La cultura rodeada por el canto de sirenas inquietantes
Edición Impresa | 22 de Abril de 2018 | 10:43

Por MARCELO ORTALE
marhila2003@yahoo.com.ar
En la de Benjamín Biolay renace la voz arrastrada y popular de los patrones del canto de París –Chevalier, Trenet, Piaf, Brassens, Montand-, pero el timbre de esa voz parece matizado por las angustias de hoy. Su canto suena moderno y malhumorado, muy del tono del París actual que hace rato dejó de ser una fiesta y que vive como una ciudad rehén de su presente.
La ciudad emblema, la más artística y literaria del planeta, se siente acosada. Cuando a principios de este año Biolay vino a Buenos Aires, este músico y cantante –considerado el más representativo de su generación-, dijo en una entrevista: “París tiene un solo sonido por estos días: las sirenas de la policía y de los bomberos, todo el tiempo. Todo el mundo está temeroso de dónde estallará la próxima bomba. Todavía estamos en shock después del atentado en el teatro Bataclán. Todo lo que nos gustaba ha sido bombardeado. Amábamos estar en las terrazas, fumando y bebiendo, ir a recitales, pero ahora todos temen que lleguen unos terroristas y se pongan a disparar. Desde noviembre de 2015, París no es la misma. Hay mucho miedo. Definitivamente no es un buen tiempo”.
El año pasado el Ayuntamiento de París anunció que la torre Eiffel será cercada por temor a un posible ataque terrorista. Se detalló acerca de la construcción de un muro de cristal que rodeará a la estructura que, como ninguna otra, es el ícono más representativo de la ciudad. Está previsto que los trabajos culminen antes de fin de 2018.
La razón oficial invocada, tal como se anticipó, fue la de reforzar la seguridad en torno a la Torre Eiffel ante el temor a un nuevo ataque terrorista en la capital francesa, que en los últimos dos años ha sufrido más de cinco acciones de este tipo.
En los dos últimos años Francia registró más de 200 muertos por ataques yihadistas
Se detalló también que, aunque la seguridad en los lugares emblemáticos y más turísticos de Paris se intensificó desde que los ataques terroristas se hicieron más recurrentes, en marzo de 2017 los concejales parisinos votaron por unanimidad a favor de aumentar la seguridad de la torre a causa de la “amenaza terrorista especialmente alta”. El muro será de 3,24 metros de altura y 7 centímetros de espesor y será capaz de resistir ataques, asaltos y tiroteos de vehículos blindados y fusiles de asalto.
El cantante Biolay no exagera, como tampoco los ediles. En los últimos dos años Francia registró más de 200 muertos por ataques yihadistas, 86 de ellos en Niza cuando un camión conducido por un fanático los arrolló un 14 de julio, el día nacional.
LA LITERATURA
La literatura se hizo cargo del fenómeno. En febrero de 2015 el escritor francés Michele Houellebecq escribió la novela de ficción política “Sumisión”, que caló hondo y sigue originando polémicas en Francia. La cultura individual y libertaria de Francia, los infantes de esa patria, sintieron que un fanatismo colectivista golpeaba en sus puertas.
En “Sumisión” se relata que en 2022 un político musulmán, Mohamed Ben Abbes, gana las elecciones presidenciales y se hace cargo de la gestión en Francia. Entre las medidas que adopta se encuentra la privatización de la principal universidad francesa, convirtiéndola en una universidad islámica. Cambia algunas leyes civiles, anula la igualdad entre el hombre y la mujer, permite la poligamia y propone convertir a la Unión Europea en un nuevo “imperio romano”, pro islámico.
La entrevista que Gonzalo Garcés le hizo en “El País” de Madrid al escritor no pudo comenzar de manera más significativa: “Michel Houellebecq tiene escolta oficial. Después del atentado contra Charlie Hebdo, el Gobierno francés prefiere no arriesgarse: como otras personalidades locales, el autor de Plataforma va ahora a todas partes flanqueado por dos policías de civil. Bromea con ellos y parece cómodo con la situación. Aunque no deja de resultar algo irreal entrevistarlo en esta brasserie de Saint-Germain, bebiendo vino blanco, mientras Houellebecq habla con entusiasmo de los cuentos de Borges y sus custodios echan discretos vistazos a los edificios cercanos en busca de francotiradores”
LA FIESTA
Ernest Hemingway, que residió joven en la capital francesa, allá por la pasada década del 20, escribió una colección de memorias publicada recién en 1964 bajo el título de “París era una fiesta”. Allí dejó frases emblemáticas: “Si tienes la suerte de haber vivido en París cuando joven, luego París te acompañará vayas donde vayas, todo el resto de tu vida”.
