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La Ciudad |Educar “diferente”: oferta, demanda e innovación para niños y adolescentes

La enseñanza “alternativa” irrumpe y se consolida entre familias de la Ciudad

Los atractivos de nuevas modalidades pedagógicas que buscan abrir caminos no convencionales al conocimiento y la formación

La enseñanza “alternativa” irrumpe y se consolida entre familias de la Ciudad

Felicitas Vagnoni y Julieta De Rissio en el centro de enseñanza que crearon en Villa Elisa / Sebastián casali

CECILIA FAMÁcfama@eldia.com

4 de Junio de 2018 | 02:04
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Durante las ultimas décadas, las sucesivas crisis y transformaciones sociales que atravesó nuestro país llevaron a un divorcio paulatino y creciente entre las capas medias de la sociedad y la escuela pública, universal y gratuita. La Plata no fue ajena a ese distanciamiento que se tradujo principalmente en un boom de los colegios rentados, a caballo de la oferta de espacios que, entendieron muchos padres, brindarían a sus hijos una mejor trayectoria educativa. Pero en otros casos, la diferenciación tuvo una vuelta más de tuerca: la implementación de métodos pedagógicos alternativos, que con nombres como Montessori, Waldorf, Kumon o Doman ganan terreno, adeptos... y alumnos.

No siempre con “jornada extendida” o “doble escolaridad”, estas escuelas pueden tener jornadas de cuatro horas, pero se caracterizan por una intensa participación familiar y una amplia paleta de actividades extracurriculares. En algunos casos, incluso, los padres aportan mano de obra para las mejoras edilicias y construcciones que se realizan. Aún cuando para gran parte de las familias contemporáneas, -con madres y padres en más de un trabajo o sujetos a jornadas laborales extensas- los colegios de 6 u 8 horas de escolarización diaria son una “solución”, cada vez son más los que eligen los establecimientos educativos con una impronta académica no convencional, que pregone mayor libertad para los niños, y que fomente primordialmente su autonomía.

Los métodos “alternativos” existen y se implementan en nuestro país desde hace décadas. Algunos se describen a sí mismos como reemplazo para las jaqueadas estructuras tradicionales, otros proponen sistemas de aprendizaje integrados en los colegios “normales”, o como actividades extraescolares. Y cada vez más, las familias se preguntan si los métodos tradicionales de enseñanza son la fórmula adecuada.

“Comprendemos, en principio, que esta situación se viene dando en el contexto de la puesta en cuestión de “saberes amos del siglo XX” (la Medicina alopática, por ejemplo, las psicoterapias en sus formas más convencionales) y en este sentido, la escuela -del modo que la comprendíamos y en sintonía con la valoración de esos amos- no podía escapar. Podemos mencionar también como marca de época el cambio en el vínculo entre padres e hijos. Observamos el quiebre de la asimetría de lugares, indiscutible en otros tiempos”, señala la licenciada y profesora en Psicología de nuestra ciudad Tamara Sparti (ver Pág. 17).

PARADIGMA Artístico

Alejandro Badillos es vitralista, vive en el barrio El Rincón de Villa Elisa y eligió para su hijo una escuela de Arturo Seguí que no está reconocida por el Ministerio de Educación, que “equipara mucho el paradigma artístico al científico”.

Eliseo tiene 10 años y cursa “el equivalente a quinto grado”. Sus padres eligieron esta escuela porque, según cuenta Alejandro, “las artes tienen mucha importancia, sin descuidar el resto de los conocimientos. Por ejemplo, todos los chicos tocan al menos un instrumento musical”. Además, “hay liturgias que nos encantan, como la de preparar su propio pan, para compartir con los compañeros. Dan las clases en ronda, en las que el maestro es parte de la ronda”.

“Eliseo va a esa escuela desde los 3 años, cuando dejó los pañales. Esa etapa es la equivalente al jardín, pero en esta institución no están divididas así, sino por niveles. Los contenidos son adaptados a cada edad. Mi hijo comenzó en City Bell, pero luego la escuela se dividió y él pasó a la de Arturo Seguí, donde los padres participamos hasta en la construcción edilicia; una experiencia muy enriquecedora”, cuenta el vitralista sobre esta entidad educativa que no tiene ningún tipo de subsidio oficial. Se trata de una institución arancelada.

“Mi hijo va a esa escuela no porque creamos que sea superior; sino porque sabemos que es distinta. Se adecua a mis criterios, que no son mejores ni peores que otros. Por suerte, podemos elegir: como para curarnos, podemos optar por la medicina tradicional o por la homeopatía o el Ayurveda, en la educación de los hijos uno puede optar por sistemas con mayor participación de los padres o con una prioridad por lo artístico. Por suerte, hasta las leyes se van adaptando a la complejidad de lo distinto, de lo diverso”.

“Con lo que más estoy conforme de esta escuela es con que de todo se habla; con la familiaridad que se vive, con los rituales maestro-alumno. En que se pone énfasis en la forma más allá del contenido”, describe.

“Yo no soy de los padres que están en contra de la computadora, ni mucho menos. Para mí, está bien que usen la tecnología; tipear, conocer, son todas cosas importantes. En la escuela tienen distancia hacia eso, y sin embargo mi hijo dice que quiere ser programador; le encanta Minecraft… será porque yo la uso un montón, a pesar de tener una profesión artística, como es el vitralismo. Pero la tecnología me ayuda con el diseño, con todo”.

A Eliseo le gusta el piano, la música, dentro de las cosas en las que está más estimulado por la escuela. “Pero como a todos los chicos, lo que más le gusta de la escuela es el recreo. Los mandes a la escuela que los mandes, siempre van a decir que lo que más les gusta es el recreo”, se ríe Alejandro.

La escuela a la que va Eliseo -que en la actualidad tiene una matrícula de poco más de 40 chicos- no se inscribe en ningún método específico de enseñanza, sino que es -según afirma una docente del lugar- “un compendio de muchas técnicas alternativas que se adaptan a nuestro ideal de enseñanza”. Los alumnos, si quieren cambiarse de escuela, deben rendir equivalencias. Como hacen quienes hacen home school o los hijos de las personas que viajan mucho”.

Filosofía MONTESSORI

Felicitas Vagnoni estudió psicología y, durante varios años, se formó en Artes Plásticas. En 2016, junto a Julieta De Rissio (docente de nivel inicial y Ciencias de la Educación) iniciaron el proyecto de “Luderías”, un centro de atención para el desarrollo infantil ubicado en Villa Elisa.

“No podría decir qué fue lo que le faltó a mi formación, pero siempre pensé que todo espacio educativo debería poder ofrecer a quienes lo habitan, la oportunidad de ser activos en el proceso de aprendizaje, tomar decisiones, ser creativos, tener libertad de elección y acción. Condiciones que no se presentan habitualmente en las diferentes instituciones educativas por las que hemos transitado la mayoría de nosotros”, señala la profesional.

“Mis hijos participan en espacios educativos que podrían ser consignados como tradicionales en relación a la metodología, pero que a su vez han ido incorporando en el trayecto algunos aspectos de otras teorías educativas para enriquecerse y transformarse. Dentro del ambiente familiar, creemos que favorecer el desarrollo de la autonomía permitiendo realizar actividades por sí mismo, generar espacios de diálogo, acompañar respetando los tiempos y momentos de cada uno, son cuestiones fundamentales a la hora de pensar en la educación de los hijos”.

El juego cumple una función clave con respecto al aprendizaje de niños y niñas”

Sin exámenes ni amonestaciones. Una variante a la hora de educar de forma alternativa

“Conocí la historia y surgimiento del Método Montessori hace muchos años en la facultad mientras estudiaba. Sin embargo, mi interés se profundizó en el momento en que comenzó a tomar forma el proyecto de Luderías. Al comienzo, pensamos que la mirada sobre los niños tan pequeños debería estar enmarcada en los principios del desarrollo psicomotor autónomo de la doctora Emmi Pikler y en el transcurso de estos tres años fuimos incorporando algunos lineamientos de Montessori a través de capacitaciones internas a nuestro equipo, no para hacer una transformación radical de nuestro espacio sino para complementar, nutrir y enriquecer nuestra práctica con los niños, y de esta manera abonar la construcción de nuestro propio trayecto y proyecto educativo”, sostiene.

“Con Julieta tuvimos un sueño compartido pensando un espacio para niños donde el acento estuviese puesto en ‘aprender jugando’: el juego cumple una función primordial con respecto al aprendizaje de niños y niñas, independientemente de su contenido real. El proceso de juego es una experiencia de aprendizaje poderosa y multifacética, el juego infantil implica exploración, experimentación con el lenguaje, conocimiento y desarrollo de aptitudes sociales. El tiempo para jugar es tiempo para aprender. Desde su origen, el nuestro es un espacio de encuentro donde se fomenta el valor artístico y la capacidad del niño por crear y desarrollarse constantemente; espacio para la niñez, involucrado en una visión integral de una educación que contempla al niño como un sujeto: en su formación y desarrollo como persona, en su relación consigo mismo y en su relación con los demás y el mundo”.

Frente a la pregunta sobre si cada vez más padres eligen estos espacios alternativos de enseñanza, Felicitas presentó sus cifras: su espacio inició las actividades en febrero de 2016 con una matrícula de 7 niños y hoy cuenta con una matrícula de 48, con edades que van desde meses hasta los 3 años. “El crecimiento en estos tres años fue grande y a la vez paulatino, acompañando el desarrollo del proyecto. A fines de marzo de este año presentamos la carpeta de apertura en DIEGEP para el Nivel Inicial (salas de 3 y 4) correspondiente al ciclo 2019”.

