Valiosa decisión sobre el uso de agroquímicos

Edición Impresa

La decisión de un equipo de científicos locales de combatir una plaga que afecta a la producción local de tomates sin uso de insecticidas, a través de mecanismos de control biológico, con el objetivo de evitar el empleo de productos tóxicos, constituye una medida que parece enfocar con seriedad el grave problema que plantea una posible contaminación de productos hortícolas de algo consumo en la población. A su vez, se lograría disminuir los costos económicos y el peligro de intoxicación por parte de los quinteros.

Tal como se informó, el proyecto se desarrolla en los laboratorios del Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores (CEPAVE), dependiente de la Universidad Nacional de La Plata y del CONICET. Allí los investigadores trabajan para eliminar a la polilla del tomate -cuyo nombre científico es Tuta absoluta- a través de mecanismos de control biológico, es decir, utilizando organismos -insectos, hongos, o bacterias- que comen o enferman a especies que se convierten en plaga.

Según las investigaciones, una pequeña avispa que habita la Región puede transformarse en un gran aliado de los productores, ayudando a erradicar a la polilla del tomate, un agente parásito de enorme poder destructivo en este tipo de plantaciones.

Se detalló que la gran ventaja de este tipo de métodos de control radica en la posibilidad de prescindir totalmente del uso de productos químicos que pueden, a corto, mediano o largo plazo, afectar la salud humana y el ambiente. Actualmente, a esta plaga del tomate se la combate, casi exclusivamente, utilizando plaguicidas neurotóxicos y reguladores del crecimiento.

Asimismo, los científicos indicaron que la Tuta absoluta es un lepidóptero cuya larva ataca las hojas, tallos y frutos, donde cava galerías. Su poder destructivo puede ser letal y de consecuencias económicas dramáticas, llegando a producir hasta un 90 por ciento de pérdida de la producción anual de tomate en la Argentina.

En realidad, lo aquí expuesto podría ampliarse –si se habla de iniciativas que no sólo apunten a reducir el uso de agroquímicos y productos tóxicos- a otros rubros, además de que sirva para que la población tome conciencia de lo mucho que puede y debe hacerse para ajustar, tanto en las etapas de producción como en las de distribución y venta, los controles sanitarios sobre los alimentos que consume la población

No se conocen estadísticas oficiales actualizadas pero se calcula que en la Argentina ocurren unos dos millones de incidentes alimentarios por año, basados en la toxicidad de los productos, en la falta de limpieza y en otras circunstancias propias de la manipulación.

Si bien se ha logrado instalar una mayor conciencia en la sociedad, reflejada inclusive en la sanción de normas y en la creación de organismos dedicados a ese tema, siguen presentándose graves problemas de contaminación ambiental que se mantienen irresueltos y que, por ello, deberían comprometer a las autoridades a buscar soluciones perentorias.

Tales consideraciones parecen válidas a partir del fallo judicial emitido hace unos meses en Corrientes que confirmó la presencia de restos de un agrotóxico prohibido en el país en el cuerpo de una niña de 12 años de edad que murió tras comer una mandarina que encontró tirada en la puerta de una quinta. De allí que resulten sumamente valiosas las investigaciones que científicos platenses impulsan en la actualidad sobre la mejor forma –no contaminante- de combatir una plaga que afecta a un producto hortícola local.

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE