Sano optimismo

Edición Impresa

DR. JOSÉ LUIS KAUFMANN
Monseñor

Queridos hermanos y hermanas.

La virtud de la esperanza también es una invitación constante a vivir en un sano optimismo, que tiene su fundamento en Jesús resucitado y en la presencia del Espíritu Santo en su Iglesia.

Por cierto, hablar de optimismo no quiere decir excluir la visión realista del mundo que nos rodea. En tal sentido, todos debemos vivir la realidad de nuestro tiempo tal como es y no como quisiéramos que fuera.

De hecho, los problemas que afectan al tiempo que vivimos son, más o menos, los de siempre, como consecuencia del pecado. Sin embargo, actualmente, tenemos acceso a un mayor conocimiento de la generalización de los efectos desgarradores del pecado; por eso los problemas pueden parecernos más asfixiantes. La miseria en que está sumergida gran parte de la humanidad; las diferencias sociales entre naciones económicamente poderosas y otras miserablemente indigentes; la violencia y la opresión a que están sometidos tantos pueblos; el desempleo, la droga, la pornografía, la hipocresía y muchas otras expresiones de corrupción... ¡Todo a causa del pecado! ¡Todo por la negación de los derechos de Dios! Pero, nada deberá cohibir nuestra esperanza en el Amor de Dios, que supera cuanto podamos imaginar.

Hablar de optimismo no quiere decir excluir la visión realista del mundo que nos rodea. En tal sentido, todos debemos vivir la realidad de nuestro tiempo tal como es y no como quisiéramos que fuera

Por eso, en medio de esta realidad, cada uno tiene una misión concreta que cumplir, en el lugar y las circunstancias donde estemos, con la convicción de cooperar – con tantos otros varones y mujeres de buena voluntad – en la construcción de un mundo más humano, según los designios de Dios, Quien no quiere la muerte del pecador, sino que este se convierta de su mala conducta y viva (cf. Ezeq. 18, 23).

En los orígenes del cristianismo, donde había también todo tipo de problemas y no faltaban las persecuciones a quienes integraban la Iglesia, el Apóstol Pablo afirma que “Nosotros nos fatigamos y luchamos porque hemos puesto nuestra esperanza en el Dios viviente, que es el Salvador de todos los seres humanos, especialmente de los que creen.” (1 Tim. 4, 10) Por lo tanto, podemos ser sanamente optimistas.

Es más, aunque las dificultades y desasosiegos quieran oprimirnos, aunque todo parezca estar deteriorado, nunca debemos perder de vista la dimensión gozosa de la esperanza: “Amen con sinceridad. Tengan horror al mal y pasión por el bien... Alégrense en la esperanza, sean pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración.” (Rom. 12, 12)

Nuestro optimismo, confiado y sereno, no quedará defraudado porque estamos seguros de Aquél que nos ama infinitamente y quiere la felicidad de todos los seres humanos. El poder del mal ya ha sido vencido por el Misterio Pascual de Jesús y, aunque aparezcan manifestaciones nefastas del enemigo, a nosotros nos toca mantener encendida la llama de la esperanza en el triunfo indefectible del amor, en aquellos que permanecen fieles a la Verdad.

“La esperanza de los justos es alegre, pero la expectativa de los malvados se desvanecerá. El camino del Señor es refugio para el hombre íntegro y ruina para los que hacen el mal. El justo no vacilará jamás.” (Prov. 10, 28-30)

Cuando el ser humano es coherente con su fe y vive la fidelidad al único Dios, aunque haya dificultades y contratiempos, nunca caerá en el desánimo, porque el sano optimismo lo fortalecerá y Dios le concederá alcanzar la felicidad.

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE