Un escenario violento y dominado por bandas de menores

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No debiera ser, pero está ocurriendo: el centro de La Plata en horas de la noche parece haber quedado en manos de bandas de menores, protagonistas de una ola de robos y actos vandálicos en perjuicio de vecinos y comerciantes. El insólito fenómeno se ve agravado en las últimas horas, ante una imparable seguidilla de delitos, de desusada violencia, que mantiene cada vez más indefensa y preocupada a la población, dada la ineficacia de las autoridades policiales y judiciales para enfrentarla.

En un informe publicado ayer en este diario se advirtió, asimismo, que una situación similar se viene presentando estas jornadas en Berisso y Ensenada, tal como lo confirmaron los datos oficiales. Por dar un solo ejemplo regional, en Ensenada llamó la atención que dos nenes de 8 y 12 años de edad hayan robado una camioneta.

Los números que brindó el Ministerio de Seguridad bonaerense, en el primer mes y medio del año, esto es del 1º de enero de 2018 al 15 de febrero inclusive, quedaron judicializados 35 chicos por hechos delictivos. La cifra, preocupante por cierto, también habla de las enormes dificultades que existen para abordar esta problemática, ya que muchas veces, pese a la gravedad de las causas en las que están implicados, los adolescentes son liberados en cuestión de minutos y entregados a sus familiares, que no logran evitar que vuelvan a recaer o reincidir. Así permanentemente se pone en movimiento un peligroso círculo vicioso, para el que no se encuentra ningún tipo de solución. Sin dejar de mencionar al universo de menores que no se encuentra comprendido en las estadísticas, porque son los que quedan al margen de cualquier realidad de encierro o de proceso judicial abierto.

Conviene, por lo pronto, coincidir con la apreciación de una abogada que, al realizar en este diario un análisis sobre la creciente participación de niños y adolescentes en hechos delictivos, sostuvo que corresponde contextualizar la realidad de una sociedad que ha abandonado la promoción de políticas de niñez y de sistemas de protección, educación y contención de una franja de jóvenes que día a día se enfrenta a situaciones de violencia familiar e institucional.

Al margen de ello debe aludirse, necesariamente, a la vigencia de una legislación que, en la práctica, sólo prevé el sistema de la puerta giratoria para los menores que intervienen en hechos delictivos, que permanentemente entran y salen de las comisarías y otros lugares de detención sin haber recibido formación alguna. Este escenario ciertamente riesgoso se convierte, en realidad, en un verdadero caldo de cultivo que puede terminar en cualquier tipo de tragedia, tal como la experiencia lo viene demostrando. Nadie debiera sorprenderse demasiado si alguna víctima de los robos reacciona en estos días en forma exasperada y excesiva. La crónica diaria viene exhibiendo demasiados casos de víctimas de delitos que han matado a menores de edad que intentaban robarlos.

Se conoce, además, la situación especial de adolescentes de 16 ó 17 años de edad, que fueron liberados de delitos anteriores y que, una vez en la calle, vuelven a delinquir, sobre los cuales nadie ejerce en realidad la patria potestad, sin que tampoco el Estado se preocupe en rehabilitarlos socialmente mediante políticas acertadas para que no reincidan.

Una sana política de seguridad serviría, por lo pronto, para evitar que algunas personas puedan sentirse tentadas a ejercer justicia por mano propia y, así, convertirse de víctimas en victimarios. Está claro que en la ciudad de La Plata y en nuestra región están faltando por parte del Estado acciones preventivas destinadas, entre otros objetivos, a restablecer mayores niveles de seguridad para la población y a impedir que la violencia se irradie, cobre nuevas víctimas e imponga su irracionalidad.

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