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Besos, abrazos y apretón de manos. El primer gesto de relación humana y su tratamiento en la literatura. La bandera de la ternura de Olga Tokarczuk (Nobel de Literatura, 2018)
Durante la pandemia, el saludo se transformó en choques de puños y hasta en miradas fugaces / freepik
Marcelo Ortale
Marcelo Ortale
—“¿Qué tal, López?
—¿Qué tal, che?
“Y así es como creen que se saludan”.
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En 1951 Julio Cortázar ganó un concurso de cuentos cortos con ese remate. El comienzo de esa narración fugaz dice así: “Un señor encuentra a un amigo y lo saluda, dándole la mano e inclinando un poco la cabeza. Así es como cree que lo saluda, pero el saludo ya está inventado y este buen señor no hace más que calzar en el saludo”, según lo describió en su Historia de Cronopios y de Famas.
El saludo en las novelas, cuentos y poemas es un dilema para los escritores sobre todo si son argentinos porque la forma de saludar en la Argentina origina interrogantes diversos. Hay mil variantes para el saludo de llegada y, sobre todo, para el de partida. El saludo nació con la humanidad y desde siempre sirve para retratarla en cada época y en cada región.
El mismo Cortázar, en La vuelta al día en ochenta mundos afirmó que existe en nuestro país una vacilación radical para encabezar una carta -o ahora un mail- sobre todo cuando un escritor se comunica con otro. Esa peliaguda instancia lleva el título de “Grave dilema argentino: querido amigo, estimado o el nombre a secas”.
Y así comienza a explicarlo: “Usted se reirá, pero es uno de los problemas argentinos más difíciles de resolver. Dado nuestro carácter (problema central que dejamos por esta vez a los sociólogos) el encabezamiento de las cartas plantea dificultades hasta ahora insuperables. Concretamente, cuando un escritor tiene que escribirle a un colega de quien no es amigo personal, y ha de combinar la cortesía con la verdad, ahí empieza el crujir de plumas”.
Pero más acá, en la fascinante mezcolanza contemporánea, la forma de saludar ha cambiado. Los “saludólogos” afirman que más que saludar, hoy se investiga de oficio, se explora la personalidad del otro, se procura indagar quién es y sobre todo qué querrá. Todo eso en los pocos segundos que demanda este nuevo modelo rayos X de saludo. En otras palabras, ahora se saluda con menos confianza y mayores reticencias.
El saludo actual -sea que se produzca por primera vez o ya en forma rutinaria- dejó de ser una formalidad para convertirse en un primer test psicológico. Esto lo explican en detalle muchos autores, porque hay libros enteros dedicados no sólo a conocer qué es el saludo en la vida social, sino cómo es que corresponde hacerlo.
¿Estrechar manos, abrazar, besar, hacer una suerte de reverencia distante, para demostrarse uno capacitado para escenificar una fugaz reverencia, algo ostentosa y propia del saludo oriental?
En este último caso, hay algunos argentinos que se sienten como los samurai y ensayan una reverencia en casi 90 grados, para exagerar el respeto al saludado que, entre paréntesis, no sabe qué postura adoptar frente a ese demagogo que le exhibe el cuello, como el guerrero japonés que demuestra que no quiere agredir. Todo va bien hasta que el argentino orientalizado, una vez que finaliza esa representación, recuerda su idiosincrasia, su sangre latina y se pone recto y le estampa al interlocutor un beso napolitano en la mejilla.
Por 33 mil pesos uno puede hacerse de El libro de los saludos (Editorial A buen paso), escrito en colaboración por Arianna Squilloni y Olga Capdevila, que presenta un recorrido por la evolución de las formas de saludo y con cantidad de curiosas anécdotas relacionadas a ese gesto. Squilloni es italiana, editora y filóloga que ahora vive en Barcelona; la segunda, Capdevila, es catalana, también reside en Barcelona, es docente de Arte y periodista.
Durante los urticantes años de la pandemia de Covid, las grandes estrellas del saludo -besos, abrazos, apretones de manos- pasaron a cuarteles de invierno. Los sanitaristas aseguraron que el asunto de fondo era no contagiarse.
Y cuando lo rutinario queda de lado, ingresa la extravagancia que siempre tiene bastante de divertida. Cada ser humano se convirtió en algo así como un transporte de combustible inflamable, porque hubo que conservar distancia prudencial de cada otro.
El beso “aunque no sea en la boca” pasó a ser absolutamente desaconsejable. La gente se colocó barbijos y la ofrenda pasó a ser un roce de puño cerrados. O codo con codo. Pero en Oriente, al modo de una antigua costumbre tailandesa se eligió el “footshake”, es decir que dos personas enfrentadas se saludaron tocándose con los pies. Algo así como un encuentro futbolístico y metafórico, sin pelota entre medio.
En Beijing (China) se colocaron carteles en las calles instruyendo a los peatones para que no intercambiaran apretones de manos. En lugar de eso, cada uno debía unir las propias manos -puño en una contra la palma de la otra- en señal de saludo.
En las épocas críticas de la vida, Francia siempre suele destacarse. En el caso de la pandemia de Covid una autoridad médica llegó casi a la perfección, al recomendar que se “salude con la mirada”. Era la disolución del fenómeno físico del saludo. De todos modos nadie explicó qué tipo de mirada significaba “te saludo”. En Irán encontraron otra vuelta de rosca original, ya que se puso de moda el siguiente lema: “No te doy la mano porque te quiero”.
La escritora polaca Olga Tokarczuk (1962), ganadora del Premio Nobel de Literatura 2018 vio venir el anonimato, la alienación. La oferta digital y vertiginosa de un planeta que corre cada día más rápido y alocado, que no saluda, no piensa, no razona ni descansa. Y reivindicó la bandera de la ternura interhumana, como ideal de vida.
Exaltó el poder de la imaginación y de la literatura, siempre dispuesta a contar, a proponer mitos universales, a buscar la concordia y confrontó esas cualidades con el desierto informe de internet.
En su discurso de aceptación del premio dijo cosas como esta: “La fábula interrumpida, creada hace mucho tiempo y bien conocida por las historias de Scherezade ahora ha regresado audazmente en serie, alterando nuestra subjetividad y teniendo extraños efectos psicológicos, sacándonos de nuestras propias vidas e hipnotizándonos como un estimulante. Internet es una historia, contada por un idiota, llena de ruido y furia”.
Falta la parábola. Falta el saludo de siempre entre personas, la fábula inicial y tierna del saludo. El escritor actual -es el mensaje de Tokarczuk- encontrará en el saludo humano un gesto revelador de la comunicación que no debe interrumpirse, de ese primer instante creativo de relación, el índice de Dios cerca del índice humano para después urdir una trama que sirva como camino hacia un mejor porvenir.
El saludo actual dejó la formalidad para convertirse en un primer test psicológico
En Irán se puso de moda este lema: “No te doy la mano porque te quiero”
Durante la pandemia, el saludo se transformó en choques de puños y hasta en miradas fugaces / freepik
La polaca olga Tokarczuk ganó el premio nobel en el 2018 / web
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