“Nuestra propuesta educativa concibe al niño como un sujeto activo, libre en sus movimientos, autónomo en su desarrollo, cuyos pilares fundamentales son el juego, la interacción con la naturaleza que facilita el conocimiento formal, de la vida cotidiana... una educación para la vida misma.

“LOS PEDAGÓGICOS”

Son muy populares “las pedagógicas”, escuelas que siempre han sido innovadoras por sus métodos de enseñanza no tradicional y por su división en niveles. “El pedagógico de City Bell; ‘La garza’ de Villa Elisa; “la pedagógica de Barrio Jardín”, como se las conoce en lo cotidiano, son escuelas públicas con cooperadoras, reconocidas por la dirección de Escuelas del Ministerio de Educación.

Santiago Ituarte fue alumno del de City Bell, el “Instituto Themis Speroni”, del que ahora es alumno su hijo Manuel, de 8 años. Y el que dirige su hermano Miguel.

“La Escuelita”, como se la conoce, es el primer colegio que forma parte de un modelo educativo experimental que nació en 1958. Lo fundaron tres artistas que advirtieron algunas falencias en la educación formal. Con el tiempo, el modelo se expandió de boca en boca hasta materializarse en más de 30 escuelas en todo el país y una en Nueva Jersey, Estados Unidos. Hace ya 60 años, Dorothy Ling, Nelly Pearson y Marta Bournichon abrieron lo que primero sería un taller. Luego, se convertiría en un colegio privado y, finalmente, en 1984, se establecería como una escuela pública por pedido del Ministerio de Educación de la Nación.

En estos colegios se trabaja en una escala chica: no hay más de 25 chicos por curso. En la escuela pública de gestión estatal Instituto Roberto Themis Speroni, de La Plata, los chicos no usan guardapolvos. No hay exámenes, ni amonestaciones. Hay alumnos y docentes, libros, instrumentos musicales, acuarelas y un gran parque donde compartir cada etapa del aprendizaje.

Santiago explica que “no usamos la diferencia entre jardín y primaria; sí la de secundaria porque cambian los horarios” en una jornada tradicional, de cuatro horas.

“En verdad no hay exámenes ni notas, pero hay reuniones de evaluación individuales. Yo soy Biólogo y enseño Ciencias Naturales, en los que sería el 5 y 6 año del secundario. Sinceramente pienso, como sostiene este método de educación, que no se puede evaluar a todos los chicos con las mismas metas, porque cada uno tiene sus tiempos”, comenta.

“Yo fui desde los 6 años; la escuela empezó no siendo oficial, hace 60 años, pero ahora sí es una escuela pública. Como alumno no me acuerdo de mucho; sólo sé que es un lugar donde la pasaba bien. Como maestro lo que me gusta es que es una enseñanza lo más personalizada posible, de preocuparse por cada alumno, en qué anda, cómo va… Y como padre, lo mismo… la verdad es que cuando tuve hijos, no me imaginé nunca que fueran a otra escuela que no fuera ésta. Acá nos conocemos todos, hay un vínculo estrecho. Los chicos cocinan, todos usan los mismos materiales, es todo muy parejo para todos”.

LOS Métodos Más CONOCIDOS

Muchas de las escuelas que implementan una enseñanza alternativa utilizan varios o una mezcla de varios métodos. Cada uno tiene su nombre y tiene sus características:

Método Waldorf: la pedagogía Waldorf, iniciada por el filósofo alemán Rudolf Steiner, busca el desarrollo de cada niño en un ambiente libre y cooperativo, sin exámenes y con un fuerte apoyo en el arte y los trabajos manuales.

Método Montessori: propugna la creación de un entorno estimulante para que cada niño desarrolle su propio método de aprendizaje siguiendo su curiosidad innata. En sus aulas, los niños se dividen por tramos de edad.

Método Kumon: es un sistema de aprendizaje japonés basado en dos programas: uno de matemáticas y otro de lectura. Su principal objetivo es desarrollar el potencial de aprendizaje de los niños, motivar al alumno, mejorar su rendimiento académico y aportarle autoconfianza.

Método Doman: se basa en desarrollar al máximo las áreas sensoriales del niño mediante la estimulación para que los pequeños sean más inteligentes. Los programas más populares en las escuelas infantiles son los de los Bits de inteligencia, lectura y matemáticas.

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Felicitas Vagnoni y Julieta De Rissio en el centro de enseñanza que crearon en Villa Elisa / Sebastián casali

Alejandro y Eliseo, en su casa, dibujando y pintando / el dia

Una clase de música en un centro educativo de Villa Elisa / S. Casali

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