Deben ser atendidos los reclamos de los productores hortícolas
Edición Impresa | 22 de Agosto de 2018 | 02:30

El reclamo formulado en estos días por productores y vecino de la zona de Colonia Urquiza, por el pésimo estado que exhiben de las principales vías camineras, como son la 460 y la 186, que se encuentran virtualmente intransitables, forma parte esencial del verdadero inventario de necesidades que caracteriza a esa y a las otras localidades del Gran La Plata integrantes del llamado polo hortícola. En este caso particular, se habla de calles con serias roturas en el pavimento, algo que perjudica en forma notoria el tránsito de vehículos –especialmente aquellos de gran porte- que se encargan de mantener activo al sector productivo y de la ulterior distribución de las verduras, frutas y flores hacia distintos mercados del país.
Como se ha dicho, los reclamos aquí mencionados son representativos para todo el gran arco productivo que rodea a nuestra ciudad, que se inicia en Berisso y sigue por El Carmen, Aeropuerto, Arana, Abasto, Etcheverry, Olmos, Hernández, Gorina, City Bell, Los Porteños, Colonia Urquiza y Villa Elisa. Desde mejoras en las redes viales, hasta la extensión de los servicios de infraestructura básicos, toda esa vasta zona reclama mejoras imprescindibles.
Debe reiterarse aquí que el cordón frutihortícola platense genera, en su conjunto y a lo largo de toda la cadena productiva, alrededor de 30 mil fuentes de trabajo. Sus cerca de 8.000 hectáreas producen casi el 100 por ciento de las hortalizas, legumbres y frutas que se consumen en la Región y además, abastecen a gran parte del Conurbano y de la Ciudad de Buenos Aires.
Con escaso apoyo y enfrentando contingencias climáticas adversas más recurrentes, los quinteros lograron crear y mantener desde hace décadas un polo productivo de excelencia, en lucha inclusive contra las calamidades climáticas y las inequidades de la intermediación.
Nuestra zona frutihortícola se ha convertido en la principal del país, desplazando en las dos últimas décadas a otras regiones características por su producción de frutas y verduras. Aquí, sin embargo, correspondería recordar que muchos de esos enclaves, antes características por sus cultivos y cosechas siempre crecientes, declinaron en forma abrupta cuando se permitió que sus tierras fueran loteadas y sirvieran para asentamientos poblacionales.
Está claro que la zona frutihortícola de La Plata debe permanecer intocada. El principio que debiera prevalecer es el de darle prioridad al valor productivo de esas tierras, que integran el corazón de una actividad que genera riqueza genuina y en cuyos establecimientos se han venido incorporando mejoras tecnológicas que no debieran perderse.
Las autoridades debieran velar por mantener las redes viales que asisten al polo productivo en perfectas condiciones, así como garantizar la extensión de redes de infraestructura como las de luz, gas y agua domiciliaria, además de velar por la existencia de un servicio cotidiano de recolección de basura y de que las poblaciones cuenten con unidades sanitarias y cajeros automáticos disponibles, entre otras mejoras imprescindibles.
A pocos kilómetros del casco urbano platense crecen cultivos de lechuga, rúcula, acelga, tomates, coliflores, alcauciles, repollos, berros, nabos, rábanos, frutillas, kiwis, entre otros productos de la tierra, que vienen marcando ya desde hace años la prevalencia regional de la producción hortícola. Nuestra ciudad tiene en sus tierras feraces un factor de desarrollo económico de primerísimo nivel. La producción de comida es prioritaria en el mundo entero. Quienes atienden –a veces en forma heroica, a pulmón- las quintas productivas de nuestra zona merecen la mayor de las atenciones por parte de las autoridades.
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