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La Ciudad |Historias platenses

La vida al margen de las redes sociales

Cansados de perder tiempo, intimidad y amor propio, los usuarios dan de baja sus perfiles para vivir una vida sin pantallas

La vida al margen de las redes sociales

A Giuliana Luna estar conectada todo el tiempo le producía “cansancio mental”

LAURA AGOSTINELLI historiasplatenses@gmail.com

22 de Septiembre de 2018 | 02:06
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“A las ocho la nota tiene que estar terminada”, me propuse a las seis de la tarde. Son las nueve y solo tengo esta primera línea. ¿Qué pasó en esas tres horas? Recordé que hace tiempo quiero seguir a Paulo Londra en Instagram. Le doy “seguir”, veo que a mi sobrino de 18 también le gusta, “¡genial!”, pienso, “tendremos tema de conversación y ya no le pareceré tan vieja”. Veo la story de mi sobrino: durmió una siesta larga y sigue con sueño. Instagram me muestra más stories y bueno, ya que estoy, me doy una vuelta por Facebook, la décima del día. Son las nueve y todavía no hice nada. ¿Cuánto tiempo y energía desperdicio en las redes sociales? Nos cuestionamos muchos, pero pocos se deciden a cortar por lo sano.

Hasta hace dos años, lo primero que hacía Laura Mercapide (33) al despertar y lo último, antes de acostarse, era chequear sus perfiles en Instagram y Facebook. A lo largo del día compartía canciones, promocionaba su marca de mochilas y mostraba sus facetas de artista plástica y cantante. “Era como un tic compartir todo, todo el tiempo”, reconoce. Hasta que dijo basta: “Me di cuenta que ese tipo de estímulo me generaba mucha ansiedad”.

El uso compulsivo de las redes aun no es considerado una adicción por la OMS

Somos seres sociales y por eso necesitamos del amor, el reconocimiento y la aceptación del otro, “pero no es una necesidad homogénea ni se mantiene estable en los diferentes momentos de nuestras vidas”, afirma la médica psiquiatra Verónica Dubuc (MN 70612). Según Dubuc, “las redes sociales han amplificado determinados aspectos de estos modos de relación y les imprimieron rasgos particulares como la posibilidad de acortar distancias y tiempos, y también permitieron el cambio de identidad o la creación de falsas identidades”.

El uso compulsivo de las redes sociales todavía no es considerado una adicción por parte de la Organización Mundial de la Salud. Sin embargo, ya fue lanzada la voz de alerta, incluso por los expertos que formaron parte de estas empresas y ahora buscan generar conciencia sobre sus riesgos. “Lo que empezó como una carrera para monetizar nuestra atención, ahora está destruyendo los pilares de nuestra sociedad: la salud mental, la democracia, las relaciones sociales y nuestros niños”, afirman desde Humanetech, la agrupación creada por expertos de Silicon Valley.

Laura todavía recuerda cómo fue su primer día sin redes: “Hermoso”, sonríe.

El tiempo vuela

En el 2008 Facebook estaba en pleno auge y Franco Correa, que tenía 13 años, se sumó a la nueva ola. Desde entonces, chequeaba su perfil cada vez que podía hasta que, cinco años después, esa dependencia le empezó a hacer ruido. “Perdía mucho tiempo navegando y creí que podía aprovecharlo para hacer cosas más productivas”, razonó. Aunque le llevó unos meses tomar valor porque temía perderse de lo que pasaba “en el mundo de Facebook”, logró dar de baja su perfil.

Se estima que, por día, miramos el celular unas 150 veces y dedicamos, en promedio, unas tres horas y media a las redes sociales. Según el ranking elaborado a principios de este año por We are Social y Hootsuite, estas cifras expresadas en millones muestran cómo se distribuyen los usuarios de todo el mundo: Facebook 2.167, Youtube 1.500, Whatsapp 1.300, Instagram 800, Twitter 320, Linkedín 260, Snapchat 255 y Pinterest 200.

Del lado luminoso de estas plataformas podemos: conocer personas de todo el mundo, ver y mostrar fotos y videos; entretenerse; informarse más allá de lo que muestran los medios masivos de comunicación; encontrar el amor y también oportunidades laborales y comerciales. Del lado oscuro están: el cyberbullying, el grooming (acoso sexual a niños y adolescentes); las fake news (noticias falsas); los trols; la pérdida de privacidad; el aumento de la ansiedad y hasta la depresión.

Es como si la vida pasara por las redes sociales, si no subís algo que muestre lo que estás haciendo, en realidad no lo hiciste”

Giuliana Luna

Perdía mucho tiempo navegando y creí que podía aprovecharlo para hacer cosas más productivas”

Franco Correa

 

Verónica Dubuc es miembro de la Asociación de Psiquiatras Argentinos y cuando se le consulta cuáles son los problemas habituales vinculados a las redes que los pacientes tratan en la consulta, es contundente: “Pérdida de oportunidades, bajo rendimiento y conflictividad en los vínculos”. Entre los factores a los que estar atentos, Dubuc detalla: “el uso de las redes con una frecuencia y una intensidad que obliga al desplazamiento de otras áreas o funciones vitales, estableciendo un vínculo dependiente, que produce síntomas como insomnio, ansiedad o alteración de los vínculos afectivos”.

Por donde pasa la vida

“Es como si la vida pasara por las redes sociales, si no subís algo que muestre lo que estás haciendo, en realidad no lo hiciste”, lamenta Giuliana Luna. “En mi cumpleaños no subí nada durante el día y solo me saludó mi familia y amigos cercanos. A la noche subí una historia con una foto que decía ‘bienvenidos 19’ y me saludaron más de 50 personas. Yo pensaba, ‘qué locura, no puede ser esto’”.

Giuliana comenzó su recorrido desde los 9, con MSN, Twitter, Facebook, Snapchat e Instagram. De todos esos perfiles hoy sobrevive solo el último y muy a su pesar. Le había dado de baja pero volvió a abrirlo para estar en sintonía con sus mejores amigas. Todavía hoy le resulta fuerte el termómetro que representan los corazones que recibe cada foto. “Me parece que todos esperamos cierta aprobación y en este momento de mi vida quiero aceptarme yo y no esperar que el otro me acepte”, reflexiona.

Para Dubuc, la necesidad de lucirse y hacerse visible esta exacerbada en nuestra cultura actual en la que se fomenta el “ser famoso como mandato social”, la sobrevaloración de la imagen y la masificación del consumismo. “Todo puede ser un objeto de consumo, incluso la propia persona”, concluye la psiquiatra y a su vez destaca “esa necesidad de mostrar no es universal”, de ahí que una parte de los usuarios no se sienta cómoda con la obligación de estar en pose.

“Mucha gente, entre la que me incluyo, ha subido una foto y si en determinado tiempo no tuvo ciertos likes la eliminó”, cuenta Giuliana, “algo que a vos te gustaba pasó a dejar de gustarte porque al otro no le gustó”.

Aunque le cuesta, Giuliana todavía anhela dar de baja la última red que le quedó. Mientras tanto, va paso a paso: ya no sube historias y, si posteó una foto y no recibió los likes que esperaba, no la baja “la dejo porque a mí me gustó”. Y eso, para la nueva Giuliana, libre –casi- de toda atadura virtual, es suficiente.

 

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A Giuliana Luna estar conectada todo el tiempo le producía “cansancio mental”

Carpe Díem. Franco Correa se dio de baja para sacar provecho del tiempo

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