Para los que estaban “a prueba”, el amistoso ante la Azzurra fue un oasis
Edición Impresa | 24 de Marzo de 2018 | 01:47

El primer gran desafío para la Argentina era afrontar un amistoso de primer nivel (Italia no irá al Mundial pero es más que varias de las selecciones clasificadas) sin el mejor jugador del mundo y no morir en el intento. Estar a la altura de lo que el encuentro requería. Y así fue, sin descollar, con un nivel irregular a lo largo de los noventa minutos -no pudo sostener la conducción del juego con continuidad- y ciertos altibajos a nivel individual, aunque con un aprobado en el plano general.
¿Por qué? Porque supo capear el temporal en sus momentos más flojos, que fueron los primeros quince minutos de cada etapa, y porque construyó momentos de juego que producen ilusión de cara a lo que viene, mucho más si tomamos la insoslayable referencia de que a lo visto en la noche de ayer el combinado albiceleste le sumará el talento invalorable del mejor futbolista del planeta.
Al margen de la torpeza discursiva de Sampaoli, que horas antes del partido, en ese afán exacerbado de congraciarse todo el tiempo con Messi, remarcó que el argentino era mucho más “el equipo de Leo” que el suyo y así no sólo infravaloró su trabajo (es el conductor, por más chapa que tengan sus dirigidos) y también abonó, sin quererlo, la teoría de los que sostienen que el astro rosarino es el mandamás albiceleste en las convocatorias y el armado del equipo, Argentina demostró que es un equipo que puede aportar cosas como tal. Una cosa es darle el lógico protagonismo al mejor jugador del mundo, otra muy distinta sería quedar disminuido a la mínima expresión como colectivo, por dejar absolutamente todo librado a la notable capacidad de resolución individual de la Pulga.
APROBADO Y CON FELICITADO
La razón de ser del amistoso ante Italia era la de ver en acción a los jugadores que están caminando por la delgada línea que separa la convocatoria a la cita máxima de Rusia, de la decepción de quedarse al margen en el sprint final de la carrera. Alguna vez, en la previa del Mundial de Italia 1990, Jorge Valdano contó que por pedido de Bilardo hizo un trabajo especial (estaba prácticamente retirado de la actividad profesional) para ponerse a tono físicamente y ser convocado a la Copa. A último momento, lo bajaron de la lista y el de Las Parejas declaró que “fue como haber cruzado el océano a nado y ahogarse a pocos metros de la orilla”. Por cosas como aquella, los jugadores saben que deben darlo todo para meterse en la lista de los privilegiados que representarán al país en Rusia. Y que muchas veces, aún así, puede no tocarle la oportunidad.
El que mejor aprovechó su chance fue Wilfredo Caballero. A los 36 años y tras una prolífica carrera en el fútbol europeo, le llegó de grande la chance de debutar como titular en la Selección. Y lo hizo con una tarea notable, con intervenciones cruciales para sostener el cero en el arco y con otras, quizás menos espectaculares, pero que denotaron que el sentido de la ubicación es una de sus grades virtudes. Por lo expuesto en Manchester, sacó pasaje para el Mundial, es más, algunos hasta se animaron a soñar con que podría pelearle la titularidad a Romero.
Manu Lanzini (y no sólo por el gol) también dio la talla. En una zona del campo de gran incidencia en la creación ofensiva, estuvo a la altura como conductor y como frutilla del postre, aportó un golazo, por su paciencia y precisión para definir.
Los laterales, sobre todo Tagliafico, también alcanzaron el aprobado. Bustos mostró desparpajo para animarse en ataque, se proyectó con criterio y no le pesó, en absoluto, la responsabilidad. El único lunar del hombre del Rojo estuvo centrado en la falta de seguridad que generó cuando lo superaron con pelotazos cruzados, en su mayoría aéreos. Y el zurdo que ahora viste la casaca del Ajax, estuvo incluso un punto por encima de su ex compañero de Independiente: arrojado en ataque, con gran capacidad física para pasar a la ofensiva y volver rápidamente y con justeza para ganar en el uno contra uno.
Para estos cuatro jugadores, el partido de anoche fue un oasis que se contrapuso al intenso frío de la noche de Manchester.
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