Una experiencia universitaria, cómo hizo Ingeniería para mejorar los aprendizajes
Edición Impresa | 3 de Junio de 2018 | 03:14

Casi nada es eterno. Y menos aún en el campo del conocimiento y de la transmisión del mismo. Por ello, si hablamos de cambiar la forma de enseñar Matemática (ver nota central), vale la pena recordar la “revolución” que, luego de añares anclada en viejas formas, llevó adelante la facultad de Ingeniería de la UNLP.
Los profesores Néstor Búcari y María Cristina Vacchino, integrantes del grupo que generó aquel cambio pedagógico de 180 grados, explicaron en una nota publicada por este medio tiempo atrás que “Ingeniería ostentaba un alto índice de ausentismo a clase y de abandono de las carreras al culminar 1º año, así como un bajísimo nivel de aprobación en las materias de la primera parte del recorrido académico”. Preocupados, los docentes idearon una modificación integral del método de enseñanza-aprendizaje.
¿Resultados? “Se partió del siguiente panorama: al finalizar 1º año un tercio aprobaba algo; un tercio, nada, pero seguía en la facultad, y otro tercio abandonaba. Hoy aprueba el 70% promedio, en tanto que desertan menos de 2 de cada 10 ingresantes”, subrayaron en 1 y 47.
Los principales déficits tenían que ver con “una organización irracional de la carga horaria, la superposición y reiteración de contenidos, y una forma anacrónica de dar clases que era, lisa y llanamente, expulsiva para quienes comenzaban las carreras. En esa forma de enseñar, precisamente, estaba la clave. De ahí que, más allá de aquellos números negativos, nuestra principal preocupación pasaba por el hecho de que los alumnos no aprendían”.
Así, uno de los primeros objetivos que se fijaron fue evitar la superposición de contenidos. Otro, al que definieron como “clave”, fue distribuir “racionalmente” la carga horaria. Finalmente, la “anacrónica” metodología: “Desde 1988 los cursos eran teórico-prácticos, pero en la práctica, valga la redundancia, no era así. Primero se daba la teoría y después el práctico, en aulas anfiteatradas con un profesor que sabía y alumnos que no”, dijeron con ironía. “Se plasmó una propuesta, con aulas planas para trabajar en grupos, una biblioteca de libre acceso durante la clase y una PC por mesa. Cada comisión no supera los 70 estudiantes -7 por mesa- y cuenta con un profesor, un JTP, un ayudante diplomado y un ayudante alumno. Los contenidos no variaron, sino la metodología”, realzaron.
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