Xi Jinping (64), el más poderoso dirigente chino desde hace al menos un cuarto de siglo, es objeto de una permanente propaganda que linda con el culto a la personalidad y lo presenta como líder infalible.

Xi dirige China con mano de hierro desde hace cinco años y a partir de ahora podrá seguir siendo presidente de la República el tiempo que quiera, gracias a una modificación de la Constitución que suprimió el límite de dos mandatos.

Omnipresente en los medios, Xi es presentado por la propaganda como el rostro tranquilizador de un país hoy seguro de sí mismo y que mira hacia el futuro soñando con “un gran renacimiento”, tras un siglo y medio de declive y humillaciones infligidas por los occidentales.

“Representa lo que los chinos quieren en términos de gobierno: un país bien dirigido, una China fuerte y respetada”, observa el sinólogo Jean-Pierre Cabestan, de la universidad Bautista de Hong Kong.

De imponente figura, el hombre fuerte de Beijing, apodado con afecto “Tío Xi” por los medios y el gran público, a veces es comparado con el fundador del régimen, Mao Zedong (1893-1976), por el culto que se le rinde y el poder que acumula.

Secretario general del Partido Comunista Chino (PCCh), presidente de la República Popular y de la comisión militar central, Xi Jinping cumple todas estas funciones al frente de la segunda potencia económica mundial.

Casi cotidianamente, su figura abre el gran noticiero nocturno de TV: recibiendo a dirigentes extranjeros, discutiendo con ciudadanos corrientes o brindando un discurso en una asamblea de directivos de empresas, quienes lo aplauden con frenesí.

Su omnipresencia mediática recuerda el más puro estilo soviético, todo ello acompañado por un retorno de la ideología, la propaganda y la represión contra quienes amenazan la estabilidad, empezando por las redes sociales, estrechamente vigiladas.

Xi nació en un entorno acomodado. Es hijo de Xi Zhongxun, uno de los fundadores de la guerrilla comunista y perteneciente a la casta de los “príncipes rojos”, descendientes de los revolucionarios que llegaron al poder en 1949, antes de ser purgados por Mao.

Con larga trayectoria política, Xi convirtió la lucha contra la corrupción en la seña de su gestión: en los últimos cinco años, numerosos directivos fueron sancionados y otros están entre rejas. Hay quienes sospechan que esta campaña trata de encubrir una purga de la oposición interna. (AFP)

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