La solución: hay que patear fuerte y esquinado

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Aquel 13 de julio de 2014, sentado en el living de su casa, tras la derrota de Argentina ante Alemania en la final del Mundial de Brasil, el hombre se juramentó estar presente en Rusia 2018 para ver, en vivo y en directo, el que podría ser el último Mundial de Messi con la camiseta de la Selección.

Ayer, después de cuatro años de privaciones y de no gastar un mango, y sentadito en su platea en el estadio del Spartak de Moscú, estaba al borde de las lágrimas. No sabía muy bien si por el empate, o por haberse enterado que el euro, con la devaluación y la corrida del viernes, estaba casi a 35 mangos la unidad.

Volver complicado económicamente, por decirlo de manera suave, es una cosa que hasta se puede soportar; pero volver arruinado, sin la copa y con posibilidades ciertas de que esa regreso sea más anticipado de lo previsto, es otra muy distinta y dolorosa.

Ahora reparte el tiempo entre calcular cuánto demorará en devolver todo el capital que pidió prestado -en dólares, pera peor- y las sumas y restas de triunfos, empates, derrotas, goles a favor y goles en contra que se necesitan para entrar, al menos, segundos en el grupo y pasar a octavos de final.

De repente, los rusos vestidos de cosacos para la foto con los turistas, ya no le parecen tan simpáticos y evalúa si conviene hacerle un promesa a la virgencita de Luján, o al San Basilio de la catedral en la Plaza Roja.

Cuenta que, ayer, al salir de la cancha, se encontró con un números grupo de argentinos que, allá, en Moscú, cantaban y gritaban reclamándole a Macri que bajara el valor del dólar.

Nuestro valiente héroe, dice, no se sumó. Pese a que en lo personal, siente que va a quedar en una endeble situación económica, no le pareció correcto protestar en el exterior.

Mientras tanto, en estas tierras, la supuesta alegría del Mundial duró unos cuatro minutos. Es decir, los que mediaron entre el gol de Agüero y el empate de los vikingos.

Es más, no son pocos los que abonan la teoría de que la corrida cambiaria, la renuncia del presidente del Banco Central y hasta lo de la aprobación de la despenalización del aborto en Diputados, no son más que cortinas de humo inventadas por los medios dominantes para esconder el fiasco de los muchachos seleccionados por Sampaoli.

Pero, atenti. Que el fútbol siempre da revancha. Ahora se viene Croacia. Y, si se nos permite, desde esta humilde columna va un consejo para el DT argentino: Sampa, a los muchachos hay que decirles que pateen fuerte y esquinado. O al menos que pateen, y de ser posible, al arco de los contrarios.

 

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