Hemingway recordó a una ciudad que había cobijado a lo mejor del impresionismo (Monet, Renoir, Degas, Manet, Van Gogh, Seurat, Tolouse Lautrec, Gaughin, Cezanne) y a pintores vanguardistas como Picasso, Braque, Gris, Dalí, Miró, Erns, Chagall) entre tantos otros. Es verdad que todo eso es pasado, que no hay fiesta que sea interminable, pero cualquier persona sensible al arte que hoy recorra los museos parisinos -aún en estos días desangelados- sentirá que se le sigue erizando la piel.
En este año –desde el desde el 27 de marzo y hasta el 29 de julio- el Museo Picasso de París tributa un homenaje al Guernica. Ello a pesar de que el cuadro original no estará expuesto, ya que permanece en el Museo Reina Sofìa de Madrid, cuyas autoridades decidieron no moverlo más y dejarlo en forma perenne en esa institución.
Está claro que en el homenaje al cuadro –así lo dijeron los organizadores de la muestra-París busca revalorizar el vínculo que existió entre esa pintura y el impacto que significó el bombardeo del pueblo vasco en la sensibilidad mundial. Lo que Picasso logró, coinciden, es haber creado un símbolo de paz, pero asimismo de rebelión frente a todo autoritarismo.
Desde luego que también los más grandes escritores participaron en la fiesta de Paris, cuya duración puede extenderse por más de un siglo hasta finales de la pasada década del 60. Como imantados por el color gris de los amaneceres parisinos, una pléyade de escritores enamorados de París fumó, bebió y creó en esa ciudad literaria.
Muchos se afincaron en ella, como Balzac, Victor Hugo, Gertrude Stein, Baudelaire, Mallarmè, Moliere Marguerite Duras, la intelectualidad española republicana, la gran colección de escritores norteamericanos y, más acá ,Vargas Llosa, Octavio Paz y nuestros Julio Cortázar y Juan Josè Saer, entre tantos otros. Allí habrán acudido a las librerías por excelencia –entre ellas la “Shakespeare & Company”- y se encontraron a comer y beber en Les Deux Magots y Flore, los cafés favoritos de Sartre y Simone de Beauvoir.
A lo largo de la margen izquierda del Sena todavía están de pie y activas las pretéritas “bouquinistes”, esas tiendas precarias que son librerías de viejo, que van como en procesión junto al río, con la Catedral de Notre Dame como fondo de la escena. En ellas laten los libros más inhallables.
LA LIBERTAD
No hay que temerle al influjo de París, una ciudad que nada pide y todo lo ofrece. Mil libros y más obras de arte dejan testimonio de que, lo que esa ciudad enseñó siempre, fue el culto a la libertad y a la autonomía individual. Por eso representa íntimamente a todas las culturas y a todas las historias humanas.
Alguien dijo que si desapareciera el mundo y sólo quedara Parìs, el mundo quedaría representado fielmente por esa ciudad. Ella contiene lo más espiritual y lo más profano; el arte más destilado y la ciencia más abstracta; el espíritu bohemio y romántico de las casas cercanas a la Place du Tertre y la arquitectura explosiva y futura de La Defense; el vértigo del urbanismo, la espiritualidad de sus iglesias, el festivo paganismo del Moulin Rouge y la consagración de la vida natural propia del Bois de Boulogne.
Sarkozy pidió a un grupo de arquitectos que imaginaran el París del futuro
Es verdad que esa ciudad se encuentra puesta a prueba en las últimas dos décadas. Pero hay luces que siempre se encienden. El propio Houellebeck –en apariencia tan depresivo y pesimista- desconfía de su propia ficción y ofrece este testimonio que aleja a París del cautiverio que le ofrece el autoritarismo contemporáneo: “Si algo ha cambiado desde Charlie Hebdo es que los intelectuales se sienten libres de opinar”.
Es cierto que Paris se siente acosada. Pero antes de que expirara su mandato, el presidente Sarkozy le encargó a diez equipos de arquitectos y urbanistas que imaginaran el París de los tiempos venideros. Lo que se proponen es poco menos que una refundación que vuelva a colocar a París como reina del mundo.
Seis de los diez equipos son franceses: Jean Nouvel, Yves Lion y el Grupo Descartes, Antoine Grumbach, Christian de Portzamparc, Roland Castro y Djamel Klouche de AUC. Entre los otros cuatros, un británico, Sir Richard Rogers del equipo Rogers Stirk Harbour & Partners, un alemán, Fin Geipel, del equipo LIN, los italiano del Studio08, Bernardo Secchi y Paola Vigano, y los holandases de MVRDV liderados por Winy Maas.
Es verdad que hoy suenan sirenas inquietantes en Parìs. Sin embargo, eso no impide que la ciudad siga creyendo en si misma y que tenga los ojos puestos en su futuro.
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